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EDUCACIÓN RELIGIOSA CATÓLICA

LA NATURALEZA DE CRISTO: UNIÓN HIPOSTÁTICA

LA NATURALEZA DE CRISTO: UNIÓN HIPOSTÁTICA

Nosotros confesamos... que Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo unigénito de Dios, es perfectamente Dios y perfectamente hombre; que nació del Padre desde toda la eternidad según la divinidad; que en los últimos tiempos... nació, según la humanidad, de la Virgen María, para nuestra salvación; que es consustancial al Padre según la divinidad, consustancial a nosotros según la humanidad. Se ha producido una unión de las naturalezas, y por esto nosotros confesamos un solo Cristo, un solo Hijo, un solo Señor. A causa de esta unión sin mezcla (nosotros confesamos que la santa Virgen es Madre de Dios, porque Dios, el Verbo, se hizo carne y hombre, y desde la concepción se unió al templo que tomó de su seno. SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA

Esta doctrina fue dogmáticamente confirmada por las declaraciones de los Concilios de Efeso (431) y de Calcedonia (541). En lo que respecta a la unión hipostática, es decir, respecto de la unión de las dos naturalezas en Jesucristo, se definió que en Jesucristo, a pesar de las dos naturalezas (físis), la naturaleza divina y la naturaleza humana, no hay más que una persona o hipóstasis (hypóstasis), la de la segunda Persona de la Santísima Trinidad. Esta última asume en la unidad de su divina hipóstasis la naturaleza humana tomada de la Virgen María por la operación del Espíritu Santo. Al definir este dogma, los

La unión hipostática, es decir, la unión sustancial de la naturaleza humana con la Persona del Verbo, es el don pleno y exhaustivo de Dios, la más grande de todas las gracias que pueden ser concedidas a una criatura. Ella representa la participación más perfecta de la divinidad.

Es un término que designa la unión de las dos naturalezas, divina y humana, en la persona de Jesús. Cristo es Dios en la carne (Juan 1,1.14; Col. 2,9; Juan 8, 58; 10,30-34; Heb. 1,8). Él es plenamente Dios y plenamente hombre (Col. 2,9); así, tiene dos naturalezas, la de Dios y la humana. Decididamente, no es "mitad Dios, mitad hombre". Nunca perdió su divinidad, ni hubiese podido hacerlo.

Continuó existiendo como Dios cuando se encarnó y agregó la naturaleza humana a Su eterna naturaleza divina (Fil. 2,5-11). Consecuentemente, en Jesucristo está la "unión, en una sola persona, de una plena naturaleza humana y una plena naturaleza divina".

 

  • Es adorado (Mt. 2,2.11; 14,33).
  • Se le ora (Hch 7,59).
  • No tuvo pecado (1 Pe. 2,22; Heb. 4,15).
  • Es omnisciente (sabio) (Jn 21,17).
  • Da vida eterna (Jn 10,28).
  • En El habita la plenitud de Dios (Col.2,9)

 

  • Adoró al Padre (Jn 17).
  • Oró al Padre (Jn 17,1).
  • Fue tentado a pecar (Mt. 4,1).
  • Creció en sabiduría (Lc. 2,52).
  • Pudo morir (Rom. 5:8).
  • Tiene un cuerpo de carne y hueso (Lc 24,39).

 

 

3. LA UNIÓN HIPOSTÁTICA

Al principio del siglo quinto, tras las controversias precedentes, estaba clara la necesidad

de sostener firmemente la integridad de las dos naturalezas humana y divina en la Persona

A esta unión de la naturaleza humana con la naturaleza divina en la Persona del Hijo se llama unión hipostática. La Iglesia aclaró esta verdad de fe durante los primeros siglos frente a las herejías y errores que la falseaban, como:

  • el “docetismo” que negaba que la Humanidad de Cristo fuera verdadera (decían que era aparente); esto fue rechazado por los Apóstoles (cfr. I Ioann 4,2-3; Catecismo, 465);
  • el “arrianismo” (herejía de Arrio), que es un error sobre la Divinidad de Cristo; decía que el Hijo de Dios “era de una substancia distinta de la del Padre”. El Concilio de Nicea (a. 325) enseñó que el hijo es “de la misma substancia (homousios) que el Padre” (Catecismo, 465);
  • el “nestorianismo” (de Nestorio), que decía que en Cristo había dos personas, una divina y otra humana. El Concilio de Efeso (a. 431) enseñó que en Cristo hay una sola Persona, la divina, que ha asumido una naturaleza humana. Este Concilio proclamó que María es “Madre de Dios” (Theotokos) (cfr. Catecismo, 466);
  • el “monofisismo” (“una-naturaleza”: error de Eutiques), que decía que en Cristo hay una sola naturaleza. El Concilio de Calcedonia (a. 451) condenó esta herejía enseñando que en Cristo hay dos naturalezas, la divina y la humana, “sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación” (DS 302; cfr. Catecismo, 467);

Para salir al paso de otros errores, el quinto Concilio Ecuménico (Constantinopla, a. 553), confesó: “No hay más que una sola hipóstasis [o persona], que es nuestro Señor Jesucristo, uno de la Trinidad” (DS 424).

“Por tanto, todo en la humanidad de Jesucristo debe ser atribuido a su persona divina como a su propio sujeto (cfr. DS 255), no solamente los milagros sino también los sufrimientos (cfr. DS 424) y la misma muerte: «El que ha sido crucificado en la carne, nuestro Señor Jesucristo, es verdadero Dios, Señor de la gloria y uno de la Santísima Trinidad» (DS 432)” (Catecismo, 468).

En estas enseñanzas el Magisterio de la Iglesia utiliza las nociones de “persona”, “naturaleza”, “substancia”, etc. Estos términos están tomados del lenguaje común y se utilizan con un sentido que supera los esquemas filosóficos griegos de la antigüedad. Por eso, si estos términos se entienden mal, se entenderá mal también la enseñanza de la Iglesia.

 

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