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EDUCACIÓN RELIGIOSA CATÓLICA

PIUCAT (CATECISMO DE PIURA) 6TO PRIMARIA - 1º Y 2º SEC-

PRIMERA PARTE

LA PROFESION DE LA FE

PRIMERA SECCION

CREO- CREEMOS

 EL HOMBRE Y SU BUSQUEDA DE DIOS

 1.   ¿Qué experiencias profundas encontramos en el interior de todo ser humano?

En lo más profundo de su realidad, en su mismidad, el hombre siente una nostalgia de Absoluto, un ansia de Algo que está más allá de todo lo que el mundo le puede dar. Y entiende que en la búsqueda y respuesta a este Absoluto, es donde encontrará la felicidad total, aquella que sacia su ansia y su hambre de eternidad, su ansia de Infinito.

 

  1. 2.   Por qué siente el hombre esta ansia de Infinito?

Porque el hombre ha sido creado por Dios y en lo más profundo de su ser está presente la huella del Creador que lo llama hacia El. Por eso el hombre es por esencia un ser religioso: viene de Dios y se dirige a Dios, como magníficamente expresó San Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (Conf. 1,1.)

Respondiendo a sus dinamismos más profundos, el hombre busca a Dios; y esta búsqueda de Dios lo define. Por eso podemos decir que el hombre es una creatura teologal, ya que por llevar en sí la impronta de Dios, solo en El podrá alcanzar la felicidad y la dicha tan anheladas. No existe felicidad definitiva y absoluta para el ser humano que no sea en Dios; y cualquier intento de encontrar la felicidad en cualquier otra cosa no será más que un sucedáneo.

Por tanto, podemos concluir que el Ansia de Infinito que siente el ser humano, en el fondo es ansia de Dios, o también podemos llamarla, un “hambre de Dios”.

 

  1. 3.   ¿Pueden todos los hombres buscar y encontrar a Dios?

De hecho, todo hombre puede buscar y encontrar a Dios. A lo largo de la historia, los seres humanos han expresado esta búsqueda y este encuentro a través de las diversas religiones. La misma creación ofrece ciertos “caminos” o “vías” para poder acercarse a Dios y encontrarlo. Mirando el mundo y lo que manifiesta: el movimiento, las cosas que existen, el orden de la creación, etc, se llega  a descubrir la existencia de Aquel que ha puesto las cosas en movimiento, la Causa de lo que existe y el que orienta las cosas a su fin, y éste es Dios. Al mirarse a sí mismo, en su interior, el hombre percibe en su espíritu una “nostalgia de Infinito” que hace referencia a Dios mismo.

La Iglesia enseña como verdad de fe que el ser humano puede conocer a Dios mediante su inteligencia y a partir de las cosas creadas, y este conocimiento ofrece una verdadera certeza (ver Sab 13, 1ss; Rom 1, 20ss; Concilio Vaticano I, DH 3004). Sin embargo, aunque el hombre puede llegar a conocer la existencia de Dios y vivir encuentro con Él, no siempre se produce esto. Por muchos motivos (rebelión ante el mal existente, la indiferencia o la ignorancia, el ateísmo, etc) algunas personas olvidan, rechazan o desconocen a Dios. Este olvido de Dios lleva, desgraciadamente, a una situación de frustración e infidelidad muy honda.

 

  1. 4.   Una vez que llegamos a conocer la existencia de Dios, ¿qué podemos saber acerca de Él?

Mediante su inteligencia, el hombre puede llegar a conocer con certeza que Dios existe; y conoce también que Dios es un ser personal que lo invita a vivir la Comunión plena. Conoce también algunas de sus perfecciones y atributos. Sin embargo, lo que podamos saber y decir acerca de Dio siempre quedará muy corto, si lo comparamos con su realidad infinita. Todo lo que podemos saber y decir acerca de Dios se basa en las diversas perfecciones de las cosas creadas, que nos remiten la perfección Absoluta de Dios (analogía). Sin embargo, debemos ser conscientes de que “nuestras representaciones humanas quedan siempre más acá del misterio de Dios”.

Justamente, porque muchas veces no podemos ni sabemos decir quién es Dios del modo más completo, es que Dios mismo ha salido a nuestro encuentro y nos ha dicho quién es El y qué quiere de nosotros. Así también, permite que se satisfaga esa nostalgia de Infinito que está en nuestros corazones. Y esto es lo que nosotros llamaos la Revelación.

 

 

DIOS SALE AL ENCUENTRO DEL HOMBRE

LA REVELACION

 

  1. 5.   ¿Qué es la Revelación?

Es la manifestación personal de Dios al hombre, de su Ser más intimo y del Plan que tiene para con todos y cada uno de los seres humanos y el mundo. Aun cuando se les pueda conocer y se pueda saber acerca de su realidad, Dios siempre es un misterio para el hombre: El habita en una luz inaccesible (1Tim 6, 16) y por eso a Dios nadie lo ha visto jamás (ver Jn 1, 18). Sin embargo, de manera totalmente gratuita y soberanamente libre, Dios ha querido comunicarnos quién es y que quiere de nosotros. Así también, en la comunicación de su Misterio, Dios no solo muestra su identidad, sino que además da una respuesta definitiva y sobreabundante a las interrogantes que el ser humano se plantea sobre el sentido y finalidad de su vida.

 

  1. 6.   ¿Por qué se ha revelado Dios al hombre?

A Dios nadie le ha obligado a revelarse al hombre; si lo ha hecho, ha sido por amor. Dios, que nos ama, quiere que participemos de la Comunión plena con El y por eso se nos manifiesta, invitándonos a vivir para siempre con El y así alcanzar nuestra dicha. Y como el marco del amor es siempre la libertad, la Revelación es un acto eminentemente libre, que requiere una acogida y una respuesta también libre.

 

  1. 7.   ¿Qué características presenta la Revelación?

El modo como Dios se ha ido revelando a los hombres es:

 

a)     Mediante hechos y palabras íntimamente ligadas entre sí y que se esclarecen mutuamente. Lo que significa que Dios e ha revelado en la Historia de los hombres, participando en ella.

b)     De una manera progresiva, es decir, gradualmente, Dios ha ido descubriendo al hombre su misterio, desde lo más sencillo hasta su realidad más intima. Esto supone, pues, una pedagogía divina en la que Dios va preparando al hombre para que pueda acoger la plenitud de su manifestación.

c)     De una manera adecuada a la capacidad de los hombres que recibían la Revelación. Dios ha hablado “humanamente” a los hombres, considerando sus limitaciones. Esto es lo que se llama la condescendencia (synkatábasis) de Dios en la Revelación).

d)     Por último, la Revelación de Dios a toda la humanidad ha sido definitiva en Jesucristo. Por medio de El, Dios nos ha comunicado todo de sí mismo, y ha dado a conocer también lo que es nuestro propio misterio y el misterio del mundo.

 

Gracias a esta Revelación, podemos conocer con seguridad a Dios, y podemos vivir el encuentro y la comunión con El, que al responder a nuestros dinamismos más profundos, nos permite alcanzar la felicidad plena.

 

  1. 8.   ¿Se ha producido la Revelación en un solo momento?

No. Si la Revelación de Dios ha sido progresiva, entonces podemos contar una serie de etapas a través de las cuales se ha ido realizando.

 

  1. En primer lugar, Dios se ha dado a conocer a través del testimonio de las cosas creadas. En efecto, la Creación nos revela (de manera indirecta, pero real) la existencia y presencia de Dios Creador (ver Sal 19, 2ss; Sal 8, 4ss; Sal 104).
  2. Sin embargo, Dios no solo ha querido “sugerir” su presencia mediante las cosas creadas; El mismo, de modo directo y personal ha hablado a los hombres, comunicándose e invitándoles a la Comunión. Esta es la revelación sobrenatural. Es aquí donde podemos encontrar las siguientes etapas:

2.a. En primer lugar, hay una manifestación de Dios a nuestros primeros padres. Los invitó a una comunión intima con El, llenándolos de gracia y santidad especiales. Y al pecar el hombre, Dios no lo abandonó; antes bien, siguió hablándole, prometiéndole la esperanza de la reconciliación (Ver Gén 3, 15).

2.b. Con Noé, Dios hace una Alianza que abarca a toda la humanidad, que por sus pecados puede errar y buscar ídolos como si fuesen Dios. Esta Alianza muestra la Universidad de la Revelación.

2.c. De entre todos los hombres, Dios eligió a Abraham para formar un Pueblo por el cual vendría la salvación a la humanidad pecadora. Con este pueblo, Israel, Dios hizo una Alianza, y lo fue preparando mediante sus profetas para recibir la Salvación en persona.

2.d. Pero la Revelación plena y definitiva de Dios se realiza en y con Jesucristo, su Hijo, quien ha realizado la Alianza definitiva y ha reconciliado al hombre. Jesús es Mediador y Plenitud de toda la Revelación.

 

  1. 9.   ¿Por qué decimos que Jesús es Mediador y Plenitud de toda la Revelación?

Porque Jesús, Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre. En él lo dice todo, no habrá otra palabra más que ésta.  Por medio de Jesús, Dios Padre nos ha revelado sus misterios más íntimos, de allí que podamos llamarlo mediador. Y es Jesús el que nos da a conocer absolutamente todo lo que es Dios y todo lo que es de Dios, por eso lo podemos llamar también plenitud de la Revelación. Por eso, la Revelación ha culminado en Cristo; ya no habrá otra revelación más porque el Padre, en Jesús lo ha dicho todo. Pero aunque la Revelación esté acabada, no está totalmente explicitada. El crecimiento de la vida de fe en los creyentes hace que se comprenda cada vez más el contenido total de la Revelación que la Iglesia posee y custodia.

 

10. ¿Cómo ha llegado hasta nosotros la Revelación?

La Revelación de Dios ha llegado hasta nosotros por medio de la Sagrada Tradición y de la Sagrada Escritura.

 

11. ¿Qué es la Sagrada Tradición?

La Sagrada Tradición es la transmisión viva de la Revelación cuya plenitud es Jesucristo. En efecto, Jesús comunicó a sus apóstoles el misterio de Dios y de nuestra salva ión, y estos a su vez lo trasmitieron fielmente, sea de palabra o por escrito. De esta manera, lo que Jesús nos ha revelado ha llegado hasta nosotros, en la Iglesia y para todos los hombres.

Esta transmisión se realiza mediante la asistencia del Espíritu Santo, y progresa en la comprensión de aquello que es transmitido mientras más se medita, se enseña y se vive. De este modo, la comunicación que el Padre ha hecho de sí mismo por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo sigue presente y activa en la Iglesia.

 

12. ¿Qué relación hay entre Sagrada Escritura y Tradición

La Sagrada Escritura y la Tradición no son dos realidades opuestas entre sí; tampoco son dos cosas absolutamente diferentes. Tanto la Tradición como la Sagrada Escritura surgen de la misma fuente; ambas contienen la misma y única Palabra de Dios. Sin embargo, son dos modos distintos de transmisión: La Tradición es transmisión viva que se dará a lo largo de todos los tiempos; la Sagrada Escritura muestra la permanencia y fidelidad inalterables de la Palabra de Dios.

 

13. ¿A quién fue confiada la Revelación Divina?

Jesús confío su Revelación a los apóstoles, y por éstos, a la Iglesia. Pero dentro de la Iglesia, son los obispos, sucesores de los apóstoles, quienes tienen la misión de conservar, explicar y difundir la Palabra. El Magisterio de la Iglesia es, pues, el interprete autentico de la Palabra de Dios, oral o escrita, y está a su servicio.

El Magisterio ejerce plenamente esta misión de explicar la Palabra cuando formula los dogmas. Estos son verdades de fe que el Magisterio propone como pertenecientes a la Revelación, o ligadas a ella, un dogma no es una verdad nueva añadida a la Revelación; sino más bien una verdad que está ya en la Revelación y que se hace explicita, y por tanto, que debe llevar a la adhesión de la fe. Y si bien el Magisterio nos enseña que la Revelación ya fue dada definitivamente por Cristo, acepta la existencia de las llamadas “revelaciones privadas”. Estas no traen algo nuevo que Jesús no haya dicho, sino más bien son acentos que permiten vivir de manera más plena la única Revelación en determinados momentos y circunstancias históricas.

 

14. ¿Qué es la Sagrada Escritura?

La Sagrada Escritura o Biblia, es la Palabra de Dios que ha sido puesto por escrito. En este libro, está contenido lo que Dios nos ha revelado y que fue escrito a lo largo de muchos siglos por diferentes autores humano que escribieron aquello que el Espíritu Santo les iba señalando. A esto le llamamos la inspiración.

 

15. ¿Qué es la inspiración?

La inspiración viene a ser la acción que ejerce el Espíritu Santo sobre el autor sagrado para que ponga por escrito todo y solo que Dios quiere. De esta manera, lo escrito es inspirado porque tiene a Dios por autor principal y se puede decir que la Escritura es auténticamente la Palabra de Dios. Sin embargo, para dejarnos su Palabra, Dios se ha valido de autores humanos con sus capacidades, inteligencias e incluso sus limitaciones. Por tanto los hombres son también verdaderos autores.

De hecho de que la Sagrada Escritura tiene a Dios por autor (inspiración) se sigue que lo que la Escritura enseña con fidelidad y sin error alguno es la verdad que Dios hizo consignar para nuestra salvación. A esto se le llama la Verdad de la Sagrada Escritura.

Y como Dios ha dejado a la Iglesia el encargo de cuidar su Palabra, entonces la Iglesia puede decir qué libros son inspirados, y por tanto, Palabra de Dios. Esto se llama canonicidad: el reconocimiento que la Iglesia hace de un libro como verdadera Palabra Divina. El nombre viene del griego canon, es decir, lista. Fue la Tradición la que elaboró el canon bíblico, integrado por 46 libros del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento:

 

Antiguo Testamento: Génesis, éxodo, Levíticos, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Rut, 1 Samuel, 2 Samuel, 1 Re6es,  2 Reyes, 1 Crónicas, 2 Crónicas, Esdras, Nehemías, Tobías, Judit, Ester, 1 Macabeos, 2 Macabeos, Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Sabiduría, Eclesiástico, Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Baruc, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amos, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías.

 

Nuevo Testamento: Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, Hechos de los Apóstoles, Cartas de Pablo a los Romanos, 1 Corintios, 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 Tesalonicenses, 2 Tesalonicenses, 1 Timoteo, 2 Timoteo, Tito, Filemón; la Carta a los Hebreros, la Carta de Santiago, 1 Pedro, 2 Pedro, 1 Juan, 2 Juan, 3 Juan, la Carta de Judas y el Apocalipsis.

 

16. ¿Cómo se relacionan entre sí el Antiguo y el Nuevo Testamento?

El Antiguo Testamento describe la Antigua Alianza hecha por Dios con el pueblo de Israel para salvar a los hombres que desde el inicio de la historia habían pecado contra Dios. El Nuevo Testamento narra la salvación definitiva realizada por Jesús, quien instaura una Nueva Alianza, cumplimiento de la anterior, en la que toda la humanidad puede alcanzar la reconciliación integral. Esta salvación, ocurrida de manera real en nuestra historia humana, es descrita en los evangelios, que son como el corazón de la Sagrada Escritura, y es explicitada en los otros escritos neotestamentarios.

Por tanto, la Sagrada Escritura debe verde como una unidad. Porque ambos Testamentos son la única Palabra de Dios, y porque describen la única Revelación de Dios. Sin embargo, como la plenitud de la Revelación es Jesucristo, se debe leer y entender toda la Escritura desde el misterio de Jesús. Todo lo que el Antiguo Testamento dice, encuentra su sentido y su realización en el Nuevo Testamento, y lo que el Nuevo Testamento dice, ya estaba como oculto o indicado en el Antiguo.

 

17. ¿Cómo debemos interpretar la Escritura?

Siendo la Sagrada Escritura la Palabra de Dios en palabra humana, al interpretarla debemos buscar qué nos dicen los autores humanos. Y para esto es conveniente considerar los géneros literarios, la cultura de la época, los modos de hablar, etc… Alcanzamos lo que Dios nos quiere decir mediante los hombres que la escribieron teniendo en cuenta que:

 

  1. La Sagrada Escritura es una unidad, a pesar de sus muchos libros (73 en total) y los diversos autores humanos que posee. Por tanto, si es una unidad, no puede contradecirse a sí misma.
  2. La Palabra de Dios contenida en la Escritura fue encomendada a la Iglesia. Por tanto, debe interpretarse la Sagrada Escritura en consonancia como la Iglesia la ha entendido y vivido en su Tradición.
  3. Las verdades que la Escritura nos presenta están cohesionadas entre sí y se sostienen unas a otras es lo que se llama “analogía de la fe”. Toda interpretación de la Escritura debe respetar esta analogía.

 

18. ¿Qué importancia tiene la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia?

La Sagrada Escritura alimenta la vida de los fieles: los instruye, los exhorta y los lleva al encuentro de Jesús, Palabra viva del Padre (ver Jn 1, 1). Por eso la Iglesia ha venerado siempre a la Escritura así como lo ha hecho con la Eucaristía, el Cuerpo del Señor, e invita a sus miembros a leerla, meditarla y practicarla.

 

 

EL HOMBRE RESPONDE A DIOS QUE SE REVELA: LA FE

 

19. ¿De qué modo puede responder el hombre a Dios que se le ha revelado?.

Si la Revelación es para el hombre, entonces éste debe responder al amor y a la manifestación libre de Dios, aceptando y amando libremente a quien le ofrece su Amor. Esta aceptación de Dios por parte del hombre es la Fe.

 

20. ¿Qué es la fe?

La fe es la adhesión personal del hombre a Dios que se revela. Por la fe, el hombre conoce a Dios y su Plan de salvación, acepta confiadamente a Dios y lo ama, y vive en obediencia a lo que Dios le pide. De allí que la fe, en cuanto repuesta del hombre a Dios, abarca toda su realidad humana: su mente, su corazón y su acción.

La fe es también don de Dios, que El nos da para que podamos conocerlo, adherirnos a El y poder seguirlo y obedecerle.  Es, pues, don de Dios y respuesta humana. Y en Santa María, la Madre de Jesús, encontramos el modelo más perfecto de la fe. Ella es “dichosa porque ha creído” (ver Lc 1, 45). Y por su fe todas las generaciones la proclamarán bienaventurada (ver Lc 1, 48).

 

21. ¿Qué significa tener Fe en Dios?

Tener fe en Dios, es creer que Dios es Aquel que se nos ha revelado en la persona de Jesús y que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. La fe cristiana en Dios es una fe trinitaria.

 

22. ¿Qué características posee la fe?

Además de lo que mencionado, podemos señalar las siguientes características de la fe:

 

a)     La fe en cuanto respuesta del hombre al don de Dios, es un acto racional. Lo que creemos no es algo irracional (Dios no es irracional ni caprichoso), ni nos pide que excluyamos el ejercicio de nuestra inteligencia. Pero la fe, al mismo tiempo es suprarracional: trasciende las fronteras de nuestra inteligencia porque Dios, en sí mismo, es misterio y no podemos comprehenderlo en su totalidad. Por eso, la fe nos permite conocer muchas cosas que por nosotros mismos, jamás llegarías a descubrir.

b)     La fe es un acto libre del hombre. El que cree, acepta y sigue voluntariamente a Dios, porque lo ama, y donde hay amor nunca puede haber imposición. Nadie puede obligar a otro a creer, y la fe nunca debe ser impuesta a la fuerza.

c)     La fe es necesaria para la salvación. El que no tenga fe, no se podrá salvar. Pero para alcanzar eta salvación, debemos perseverar en la vida de fe, cooperando activamente desde nuestra libertad para que la fe se desarrolle en nosotros.

d)     La fe es el inicio de la vida eterna; es principio de nuestra santificación. En la raíz y en la base de la vida cristiana, el primer fundamento es la fe. Por lo tanto, la fe debe ser una realidad que crezca en la persona hasta llegar a su meta: la comunión definitiva con Dios por toda la eternidad.

e)     La fe es acto personal, pero no es una experiencia aislada. La fe cristiana es eclesial. Eso significa que la fe no es algo que nosotros nos hayamos dado; nos la ha transmitido la Iglesia en el bautismo. Y por eso, la fe es experiencia comunitaria, donde todos nos apoyamos mutuamente. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros.

 

 

SEGUNDA SECCIÓN

LA PROFESION DE LA FE CRISTIANA

 


CREO DE LOS APOSTOLES

 

Creo en Dios, Padre todopoderoso,

Creador del Cielo y de la tierra.

 

Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,

que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,

nació de santa María Virgen,

padeció bajo el poder de Poncio Pilato,

fue crucificado, muerto y sepultado,

descendió a los infiernos,

al tercer día resucitó de entre los muertos,

subió a los cielos

y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso.

 Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.

 

Creo en el Espíritu Santo,

la santa Iglesia Católica,

la comunión de los santos,

el perdón de los pecados,

la resurrección de la carne

 y la vida eterna.

Amén.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CREDO NICENO CONSANTINOPOLITANO

 

Creo en un solo Dios,

Padre todopoderoso,

creador del cielo y de la tierra,

de todo lo visible y lo invisible.

 

Creo en un solo Señor, Jesucristo,

Hijo único de Dios,

nacido antes de todos los siglos:

Dios de Dios,

Luz de Luz,

Dios verdadero de Dios verdadero,

engendrado, no creado,

de la misma naturaleza del Padre,

por quien todo fue hecho;

que por nosotros los hombres

y por nuestra salvación

bajó del cielo,

y por obra del Espíritu Santo

se encarnó de María, la Virgen,

y se hizo hombre;

y por nuestra causa fue crucificado

en tiempos de Poncio Pilato;

padeció y fue sepultado,

y resucitó al tercer día según las Escrituras,

y subió al cielo,

y está sentado a la derecha del Padre;

y de nuevo vendrá con gloria

para juzgar a vivos y muertos,

y su reino no tendrá fin.

 

Creo en el Espíritu Santo,

Señor y dador de Vida,

que procede del Padre y del Hijo,

que con el Padre y el Hijo

reciben una misma adoración y gloria.

Y que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia,

que es una, santa, católica y apostólica.

Confieso que hay un solo bautismo

para el perdón de los pecados.

Espero la resurrección de los muertos

 y la vida del mundo futuro.

Amén.

 

 

 

 

 

 

 

23. ¿De qué manera expresamos nuestra fe?

El contenido de nuestra fe es amplísimo, porque Dios y su Revelación son inabarcables e inagotables. Sin embargo, la Tradición de la iglesia ha creado unas oraciones que son como la síntesis de la fe cristiana. A estas oraciones-síntesis le llamamos “Profesiones de fe”, “símbolos de fe” o también “credos”, porque la primera palabra del símbolo es “creo”. A través de ellas la Iglesia nos enseña y nos transmite la fe.

 

24. ¿Cómo aparecen los símbolos de fe o credos?

El credo, que es la recopilación de las verdades de fe, aparece desde muy antiguo ligado al momento del bautismo. Los que iban a ser bautizados debían expresar en voz alta cual era el núcleo de la fe que iban a recibir de la Iglesia. Con el tiempo, este núcleo fundamental se fue desarrollando a medida que se acrecentaba la vida de fe en la Iglesia (la fe es la misma pero va creciendo su comprensión). Y el credo tiene la función de identificar a los creyentes, así como de garantizar su unidad en la fe.

 

25. ¿De qué manera está dividido el Credo?

De acuerdo a la estructura de la liturgia bautismal, el credo o profesión de fe se divide en tres partes: a) Creo en Dios Padre; b) Creo en Jesucristo su único Hijo; c) Creo en el Espíritu Santo. El Credo tiene, pues, una estructura trinitaria, y todos los demás artículos de la fe se van agrupando a estas tres partes fundamentales. Y por eso, recitar con fe el Credo es entrar en comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, es entrar también en comunión con toda la Iglesia que nos transmite la fe y en el seno de la cual creemos

 

26. ¿Cuántos credos existen en la Iglesia?

A lo largo de la historia de la Iglesia han aparecido muchos símbolos de fe. Pero los más comunes son: el Credo de los Apóstoles y el Credo Niceno-constantinopolitano, ambos de origen muy antiguo.

 

 

 

CREO EN DIOS PADRE

 

27. ¿Quién es Dios?

Mediante su Revelación, Dios e nos ha dado a conocer. Y nos ha dicho que es Único, que no hay un solo Dios. El es nuestro primer origen y nuestro fin último. Él es quien da sentido y razón de ser a nuestras vidas. Y a pesar de lo que podamos decir, es y sigue siendo misterio. Y aunque Dios no deje de ser misterio, ha querido relacionarse con nosotros, los hombres, como amigos y nos ha hablado e invitado a participar en su vida.

 

28. ¿Qué nos dice la Sagrada Escritura acerca de Dios?

La Sagrada Escritura recoge lo que Dios mismo nos ha dicho acerca de El. En el Antiguo Testamento, Dios reveló su nombre a Moisés: “Yo soy el que soy” (Ex 3, 14). Esto significa que solo Dios Es: plenitud del ser, el que fundamenta todo lo que existe y que permanece para siempre. Y porque Dios es Ser en plenitud, y permanece para siempre, por eso es Dios fiel.

Dios es la Verdad misma, por tanto no puede engañar, ni tampoco obrar contra la verdad de las cosas que ha hecho; Dios no es irracional, en el sentido que haga cosas contrarias a su Designio. Dios no es arbitrario ni caprichoso.

Pero la Sagrada Escritura nos va a decir también que Dios es amor (1Jn 4, 16), que su ser mismo es el Amor y que su revelación y su reconciliación salvífica son fruto del intenso amor con que nos ama. Toda la realidad íntima de Dios, su realidad trinitaria, puede entenderse como comunicación de amor entre Padre, Hijo y Espíritu Santo e invitación de la Trinidad al ser humano a participar de este amor divino.

 

29. ¿Y qué de nuevo nos ha revelado Jesús acerca de Dios?

Jesús no solamente nos ha dicho todo lo anterior acerca de Dios, sino que nos ha revelado su misterio más íntimo: Dios es Trino. Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas en un solo Dios. Este es el misterio de la Trinidad, misterio central de la vida cristiana, y un misterio en sentido estricto, es decir, que no lo habríamos conocido de no haber sido por la revelación de Jesús.

 

30. ¿Qué queremos decir cuando rezamos “Creo en Dios Padre”?.

Al decir que Dios es Padre, expresamos nuestra fe en que Dios es Origen de todo lo que existe y al mismo tiempo, bondad y amor que protege y cuida lo existente. Pero hay más. Dios es Padre en sentido real, no solo por ser creador, sino por ser el Padre de Jesucristo. Desde toda la eternidad, Dios es Padre. Ello significa que desde siempre está el Hijo, que es “consustancial” (de la misma sustancia) al Padre, y por lo tanto, Dios mismo. El Hijo tiene su origen en el Padre, y el Espíritu Santo tiene su origen en el Padre y el Hijo. Por eso la fe confiesa que Dios es único, pero no solitario: el Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios. Pero no hay tres dioses, sino un solo en tres personas distintas.

La fe en la Trinidad fue vivida desde el Principio por toda la Iglesia. En la escritura halló la enseñanza de Jesús sobre Dios Uno y Trino (ver Jn 1, 1ss; Lc 1, 26-38; Mt 28, 18-20; 2Cor 13, 13, etc). Al decirnos Jesús que Dios es Padre en sentido pleno nos está descorriendo el velo que cubre el misterio de la Santísima Trinidad.

 

31. ¿Qué características de Dios Padre señala el credo?

El Credo nos dice dos cosas específicas acerca de Dios Padre: que es Todopoderoso y que es Creador del cielo y de la Tierra.

 

32. ¿Por qué decimos que Dios Padre es Todopoderoso?

Llamar Todopoderoso a Dios Padre expresa su Dominio y Señorío Absoluto sobre el mundo, que ha sido creado pro El; pero expresa de manera especial ese poder a través de su amor creador y reconciliador: Dios puede persona y mover a la conversión a un corazón endurecido por el pecado. Dentro del marco de libertad en el que se desarrolla la relación entre Dios y el hombre, Dios Padre puede suscitar el arrepentimiento donde no lo hay, y reconciliar a los hombres. Por eso, la Escritura llama “nueva creación” a esta reconciliación que el Padre realiza por Jesucristo y que es pasar del no-ser del pecado a la plenitud de la vida de la gracia, haciéndonos hijos suyos.

 

33. ¿Es Dios Padre el Creador del cielo y de la tierra?

Sabemos que Dios Padre es Origen y Principio de todo cuanto existe, y por eso se le atribuye la creación del universo.

Pero en sentido estricto, la creación es obra común de la Santísima Trinidad. Esto lo dice la Escritura al señalar la acción creadora del Padre: “Y dijo Dios: Haya Luz” (Gén 1, 3), y también la creación como obra del Hijo: “Todo fue hecho por la Palabra (Jn 1, 2), y también la creación como obra del Espíritu Santo: “…Y el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas” (Gén. 1, 2).

 

34. ¿Cómo ha creado Dios el mundo?

Podemos señalar algunas características del acto creador de Dios, como por ejemplo:

 

a)     Dios ha creado al mundo de la nada; es decir, lo que no existía ha parecido gracias al poder creador e infinito de Dios. Con esto se nos enseña una gran verdad: el mundo no es Dios, porque ha sido hecho por El. La creación del mundo, de la nada, es afirmación radical del monoteísmo.

b)     Dios ha creado el mundo de manera libre; nadie lo ha obligado. Y como Dios es Sabiduría y Verdad Absolutas, ha plasmado en el mundo un orden que se rige según su designio de salvación. Es lo que llamamos el Plan de Dios.

c)     Dios ha creado el mundo por amor; sin obligación ni exigencia alguna, ha querido comunicar su amor a otros eres para que participen den su fidelidad plena. El mundo ha sido creado para la Gloria de Dios… pero la gloria de Dios es el hombre que vive la Comunión divina.

d)     Dios ha creado al mundo bueno, lleno de belleza, de bondad y de armonía. En esto podemos ver que para nuestra fe, la creación es una realidad valiosa y positiva; nunca el cristianismo ha dicho que la creación sea algo malo y negativo, más bien es todo lo contrario.

e)     Dios ha creado el mundo para el hombre. Se lo ha dado para que en él y mediante él pueda realizarse y alcanzar su meta: la comunión divina y la plenitud humana. Por eso, en cuanto que es medio para su propia realización, el hombre no debe despreciar el mundo ni tampoco prescindir de él.

 

35. Al crear Dios el mundo, ¿lo deja parar que funcione como pueda, o más bien tiene una Preocupación especial por el mundo?

Dios ha creado el mundo, pero no lo ha dejado abandonado. Lo cuida y conserva para que se mantenga en la existencia. Dios mismo interviene en la creación disponiendo las cosas de tal manera que ésta –la creación- pueda alcanzar su plenitud definitiva. El cuidado y las disposiciones con las que Dios interviene para que el mundo y el hombre lleguen a su realización, es la Divina Providencia.

 

36. ¿De qué manera actúa la Providencia Divina?

El cuidado personal de Dios sobre sus creaturas (pues eso es la Providencia) es ejercida por Dios mediante la participación de las creaturas. Inclusive, Dios quiere que en su concurso libre, las creaturas colaboren para que el mundo pueda alcanzar su realización definitiva. Pero si bien este es el modo más común del actuar de la Providencia, no impide que en algún momento Dios pueda actuar directamente, pues El es Señor del mundo.

37. Y si Dios ha creado el mundo bueno y lo cuidamos con su Providencia, ¿por qué entonces existe el mal?

Ciertamente, Dios no ha creado el mal, ni se complace en su existencia. La creación no tiene aún la perfección final; se encamina hacia ella. Mientras tanto, deberá dejar todo aquello que aparece como imperfecto. Sin embargo, lo más grave es que por una decisión libre – y equivocada- las creaturas espirituales (ángeles y hombres) se apartaron de Dios e introdujeron el mal y la desgracia, algo mucho más que las imperfecciones propias de la creación. Es el pecado la causa de la existencia del mal, del dolor y de la muerte, y el origen de la tragedia que hace sufrir al hombre y al mundo.

La existencia del mal es un misterio; sin embargo, Dios ha sabido sacar del mal muchos bienes. En la muerte de Jesús en la cruz, a través de la que somos reconciliados, Dios ha querido esclarecer en algo la realidad del mal, que ha sido vencido por el amor del Señor Jesús.

 

38. ¿Qué significa que Dios es creador de cielo y tierra?

Significa que Dios ha hecho todo lo que existe, el universo visible e invisible, esto es, las cosas, los hombres y las creaturas invisibles que llamamos ángeles.

 

39. ¿Quiénes son los ángeles?

Los ángeles son creaturas espirituales, no corporales, que acompañan a Dios, lo glorifican y le sirven. En cuanto que son espirituales, son creaturas personales. Su función es la de ser los mensajeros de Dios. A través de ellos, Dios va dando a conocer su Plan de salvación y lo va realizando en la historia humana. Y por eso Jesucristo, que realiza el plan Divino, aparece como Señor de los Ángeles, puesto que ellos han sido creados por El y participan en la realización de la obra reconciliadora.

 

40. ¿Qué papel cumplen los ángeles en la vida de la Iglesia?

Así como Jesús se valió de los ángeles en la relación de la reconciliación, así también quiere que sigan ayudándonos a vivir en gracia y comunión. Por eso la Iglesia venera a los Ángeles como intercesores y protectores, y nos enseña que todo hombre es acompañado a lo largo de su vida por la presencia protectora de un ángel. Junto con los ángeles en el cielo, la Iglesia eleva su adoración y alabanza al único Dios.

 

41. ¿Cómo ha creado Dios al hombre?

Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza (ver Gén 1, 26). Por ser imagen de Dios, el hombre lleva en sí la huella, el reflejo de Dios que lo mueve a buscar a Dios y querer vivir la comunión con El; mientras que la semejanza implica el proceso dinámico por el cual el hombre, a través del don de Dios mismo, se va haciendo lo más igual posible a Dios. Y este don es el amor divino que nos llega como gracia.

 

42. ¿Qué características propias posee el hombre?

Del hecho de haber sido creado imagen y semejanza de Dios, el hombre presenta una serie de rasgos muy propios:

 

  1. Es un ser que en su unidad fundamental, presenta una dimensión corporal (cuerpo), una dimensión anímica o psíquica (alma) y una dimensión espiritual (espíritu). Se puede decir con San Pablo, que el hombre es unidad del cuerpo, alma y espíritu (ver 1Tes 5, 23), o también con la tradición más común, que es unidad de cuerpo y alma, entendiendo alma como el principio espiritual en el hombre.
  2. El ser humano ha sido creado como varón y mujer; la distinción de sexos querida por Dios al momento de crear a la humanidad, señala que el hombre está llamado a vivir la comunión y el encuentro con los otros, realizándose en la complementación con los demás, y especialmente con la mujer.
  3. El hombre es un ser social; su plenitud se alcanza en la medida en que vive y se comunica con los otros seres humanos. Y esta dimensión social es parte constituya del ser humano, pues refleja la realidad social de la Trinidad, de la que el hombre, por ser imagen y semejanza divinas, es reflejo.
  4. El hombre es persona. No es algo, sino Alguien. Posee inteligencia, voluntad y libertad y está llamado a su realización en y por el amor. Y esta vocación el hombre la realiza en el ejercicio de su libertad. En su libertad, el hombre puede expresar toda la grandeza de la vocación a la que Dios le ha invitado.

 

43. ¿De qué manera vivía el ser humano al principio de su historia?

Dios creó al hombre y lo invitó a participar de su misma vida divina. La vocación del hombre es la comunión con Dios, y por ella, la comunión consigo mismo, con los demás hombres y con la creación toda. Desde el primer momento de su existencia, el hombre vivía participando de esta comunión; por tanto, se encontraba en armonía con Dios; interiormente vivía la armonía de sí mismo como autodominio y autoposesión; vivía la armonía con los demás, y también con la creación. La Escritura nos presenta eta vida de gracia original y de armonía bajo la figura del Paraíso (Ver Gén. 2, 8ss).

 

44. Si todo era tan perfecto en un principio, ¿qué ocurrió para que todo eso se perdiese?

Lo que ocurrió fue que, en el principio de la historia, las creaturas espirituales, usando mal de su libertad, se apartaron de Dios y rompieron la armonía y la felicidad original. Es lo que nosotros llamaos el pecado de los orígenes.

 

45. ¿También los ángeles sufrieron una caída?

Sí. Algunos ángeles en vez de optar por Dios y por la dicha que les ofrecía eternamente, lo rechazaron y prefirieron vivir eternamente en odio y enemistad con Dios. Eso fue lo que pasó con Satanás, el jefe de los ángeles caídos. Al optar por el mal, Satanás y sus ángeles (los llamados demonios) viven el rechazo de Dios de manera total e irrevocable, y al odiar a Dios, odian también al ahombre y pretenden arrastrarlo hacia el mal y la desdicha a través del engaño y la seducción. La existencia del Diablo como ser personal (y no solo como un símbolo o personificación de un mal abstracto) es una verdad de fe, creída desde el principio en la Iglesia y por la Iglesia.

 

46. ¿Y Cómo fue la caída del hombre?

Al crear Dios a los primeros hombres los invitó a vivir su propia vida divina de amor, y así poder ser felices. Le dio la gracia para que pueda responder a esa invitación y realizarse como hombre. Y mediante el don de la libertad, cooperando con la gracia, podía alcanzar la comunión divina. Pero el hombre uso mal de su libertad, y se dejó engañar por Satanás (ver Gén 3, 1ss) y en vez de aceptar lo que Dios le decía, desobedeció, y rechazándolo se apartó de Él. Esto es lo que llamamos pecado original.

 

47. ¿Qué cosa es exactamente el pecado original?

La expresión pecado original designa dos realidades distintas, aunque relacionadas entre sí. En primer lugar, significa el pecado de nuestros primeros padres (que la Escritura designa como Adán y Eva), un pecado de desobediencia al mandato divino (ver Gén 2, 16ss). Las consecuencias de este pecado fueron: la ruptura del hombre a todo nivel. Si el hombre antes del pecado vivía en armonía con Dios, consigo mismo, con los demás y con la creación, ahora por el pecado vive la ruptura con Dios; sufre una quiebra en su interior, quedando como dividido; sus relaciones con los otros (en concreto, las relaciones entre Adán y Eva) ya no serán de amor y de entrega, sino de egoísmo y de enemistad; por último, la creación sufrirá las consecuencias del pecado del hombre: destrucción, desolación y desequilibrio. Por el pecado, el hombre queda inclinado al mal y desviado de su meta, que es Dios. Por el pecado la muerte se introduce en el mundo.

Pecado original significa también la condición de desgracia en la que nace todo hombre. Es la situación de lejanía de Dios y de ausencia de gracia que tiene todo hombre desde que nace como consecuencia del pecado de Adán. En efecto, Adán y Eva transmitieron esta condición a toda su descendencia, como consecuencia de su pecado. El pecado original, en este sentido, sería la herencia (negativa) que nos transmitieron nuestros primeros padres. Perdemos la semejanza, es decir, la gracia, y nuestra imagen queda como oscurecida y debilitada. Vivimos la inclinación desordenada al mal (concupiscencia) que nos jala al pecado. Pero si bien le pecado original es propio de cada uno, no es una falta personal; no es algo que yo haya hecho, sino más bien es algo que he recibido.

A veces nos preguntamos: ¿por qué el hombre es capaz de tanta maldad si ha sido creado bueno por Dios? En la doctrina del pecado original encontramos la respuesta. Pero sabemos que el pecado original no es invencible, y que en nosotros es borrado por el bautismo. El Señor Jesús ha derrotado al pecado, lo ha destruido y unido a Él, podemos vencerlo y desterrarlo de nuestras vidas. Pero para eso hemos de luchar contra el dinamismo propio del pecado y del demonio. La vida del hombres es una lucha permanente (ver Job 7, 1ss; 1Cor 9 25-27).

 

 

CREO EN JESUCRISTO, HIJO UNICO DE DIOS

 

48. Al pecar el hombre, ¿lo dejó Dios abandonado a su suerte?

Ciertamente que no. Dios Padre, en su gran misericordia, no solo no abandonó al ser humano, sino que a lo largo de los tiempos, fue preparando poco a poco a la humanidad para que en un momento muy esencial (la “plenitud de los tiempos” de la que habla San Pablo, ver Gál 4 4) viniese al mundo su Hijo, para reconciliar al hombre salvándolo del pecado y de la muerte y llevarlo de nuevo a la comunión con El. Y ese es Jesús nuestro Reconciliador y Salvador.

 

49. ¿Quién es Jesús?

Jesús es el Hijo único de Dios, la segunda persona de la Trinidad y por tanto, Dios mismo. El es la Palabra del Padre, su Verbo (ver Jn 1, 1) que, enviado por el Padre, se hizo hombre y habitó entre nosotros (ver Jn 1, 14). Por ser Dios e Hijo de Dios, es eterno y consubtancial (de la misma sustancia) que el Padre, y posee con El la misma divinidad. Por ser hijo de la Virgen María, es hombre como nosotros, y por eso, nuestro hermano.

Los nombres que damos a Jesús reflejan algo de su misterio. El nombre Jesús, significa “Yahvéh salva” y señala su condición de Salvador de los hombres. Al llamarlo Cristo (Ungido) indicamos que El es el Mesías, el esperado por Israel para salvar a la humanidad de sus pecados. El nombre compuesto Jesucristo quiere expresar esa dimensión de Salvador y Elegido por Dios (Cristo y Mesías significa lo mismo). Mientras que al llamarlo Señor, estamos señalando su divinidad. Por eso, cuando decimos “El Señor Jesús”, indicamos la realidad de Jesús en su condición humana, real e histórica, y su realidad divina por ser el Hijo de Dios. “Nadie puede decir ¡Jesús es Señor! Sino por influjo del Espíritu Santo” (1Cor 12 3).

Jesús es el centro de nuestra fe cristiana. Creer en El es lo que nos distingue. Y la catequesis no será otra cosa más que enseñar a creer y amar a Jesús, la razón y sentido de nuestra existencia.

 

50. ¿Qué significa decir que el Señor Jesús es el Verbo Encarnado?

Significa que el Verbo Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Trinidad, se hizo hombre sin dejar de ser Dios y vino a vivir nuestra existencia humana. Esto es un hecho que ocurrió real e históricamente en un momento concreto de la historia humana, en un pueblo y una cultura específicos (Israel, siglo I, etc.). A este gran misterio le damos el nombre de Encarnación, que es central y distintivo de nuestra fe (Ver Jn 1, 14; Flp 2, 5-8; Hbr 10, 5-7; 1 Jn 4, 2).

 

51. ¿Por qué se encarnó el Hijo de Dios?

Al observar el Plan de Dios tal como nos ha sido manifestado por el Señor Jesús, podemos señalar algunos rasgos que nos indican el por qué de la Encarnación:

 

  1. El Hijo de Dios se encarnó para reconciliarnos con Dios Padre. Por el Pecado vivíamos la ruptura con Dios, con nosotros mismos, con los demás y con la creación toda. Pero por la Encarnación, Dios y el hombre están unidos íntima e inseparablemente en la persona de Jesús, que es Dios y hombre, y podemos nuevamente vivir la comunión con el Padre. La Encarnación es la primera reconciliación.
  2. El Hijo de Dios se encarnó para que pudiésemos conocer el amor de Dios. Podemos ahora saber cuánto nos ama Dios, si miramos al Señor Jesús.
  3. Por la Encarnación el Señor Jesús es nuestro modelo y medida de santidad. Él es el “Hagionormo”. Y él es quien nos manifiesta la plenitud de nuestra humanidad: ser hombre pleno es ser como Jesús.
  4. Por la Encarnación, además, el Señor Jesús nos hace partícipes de la naturaleza divina (ver 2Pe 1, 4) para poder vivir la comunión con Dios Padre y gracias al don del Espíritu Santo (Ver 2 Cor 13, 13).

 

 

52. El Señor Jesús, Verbo encarnado, ¿es hombre igual a nosotros?

Si. Por su Encarnación, Jesús es hombre igual en todo a nosotros, menos en el pecado (ver Hbr 4, 15). Eso significa que posee un alma y espíritu propiamente humanos, inteligencia y voluntad humanas; que ha sufrido, sentido y gozado como sufren, sienten y gozan los hombres: ha padecido sed (ver Jn 4, 1ss); ha llorado (ver Jn 11, 35); ha muerto (ver Jn 19, 30).

 

53. ¿Qué quiere enseñarnos el Credo cuando dice que Jesús “nació de Santa María Virgen?.

Nos enseña que María, la Virgen, es madre del Señor Jesús. Gracias a ella, a su Fiat (hágase en mí.,..) generoso, el Hijo de Dios se hizo hombre, se hizo hijo de María.

Al ser María la madre de Jesús, es por eso Madre de Dios, por ser madre del Hijo de Dios que es Dios mismo. Y siendo madre de Jesús, cabeza del cuerpo místico de salvación (la Iglesia)  es también madre de los miembros de ese cuerpo: ella es madre nuestra en el orden de la gracia (maternidad espiritual de María).

María ha sido elegida y predestinada por Dios Padre desde toda la eternidad para ser la madre de Jesús. Y por eso, Dios la llenó de la plenitud de la gracia, preservándola de todo pecado, incluso del original. Esto es lo que nos indica el saludo del Ángel Gabriel a María cuando le dice: “Alégrate, llena de gracia” (ver Lc 1, 28). Esta verdad de fe (la preservación de María del pecado original) es el dogma de la Inmaculada Concepción.

Por otra parte, en el mismo pasaje de la Anunciación (Lc 1, 26.-38) y en otros textos (Mt 1, 18-25) se deja ver que María ha concebido a Jesús por obra del Espíritu Santo sin intervención de varón. La maternidad de María es virginal, y la Iglesia ha proclamado como verdad de fe la Virginidad Perpetua de María, explicitada en la conocida fórmula “antes, durante y después del parto”.

Además, María, unida a su hijo el Señor Jesús, ha participado de su triunfo sobre la muerte, expresado en la resurrección del Señor. Por eso, Ella, por una gracia muy especial, se halla en el cielo, glorificada en cuerpo, alma y espíritu, gozando de Dios e intercediendo por nosotros sus hijos. A esta verdad de fe, le llamamos la Asunción Gloriosa de María.

 

54. ¿Por qué es tan importante la Virgen María?

María es importante porque ella muestra cuál debe ser la actitud del hombre ante Dios: la cooperación activa a la reconciliación que Dios nos ofrece. Al responder al ángel “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38) permite que se pueda realizar la encarnación, principio de nuestra reconciliación.

María es modelo de obediencia, de disponibilidad y de fidelidad a Dios y a su Plan. Ella, por ser Madre nuestra (maternidad espiritual) nos ayuda a ser semejantes a su Hijo, nos va conformando con el Señor Jesús, educándonos en la vivencia del amor que nos transforma. Y por último, María intercesora ante Dios por nosotros, es Madre y modelo de la Iglesia. Todo lo que es ella (toda santa, virgen fiel, pura, etc.) la Iglesia está llamada y encaminada a realizar.

 

55. ¿De qué manera nos ha salvado el Señor Jesús?

El Señor Jesús, por su Encarnación, nos salva viviendo una existencia humana. En ese sentido, la humanidad de Cristo es un sacramento, o sea, signo e instrumento de su divinidad y de la salvación que nos trae. Por lo tanto, toda la vida de Jesús es salvífica: todo lo que El hace, dice, enseña, etc. Apunta a que nuevamente vivamos la comunión perdida por el pecado, es decir, apunta a la reconciliación.

Los hechos que constituyen la vida del Señor reciben el nombre de los misterios de Jesús. En esos misterios, El se presenta como nuestro modelo de humanidad y nos muestra lo que es nuestro propio misterio. Con su predicación, nos habla del Reino de Dios que El viene a establecer en este mundo. Sus milagros manifiestan la presencia del Reino y nos abren a la fe en Jesús como Hijo de Dios y Salvador. Debemos asumir en nosotros los misterios del Señor para poder conformarnos a Jesús, especialmente en su estado fundamental de hijo de María, y al final poder decir con San Pablo: “Vivo yo, mas no yo: es Cristo quien vive en mí” (Gál 2, 20).

Sin embargo, aún cuando toda la vida del Señor Jesús es salvífica y reconciliadora, hay momentos muy especiales donde esa salvación reconciliadora se da de modo más pleno. Y el momento más importante de su salvación es el de su pasión, muerte y resurrección. Es lo que llamamos el misterio pascual.

 

56. ¿Cómo murió el Señor Jesús?

El Señor Jesús murió crucificado; fueron los jefes del pueblo judío, el Sumo Sacerdote Caifás y los miembros del Sanedrín quienes lo entregaron a los romanos para que lo ejecuten. Pero la muerte del Señor Jesús no fue ni accidente ni casualidad: él entrego su vida por nosotros (ver Jn 10, 17-18) cumpliendo de ese modo las profecías que anunciaban su sacrificio (ver Sal 21, 1ss; Is 53, 1-12 etc.), y realizando así el Plan reconciliador de Dios Padre: entregar su vida para reconciliarnos: “El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20, 28).

 

57. ¿Qué significado tiene la muerte de Jesús en la cruz?

La muerte del Señor Jesús en la cruz es un acto de obediencia filial que nos reconcilia. En efecto, el pecado, causa de la ruptura con Dios (y de las demás rupturas) se produjo por un acto de desobediencia. La reconciliación se ha producido por un acto de obediencia: “y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz” (Flp 2, 8). La muerte en cruz de Jesús es, además, expresión de su gran amor por nosotros: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15 13) y al mismo tiempo es expresión del amor de Dios Padre por nosotros: “Mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros” (Rm 5, 8).

Al morir en la cruz, el Señor Jesús ha tomado sobre sí todos nuestros pecados, y de ese modo nos ha limpiado y reconciliador. El no tenía pecado, era inocente; pero al cargar con nuestros pecados nos ha quitado la condena que pesaba sobre nosotros. El sacrificio del Señor nos ha hecho justos, posibilita que seamos regenerados completamente: es como una “nueva creación” del hombre, según lo que enseña San Pablo (ver 2Cor 5, 17).

 

58. ¿Murió verdaderamente Jesús?

Si. Esto significa que Jesús ha conocido el estado de muerte por el que todos los hombres hemos de pasar; y esto nos puede dar una idea del gran amor que El nos tiene. Jesús, Hijo de Dios y Dios mismo, ha sufrido la muerte por amor a nosotros, para librarnos del enemigo invencible de toda la humanidad. Pero Jesús “con su muerte destruyó a la muerte” y eso se ha realizado por la Resurrección.

Cuando rezamos el Credo y decimos del Señor Jesús que: “… descendió a los infiernos”, se quiere expresar que la muerte de Jesús fue verdadera y que se “reunió con todos aquellos que habían muerto antes de su Venida, para que reciban la gloria (el caso de los justos) o lo que merecieron los malos por sus pecados y por su rechazo de Dios. Decir que Jesús “descendió a los infiernos” es afirmar no solamente que murió de verdad, sino también que su salvación reconciliadora trasciende el tiempo y engloba incluso a los que existieron antes de su Venida (Encarnación).

 

59. Pero el Credo dice también que Jesús resucitó al tercer día., ¿Qué significa esto?

Significa que la muerte no ha sido el último acto en la existencia de Jesús. Ciertamente murió, pero resucitó, y con su resurrección destruyó el poder de la muerte y el pecado y de esa manera nos liberó y nos posibilito vivir la reconciliación definitiva.

La resurrección de Jesús es el acontecimiento en el que el Señor, que había muerto, vuelve a la vida. Pero no se trata de un “revivir” o retomar la existencia tal cual la había dejado. La vida de Jesús resucitado es una vida de gloria: su humanidad es una humanidad glorificada, que ya no cubre su dignidad, sino que más bien la irradia. Y la resurrección implica esta nueva existencia humana integral, plena, sin rupturas, y además para siempre. Con su resurrección, Jesús dio cumplimiento a las profecías que anticipaban este hecho (ver Sal 16, 10 y otros).

60. ¿Cómo debemos entender la resurrección de Jesús? ¿Es un hecho histórico?

La resurrección del Señor Jesús sí es un hecho histórico. El sepulcro vacío (ver Jn 20, 5-7) y la indicación de que este hecho ocurrió “al tercer día” indican las coordenadas de espacio y de tiempo en que se desarrollo tal acontecimiento. Las apariciones de Jesús, los testimonios que sobre El han dado los apóstoles y muchos otros, todo ello hace ver que la resurrección debe ser considerada como histórica: ocurrió efectivamente y se constata este suceso en nuestra historia humana objetiva.

Pero hay que decir además que si bien la resurrección es un hecho histórico, también es un hecho que trasciende la historia. Cristo resucitado ya no se circunscribe a un específico tiempo y espacio limitados y parciales: por su resurrección Cristo “abarca” todo lugar y todo tiempo, para que su reconciliación sea la más universal posible. De tal manera que hay que decir que la Resurrección de Jesús es al mismo tiempo histórica y metahistórica o trascendente. No se deben negar ni rechazar ninguno de esos dos aspectos.

 

61. ¿Qué alcances o consecuencias se siguen de la resurrección del Señor Jesús?

En primer lugar, la resurrección de Jesús es el fundamento de nuestra fe, es la confirmación de lo que es Jesús, Dios hecho hombre, y la corroboración de todo lo que dijo e hizo. Pro eso, San Pablo enseña que: “Si Cristo no resucitó, vana sería nuestra fe” (1Cor 15, 14ss).

En segundo lugar, la resurrección de Jesús indica la condición actual y permanente del Señor: El se encuentra junto con el Padre y el Espíritu Santo, pleno de gloria, pero como hombre, es decir, en su realidad corporal, anímica y espiritual realizada de modo perfecto. Jesús es y será por toda la eternidad Dios-hombre glorificado, y eso es debido a su Resurrección.

En tercer lugar, la Resurrección de Jesús produce un doble efecto: por una parte, nos libera del poder del pecado y de la muerte; por otro lado, nos ofrece el acceso a una nueva vida, en la que podremos vivir los frutos de la reconciliación.

Y por último, la Resurrección, de Jesús es garantía de nuestra propia resurrección. Si estamos unidos al Señor Jesús, podremos resucitar con El y vivir la vida eterna. ¿Cómo nos unimos a Jesús?. En primer lugar, por el bautismo; pero de manera especial, en la Eucaristía, donde recibimos a Cristo resucitado y glorioso, prenda de la vida eterna y de la resurrección.

 

  1. 62.          ¿Y qué significa lo que dice el Credo: “Subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso”?.

Este hecho, al que llamamos la Ascensión del Señor, indica que a los cuarenta días de su resurrección, Jesús retornó nuevamente junto a Dios Padre, de donde había venido (ver Jn 16, 28) y allí se encuentra ejerciendo su soberanía y su cuidado sobre el mundo, hasta el fin de los tiempos.

La Ascensión de Jesús significa, entre otras cosas, nuestra posibilidad de estar junto a Dios en nuestra realidad de hombres. En efecto, toda nuestra realidad humana (no sólo una parte) está invitada a la Comunión y a la felicidad plenas. El que Jesús, en su Cuerpo y humanidad gloriosas, se encuentre en el Cielo, es la garantía de que nosotros también podremos participar de esa vida.

Por otra parte, la Ascensión es un misterio de Amor. Jesús resucitado y glorioso, en el cielo, continuamente intercede y pide a Su Padre por nosotros. El que está en el cielo, es decir, quien ha participado ya del misterio de la Ascensión de Jesús, se une al amor intercesor de Jesús por los hombres, sus hermanos.

 

 

63. ¿Volverá Jesús?

Sí. Al final de los tiempos, cuando lleguemos al último momento de nuestra historia, el Señor vendrá nuevamente, eta vez en toda su gloria y poder. A este momento le damos el nombre de parusía, o Segunda Venida del Señor Jesús.

Con su muerte, resurrección y ascensión, el Señor Jesús derrotó el mal y el pecado e instauró su Reino en nuestro mundo. Pero tanto la derrota del mal como la instauración del Reino tienen que hacerse absolutas. Y esto es lo que sucederá al final de la historia. La Escritura nos enseña que en este último momento la Iglesia pasará por momentos muy difíciles y se verá muy probada en su fe; pero el que persevere hasta el fin, ese se salvará. La venida de Jesús será la expulsión definitiva del mal y de la muerte, así como el inicio de la vida eterna y bienaventurada, la Comunión con Dios Uno y Trino.

Hasta que esto suceda, la Iglesia vive en la espera activa del Señor Jesús, cooperando con la gracia para que se realice el designio de Dios sobre nuestro mundo y procurando ser fiel en todo momento. La oración de la Iglesia: Maranatha (¡Ven Señor Jesús!) es expresión de esta espera activa.

 

 

 

 

 

CREO EN EL ESPIRITU SANTO

 

64. ¿Quién es el Espíritu Santo?

El Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad, ES Dios al igual que el Padre y el Hijo son Dios. Por tanto, el Espíritu Santo recibe la misma adoración que tributamos al Padre y al Hijo.

Así como Jesucristo es el Verbo, la Palabra del Padre hecha hombre, el Espíritu Santo es el Amor del Padre. El Espíritu Santo procede eternamente del Padre y del Hijo como Amor que une y comunica, que realiza de manera total la Comunión. Y así como el Hijo es enviado por el Padre para realizar una misión en el mundo, así también el Espíritu Santo es enviado por el Padre y por el Hijo para el cumplimiento de una misión.

 

65. ¿Cuál es la misión encomendada al Espíritu Santo?

Ante todo, hay que señalar que la misión del Espíritu Santo está muy ligada a la misión del Señor Jesús. Si la tarea de Jesús es la Revelación del Padre, el Espíritu nos lleva a la comprensión de la reconciliación, el Espíritu tendrá como tarea la actualización y plenitud de esa reconciliación en el presente y para todos los tiempos. Si por los misterios reconciliadores del Señor podemos amar a Dios, el Espíritu Santo, que es Amor, nos transforma y hace que efectivamente lo amemos.

Podríamos decir que la misión del Espíritu Santo es la de hacernos vivir el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones por El mismo (ver Rom 5, 5). En otras palabras, la misión del Espíritu Santo es la santificación de los hombres.

 

66. ¿Y cómo se ha desarrollado esta misión a lo largo de la historia de la reconciliación?

Desde el primer momento de la historia, el Espíritu Santo se hallaba presente. Así, el Espíritu está en el momento de la creación, sobre las aguas (ver Gén 1, 2). La nube luminosa que guiaba a los israelitas por el desierto ha sido entendida como la presencia del Espíritu que orienta e ilumina (ver Ex 40, 36-38). Los profetas anuncian la salvación de Dios y predicen que el Mesías será Aquel que esté lleno de Espíritu Santo (Is 61, 1-2). Justamente, la efusión del Espíritu Santo que transforme los corazones indicará la llegada de la salvación reconciliadora (ver Ez 36, 25-28).

El Señor Jesús es el hombre lleno del Espíritu Santo (ver Lc 4, 16ss); ha sido concebido por obra del Espíritu Santo en María, la Virgen (Lc 1, 35ss); es llevado por el Espíritu (Ver Mt 4, 1ss) y sus milagros los realiza por el poder del Espíritu (Ver Mt 12, 28). A los apóstoles promete enviarles el Espíritu Santo (ver Jn 15, 26 y par). Y esta promesa se cumple el día de Pentecostés, cuando el Espíritu desciende sobre los Apóstoles reunidos en torno a María, la madre de Jesús (ver Hchos 2, 1ss). Pentecostés aparece como la antítesis de la escena de la torre de Babel (ver Gén 11, 1ss) donde el pecado llevó a la ruptura-división entre los hombres; en Pentecostés, es el Espíritu el que unifica, reconcilia a quienes el pecado había dispersado.

A lo largo de nuestra historia, el Espíritu Santo irá realizando la reconciliación: reconciliará a Dios con el hombre que vivirán unidos en el amor (jl 3, 1ss); reconciliará al hombre en su interior por medio de la presencia del Espíritu de amor (ver Ez 36, 26-28); reconciliará a los hombre entre sí, que vivirán en paz y en unidad (ver Hcho 2, 1ss) y transformará la creación haciéndola participar de la obra reconciliadora (Ver Rom 8, 19-24).

 

67. ¿Cómo es representada el Espíritu Santo en la Escritura?.

Hay muchísimos símbolos que representan al Espíritu Santo y que indican su presencia permanente a lo largo de toda la historia de la reconciliación: es representado por el agua, que sacia la se de vida eterna (ver Jn 7, 38); también por el fuego (ver Hchos 2, 1ss) porque el Espíritu transforma lo que toca; es representado por la nube que desciende y cubre (ver Lc 1, 35; Lc 9, 34ss) señalando la trascendencia de Dios respecto a los hombres;  pero la transcendencia de Dios respecto a los hombres;  pero la representación más tradicional es la paloma, que indica el descenso del Espíritu Santo sobre Jesús al ser bautizado por Juan (ver Mt 3, 6ss) y también el descenso de Dios sobre la nueva creación (así como la paloma que Noé envió desde el arca y se posó sobre la tierra limpiada del pecado por el Diluvio, (ver Gén 8, 8-12).

Esto nos hace ver que la presencia del Espíritu Santo es constante en la Biblia y en el cielo reconciliador. Y así como lo vemos en la Escritura santificando a los hombres, en estos momentos cumple esa misma función a través de la Iglesia. En efecto, la Iglesia es la prolongación de la acción reconciliadora del Señor Jesús y de la acción santificadora del Espíritu Santo.

 

68. ¿Qué es la Iglesia?

En sentido etimológico, Iglesia (del griego Ekklesia) significa “convocación”. Designa la asamblea de los llamados por Dios. Para nosotros, cristianos, aun cuando la palabra Iglesia tenga este sentido, supone mucho más. Porque la Iglesia es en sí misma un misterio, y por tanto no puede ser englobada en una sola definición. Por eso, para poder hablar con propiedad de la Iglesia, será necesario profundizar en el significado del misterio como tal.

 

69. ¿Y qué significa que la Iglesia es misterio?

Cuando en la Escritura se habla del misterio, eso significa en primer lugar el designio de salvación de Dios oculto a los hombres (ver 1Cor 2, 7-9), y también significa la realización de esa salvación en y por el Señor Jesús (ver Ef 3, 5); en última instancia, Cristo es el misterio de Dios (Col 1, 27). Por ultimo, la Iglesia, en cuanto es concreción del plan de salvación en Cristo, es también llamada misterio (ver Ef 3, 6).

Por tanto, al decir que la Iglesia es misterio, afirmamos que en cuanto asamblea de los que creen en Cristo, es instrumento de la salvación de Dios. La Iglesia es Pueblo de Dios y como pueblo realiza el designio reconciliador de Dios para con toda la humanidad. Pero en cuanto que refleja a Cristo y lo hace presente, la Iglesia es el Cuerpo místico de Cristo. Y en cuanto que la Iglesia nace por el envío del Espíritu Santo en Pentecostés, la Iglesia es también Templo del Espíritu Santo.

Pueblo de Dios, Cuerpo místico de Cristo y Templo del Espíritu Santo, son figuras que describen a la Iglesia y nos dan una idea de su ser. Pero no agotan la realidad de la Iglesia, y por eso puede ser describa con muchas más figuras.

Y por ser un misterio, la Iglesia es al mismo tiempo el signo o sacramento de la unión de los hombres con Dios, así como también de la unión de los hombres entre sí. De la realidad de la Iglesia como misterio, se sigue además que ella (la Iglesia) es al mismo tiempo visible e invisible; santa y compuesta por pecadores; celestial y terrena, peregrinando por el mundo al encuentro definitivo con Dios.

 

70. ¿Qué otras figuras nos describen a la Iglesia?

La Biblia describe a la Iglesia a través de diversas figuras o símbolos: la Iglesia es como un redil donde las ovejas están a salvo (Jn 10, 1ss) o como un rebaño cuyo pastor es el Señor Jesús (Jn 10, 14-16). También la Iglesia es como un campo de labranza (1 Cor 3, 9) o como una vida cuyo tronco es Cristo y nosotros somos sus sarmientos (Jn 15, 1-5). La Iglesia es como una casa (1Tim 3, 15) o edificaciones (1Cor 3, 9) donde Cristo es la piedra angular y los cristianos son piedras vivas; también la Iglesia es llamada “madre” (Gál 4, 26) y esposa de Cristo (Ef 5, 25-32). Todas estas figuras o símbolos nos presentan diversos aspectos de la realidad inagotable de la Iglesia.

 

71. ¿Cómo se origina la Iglesia?

El origen de la Iglesia está en la Santísima Trinidad: en efecto, la Iglesia se origina del designio de salvación del Padre, que desde la creación ha querido convocar a todos los hombres en torno a su Hijo; y aún cuando el pecado llevó a los hombres a la ruptura, Dios nos dejó de insistir en su empeño reconciliador y es Abraham dio origen a un pueblo que congregará y uniera a toda la humanidad y por el cual se alcanzara la salvación (Ver Gén. 12, 1ss). Al elegir a Israel como a su Pueblo, y al realizar su Alianza con él, Dios Padre mostraba su deseo de salvar a la humanidad mediante un Pueblo que portara su reconciliación.

Y junto al designio de salvación de Dios Padre, la Iglesia se origina de la misión reconciliadora del Señor Jesús, quien al venir al mundo, predicó la Buena Nueva y el Reino de Dios (Ver Mc 1, 15). Pues bien, el Reino presente en el mundo de manera inicial es la Iglesia. El Señor Jesús es el fundador de la Iglesia, a lo largo de un proceso que se inicia en la Anunciación-Encarnación (La Iglesia es concebida), se desarrolla a lo largo de la vida publica de Jesús en la elección de los apóstoles, las enseñanzas que Jesús les imparte, en la promesa del Primado que otorga a Simón Pedro (LA Iglesia se va cimentando), y nace por medio de la entrega de Jesús en la Cruz, vivida anticipadamente en la Eucaristía. Por último, la Iglesia se manifiesta públicamente en Pentecostés (ver Hchos 2, 1ss).

Al designio de salvación del Padre y la misión del Hijo, se suma el origen de la Iglesia mediante la misión del Espíritu Santo. Al descender sobre los Apóstoles el día de Pentecostés, el Espíritu manifiesta a la Iglesia ante todos los pueblos del mundo y la envía a la misión de anunciar la Buena Nueva del Señor Jesús. Y el Espíritu Santo sigue presente en la Iglesia, santificándola con sus dones, guiándola hasta el encuentro definitivo con el Padre.

 

72. ¿Qué son las propiedades de la Iglesia?

Son atributos que posee la Iglesia y que señalan diversos rasgos esenciales de su ser y de su misión. Han sido otorgadas por Jesús mediante el Espíritu Santo y se destacan de modo muy especial cuatro de ellas: la unidad, la santidad, la catolicidad y la apostolicidad. Nuestra fe nos lleva a confesar a la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica.

 

73. ¿Por qué decimos “La Iglesia es una”?

Cuando decimos que la Iglesia es una, queremos indicar que tiene su origen en Dios uno y Trino, misterio de comunión y de unidad; que su fundador es uno y único, el Señor Jesús, que no  fundó más que una sola Iglesia; que el Espíritu Santo, presente en la Iglesia; la lleva a vivir el misterio de la unidad. La Iglesia es una porque Jesús por su muerte en la cruz, nos reconcilió y nos unió formando un solo pueblo.

Pero si bien la unidad es una realidad que ya poseemos y vivimos, debe ser realizada en plenitud. Para eso, el Espíritu Santo da sus dones y mueve a los miembros de la Iglesia a superar las divisiones existentes, así como mueve también a todos los cristianos a buscar la unidad en la verdad y en el amor, siguiendo las palabras del Señor: “Que todos sean uno, como Tú, Padre, en mí y yo en Ti” (Jn 17, 21).

 

74. ¿Cuáles son los vínculos de la unidad de la Iglesia?

Los vínculos de la unidad son elementos a través de los cuales la Iglesia se presenta como una. Como elementos visibles de la unidad, tenemos:

  1. La fe, que es una sola y que hemos recibido de los apóstoles. Todos en la Iglesia, profesamos la misma fe.
  2. La celebración común del culto, especialmente de los sacramentos.
  3. La autoridad que dirige a la Iglesia, que es única y que conserva y protege la unidad de la Iglesia.

 

El vínculo invisible de la unidad de la Iglesia es la caridad, que une a todos los fieles en el amor de Cristo. Y estos vínculos visibles e invisibles están bellamente sintetizados en la Eucaristía, signo magnifico de unidad.

 

75. ¿Qué cosas dañan o destruyen la unidad de la Iglesia?

Los pecados que cometemos, al ser rechazo de la caridad, redundan en perjuicio de la Iglesia y dañan su unidad. Pero la unidad de la Iglesia sufre de manera muy fuerte cuando se produce el cisma (separación y ruptura con la Iglesia por razones disciplinarias); la herejía (separación y ruptura por rechazar o negar alguna parte de la fe de la Iglesia) y la apostasía (es renegar totalmente de la fe). Estas acciones son gravísimas y tienen como consecuencia la exclusión de la comunión (= común unión) de la Iglesia.

 

76. Y a esta unidad de la Iglesia, ¿están también invitados los cristianos que no son católicos?

Si. Aquellos que creen en Cristo, pero que viven alejados de la unidad, están invitados a recuperar esta comunión con y en la Iglesia Católica. Y esta búsqueda de unidad y reconciliación de todos los cristianos entre si recibe el nombre de ecumenismo.

Puesto que la unidad que Cristo concedió desde el principio a la Iglesia... Subsiste en la Iglesia católica (Decreto Unitatis redintegratio, n.4) es en ella donde debe realizarse esta unidad de todos los cristianos. Pero se debe tener en cuenta que “este santo propósito de reconciliar a todos los cristianos en la unidad de la única Iglesia de Jesucristo excede las fuerzas y la capacidad humana” (UR 24). Por ello es necesario rezar mucho al Señor y poner lo necesario de nuestra parte para alcanzar esta ansiada unidad.

 

77. ¿Por qué decimos que la Iglesia es santa?

La Iglesia es santa porque Jesús, su fundador, es santo; es santa porque el Espíritu Santo que la vivifica es santo y la hace participes de la santidad divina; es una santa porque posee los medios adecuados para santificar a sus miembros: fe, oración, sacramentos, instituciones, etc. Es santa, en última instancia, porque en ella se refleja y brilla la santidad de Dios Trinidad Santa, que por medio de ella ha querido santificar a todos los hombres.

La santidad de la Iglesia no es algo que tenga por sí misma, sino una realidad que recibe del Señor Jesús a través del Espíritu Santo. Por eso, mientras más unida se halle a Jesús, más santa será. Posee la santidad, pero esa santidad es todavía imperfecta y debe crecer hasta alcanzar su plenitud.

 

78. ¿Pero acaso no es cierto que a veces vemos mucho pecado en los católicos? ¿Cómo podemos decir entonces que la Iglesia es santa?

Es cierto que en la Iglesia, sus miembros son pecadores y necesitamos de conversión. Pero es que Jesús no vino por los sanos, sino por los enfermos (ver Mt 9, 12) y ha llamado a los pecadores a la Iglesia para santificarlos y renovarlos. Por eso la Iglesia mientras existía, tendrá en sí buenos y malos, estará conformada por justos que deben ser más justos y pecadores que necesitan conversión. Pero, debido a que en ella se encuentran  Jesús y el Espíritu Santo reconciliando y santificando a los hombres, seguirá siendo siempre santa, aún cuando en su seno haya pecadores, e incluso a veces, muchos pecados.

 

79. ¿Podemos constatar de manera visible la santidad de la Iglesia?

La santidad de la Iglesia se deja ver, entre otras cosas, a través de hombres y mujeres que se han conformado plenamente con Jesús en sus vidas y son como una imagen viva de la santidad de Dios mismo. A estas personas, la Iglesia los canoniza, es decir proclama de manera solemne su santidad y promueve su veneración e imitación para ayudar a los fieles a asemejarse cada vez más con el Señor Jesús. Los santos son la prueba palpable de que la plenitud de la santidad se halla en la Iglesia, y de que es posible ser santo. Y en Santa María, la Madre de Jesús, la Iglesia encuentra su modelo acabado y perfecto de santidad: es Ella (María) la Iglesia es ya enteramente santa.

 

80. ¿Por qué decimos que la Iglesia es católica?

La Palabra “católico” significa “universal”, pero con el sentido de “totalidad”. Al decir que la Iglesia es católica, queremos decir que en ella el Señor Jesús está presente de manera total y plena; que en ella se encuentra la plenitud de la salvación y los medios para obtenerla; en fin, que en la Iglesia se halla la totalidad de la fe, no solo una parte de ella, por muy grande que sea. Desde el primer día de su existencia, cuando la Iglesia estaba conformada por un puñado de personas, ya era plenamente católica en este sentido.

“Católico” significa también universal en el sentido geográfico o espacial del  término. Por ser católica la Iglesia ha recibido el mandato de Jesús de hacerse presente en todo el mundo, en todos los pueblos y a todos los hombres (ver Mt 28, 18-20).

 

81. ¿Quiénes pertenecen a la Iglesia Católica?

Propia y plenamente, los bautizados que poseen el Espíritu de Cristo, profesan la fe, los sacramentos y son guiados por los pastores que el Señor instituyó en su Iglesia. Todos estos, junto con los catecúmenos, conforman la Iglesia Católica.

 

82. ¿Y los no católicos y no cristianos, ¿Qué relación tienen con la Iglesia Católica?

Los no católicos son aquellos que no profesan totalmente la fe de la Iglesia Católica ni viven en común con ella. Pero no son ajenos a la Iglesia; están relacionados o ligados por la común posesión del bautismo, del celo y veneración por la Escritura, y en el caso de los ortodoxos, de una cercanía tan grande que poco faltaría para que se dé la comunión plena.

Los no cristianos están orientados u ordenados de diversas maneras a la Iglesia: en primer lugar, los judíos, pues a ellos Dios les dio sus promesas, Su palabra y por la Elección como Pueblo Elegido. De ellos proviene Jesús, según la carne (ver Rom 9, 5). También los musulmanes, quienes comparten con nosotros la creencia en el único Dios. Pero también las otras religiones, en la medida en que buscan con sinceridad a Dios y se esfuerzan por la práctica del bien, encuentran en ello una orientación que las relaciona a la Iglesia.  De esta manera, en torno a la Iglesia, ordenadas a ella o vinculadas a ella, los hombres tratan de buscar su unidad y su salvación, y por eso la Iglesia aparece como “mundo reconciliado”, o lo que es lo mismo: “signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de los hombres entre sí” (ver S. Agustín, serm. 96, 7-9; Const. Dogmática “Lumen Gentium” n.1).

 

83. ¿Qué consecuencias se siguen de la catolicidad de la Iglesia?

De la Catolicidad de la Iglesia, se siguen dos consecuencias concretas:

  1. En primer lugar, por ser “católica”, la Iglesia aparece como el medio necesario de la salvación, ya que en ella está el Señor Jesús, que es la salvación en plenitud. Y esta salvación llega a los hombres mediante la Iglesia. Es decir que, si un miembro de otra región puede salvarse, ello se debe a que al estar orientado obligado a la Iglesia, participa en cierto modo de Cristo y su salvación gracias a eta cierta vinculación con la Iglesia. Este es el sentido de aquella famosa expresión: “Fuera de la Iglesia no hay salvación”, que equivale a: “Toda salvación se dan en Cristo por medio de la Iglesia”.
  2. En segundo lugar, de la “Catolicidad” de la Iglesia se desprende su carácter misionero. En efecto, sí la Iglesia posee la plenitud de la salvación, es una exigencia del Señor Jesús el llevar a todos los hombre esta salvación. De la esencia de la Iglesia es el ser misionera.

 

84. ¿Por qué decimos que la Iglesia es apostólica?

Al decir que la Iglesia es apostólica, queremos señalar que Jesús la han fundado sobre los Apóstoles que El eligió (ver Mt 10, 1ss); también se indica que la Iglesia guarda, enseña y profundiza en la Buena Nueva de Jesús tal como fue recibida y predicada por los Apóstoles; y por último, que sigue siendo guiada por los apóstoles en la persona de sus sucesores, esto es, el Papa y los obispos. Decir “La Iglesia es apostólica” es afirmar que se trata de la misma Iglesia que fundó el Señor Jesús.

 

85. ¿Qué exigencias se sigue del hecho de la apostolicidad de la Iglesia?

Si la Iglesia es apostólica, entonces sigue guiada por los apóstoles mediante sus sucesores. De aquí podemos concluir como exigencia concreta la fidelidad a los sucesores de los apóstoles, esto es, el Papa y los Obispos, porque ellos continúan la tarea que el Señor Jesús encargó a los Doce.

Por otra parte, de la apostolicidad de la Iglesia se desprende el compromiso de trabajar –según sea la condición de cada uno- en la tarea encomendada a los apóstoles. Y esta tarea es el apostolado. Todo tenemos el deber de anunciar y propagar la Buena Nueva para la extensión del Reino por toda la tierra.

 

86. ¿Cómo está constituida la Iglesia?

En la Iglesia, todos sus miembros, por el bautismo, gozan de una igualdad fundamental. Sin embargo, el Señor Jesús estableció en su Iglesia diversas funciones y ministerios, de tal manera que unos tienen como tarea el guiar y dirigir al Cuerpo místico de Cristo, y otros son guiados y cumplen una función propia y particular.

Podemos hacer la siguiente analogía: la Iglesia es el Cuerpo místico de Cristo, del cual el mismo Señor Jesús es la Cabeza. De igual manera por el bautismo los creyentes se incorporan al cuerpo místico de Cristo como miembros suyos: esos son los laicos. Pero hay otros miembros que, a través del sacramento del Orden se unen con Cristo-Cabeza y tienen la tarea de guiar a todo el Cuerpo, es decir, a la Iglesia. Estos constituyen la Jerarquía: el Papa, los obispos y sus colaboradores, los presbíteros y los diáconos. Por tanto, la Iglesia está constituida por los laicos y la jerarquía; de esa manera está estructurado el Cuerpo místico de Cristo.

 

87. ¿Qué es la Jerarquía de la Iglesia y quiénes la constituyen?

La Jerarquía es el grupo de aquellos que, en la Iglesia, por especial llamado del Señor Jesús, ejercen la autoridad en nombre del Señor y así guían a la Iglesia. La Jerarquía posee el ministerio eclesial, que es conferido por el Señor a través de un sacramento: el Orden, que les permite actuar “como si fueran la persona de Cristo” (“in persona Christi”) y por eso anuncian la Buena Nueva, santifican y dan la gracia y gobiernan a la Iglesia en representación del Señor Jesús.

El ministerio eclesial está al servicio de la Iglesia; tiene carácter colegial (es dado a un grupo, y se ejerce grupalmente) y también carácter personal (es conferido a personas concretas y  se ejerce personalmente). La Jerarquía está constituida por el Papa, los obispos, y los colaboradores inmediatos de los obispos en el ministerio eclesial, que son los presbíteros y los diáconos.

 

88. ¿Quién es el Papa?

Vemos en los Evangelios cómo Jesús, al llamar a los apóstoles, le confió a Pedro la autoridad suprema de la Iglesia, prometiéndole en primer lugar ser el fundamento sobre el cual se apoyaría la Iglesia: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia…” (Mt 16, 16ss), y entregándole definitivamente la autoridad: “Apacienta mis corderos… Apacienta mis ovejas” (Jn 21, 15-17). Por este encargo, Pedro tiene el deber de guiar a la Iglesia y confirmar la fe de sus hermanos (Lc 22, 31-32). Por eso, en la vida de la naciente Iglesia, aparece siempre Pedro llevando en sus manos la autoridad: es siempre el primero en ser nombrado en todas las listas de los apóstoles (ver Mt, 10, 1ss; Lc 6, 14; Hch 1, 13ss, etc.), el primero en hablar en las asambleas (ver Hch 1, 15;  2, 14; 3, 12); preside el concilio y dirige la conversación  (Hch 15, 7ss) y su autoridad es indiscutible. Son los Doce quienes han recibido el ministerio y la guía de la Iglesia, pero de entre ellos, Pedro es la autoridad máxima.

Pues bien, el Papa es el sucesor de Pedro en el gobierno de la Iglesia. Como tal, es el Vicario de Cristo y Cabeza visible de la Iglesia. El Papa, que es al mismo tiempo el Obispo de Roma, es el Supremo Pastor y Doctor de la Iglesia, su máximo Jefe y guía, y tiene la tarea de ser el fundamento visible de la unidad de la Iglesia. Por lo tanto, su función está al servicio de la unidad del Pueblo de Dios.

 

89. ¿Qué tareas o funciones desempeña el Papa en la Iglesia?

El papa posee un triple ministerio de enseñar, santificar y gobernar conferido por el Señor Jesús de una manera eminente. Por lo que se refiere a su ministerio de enseñar, el Papa, en ciertas ocasiones muy especiales (magisterio extraordinario pontificio) goza a título personal de privilegio de la infalibilidad. Es decir: cuando desea definir como revelada una doctrina sobre fe y moral, y cuando la proclama de modo solemne, recibe la asistencia del Espíritu Santo que lo preserva de caer en el error. Esto es lo que se llama infalibilidad pontificia, y se halla al servicio de la verdad que debe recibir el Pueblo de Dios para vivir la libertad de los hijos de Dios (ver Jn 8, 32). Mientras que en su enseñanza común (magisterio ordinario) el Papa propone a los fieles las enseñanzas que conducen a una mejor comprensión de la Verdad revelada. Los fieles deben escuchar la voz del Santo Padre y adherirse filialmente a sus enseñanzas.

Por su ministerio de santificar, el Papa, con su autoridad propone a la Iglesia los mejores modos de vivir la gracia; ofrece a través de las canonizaciones y beatificaciones, modelos de santidad para la vida de los fieles. Por su ministerio de gobernar, el Papa ejerce su autoridad sobre toda la Iglesia, guiándola en la unidad de la fe y de la caridad. Su autoridad, así como su cuidado por la Iglesia, se expresa en el nombramiento de nuevos obispos, la creación de nuevas iglesias y la ayuda a la solución de problemas y dificultades en la Iglesia universal.

 

90. ¿Quiénes son los obispos?

Los Obispos son los sucesores de los apóstoles en el ministerio eclesial. A los apóstoles, el Señor Jesús les otorgó la autoridad para guiar la Iglesia (Ver Mt 18, 18; 28, 18-20) y los obispos tienen esa misma tarea. Por eso, ellos (los obispos) cumplen con la misión de gobernar sobre la porción del Pueblo de Dios que se les ha confiado, mediante el triple ministerio de enseñar, santificar y gobernar.

 

91. ¿Cómo desarrollan los Obispos su ministerio pastoral?

En cuanto al ministerio de enseñar, el Obispo es maestro autentico de la fe en su Iglesia particular, y en la medida en que está unido a los demás Obispos y en común con el Papa, es maestro de la fe de la Iglesia. Por tanto, propone la autentica fe de la Iglesia cuando expresa la enseñanza común de la Iglesia una.

Y cuando todos los obispos se unen con el Papa para proclamar como verdad revelada una doctrina de fe y costumbres (por ej. En un Concilio ecuménico) gozan colectivamente de la infalibilidad, aún cuando no posean personalmente ese privilegio.

Por su ministerio de santificar, los obispos son los administradores de la gracia de Dios. Poseen la plenitud del sumo sacerdocio, y a través de la celebración de los sacramentos, santifican al Pueblo de Dios, tanto de modo personal, como también a través de la ayuda de su colabores, los presbiterios y los diáconos.

Por su ministerio de gobernar, guían a la Iglesia conduciendo las Iglesias particulares a ellos encomendadas, con una autoridad efectiva, si bien está regulada por la autoridad el Papa. Pero los obispos no gobiernan la Iglesia como ejecutivos del Papa; al contrario, la autoridad universal del Papa confirma y tutela la autoridad episcopal.

 

92. ¿Y qué es el colegio episcopal?

El colegio episcopal es la reunión de todos los obispos de la Iglesia con el Papa, que es su Cabeza. Así como Pedro y los demás apóstoles estaban unidos formando una asamblea estable (colegio), así también están reunidos el Papa con los demás obispos.

En la Iglesia católica, el colegio episcopal, en cuanto constituido por muchos miembros, indica la diversidad del Pueblo de Dios. En cuanto dirigido por una única autoridad, la del Papa, expresa la unidad del Pueblo de Dios. Cuando está reunido de manera solemne con el Santo Padre a la cabeza, recibe el nombre de Concilio Ecuménico y es también sujeto de la autoridad suprema de la Iglesia, para ejercer su misión en el cuidado y la preocupación por la Iglesia universal.  Cada Obispo, por pertenecer al colegio, se preocupa no solo de su Iglesia particular, sino además del bien de todas las Iglesias.

 

93. ¿Quiénes son los presbíteros y los diáconos?

Los presbíteros son los colabores del Obispo, que por el sacramento del Orden reciben una participación en el sacerdocio del obispo y lo ayudan en su ministerio, especialmente a través de la celebración de los sacramentos y la predicación.

Participan de la autoridad episcopal y guían también al Pueblo de Dios, en dependencia de su legítimo pastor. Los presbíteros de una diócesis conforman el colegio de los presbíteros, que asiste y acompaña al obispo en sus labores, lo aconseja, etc. A través de los presbiterios, es como llega el celo pastoral y paternal del obispo hasta cada uno de los fieles.

Los diáconos conforman el último grado de la Jerarquía. Ellos reciben el ministerio jerárquico de manos del obispo, para servir (la palabra diakonía en griego significa “servicio”) en la liturgia, la predicación y en la caridad y asistencia al Pueblo de Dios, especialmente a los más pobres.

En la Iglesia, la autoridad de la jerarquía se ejerce en el servicio. Con ello se quiere seguir el ejemplo del Señor Jesús, que no vino a ser servido, sino a servir (ver Mt 20, 28ss).

 

94. ¿Quiénes son los laicos?

Los laicos son los fieles cristianos que por el bautismo están incorporados al Cuerpo de Cristo y tienen como vocación propia la transformación cristiana del mundo desde el mundo mismo (carácter secular). Estos dos elementos, el bautismo y el carácter secular, son constitutivos de la identidad del laico.

En efecto, al recibir el bautismo, los laicos participan (a su modo) de la función profética, sacerdotal y real del Señor Jesús. En cuanto a la función  profética: deben sr anunciadores de la Buena Nueva reconciliadora con el testimonio y la palabra, allí en los ambientes donde viven y trabajan; y deben también enseñar, unidos a los pastores, colaborando en la difusión del Evangelio.

En cuanto a su función sacerdotal, por su sacerdocio común, participan activamente de la liturgia y los sacramentos, y al ofrecer a Dios sus acciones y esfuerzos, deben hacer de su vida un continuo gesto litúrgico; por su función real, están llamados a realizar todos los esfuerzos para que Jesús reine en todo el mundo; en primer lugar, en cada hombre; pero también en las estructuras temporales: la familia, la cultura, la economía, la política, etc. El carácter secular debe mover al laico a la consagración del mundo a Dios.

 

95. ¿Qué importancia tiene la tarea del laico para la Iglesia?

La misión del laico tiene una importancia excepcional para la Iglesia toda. Pues hay ambientes donde solo los laicos, para vivir en ellos, pueden alcanzar y transformar. Y el apostolado, como tarea laical, se desarrolla para lograr que el mundo, sus ambientes, estructuras, etc. Puedan alcanzar la reconciliación que el Señor Jesús ha realizado. De allí que se pueda decir que “los laicos son miembros de la iglesia en el corazón del mundo, y miembros del mundo en el corazón de la Iglesia”. Y no es exagerado decir que los laicos se encuentran en la línea más avanzada de la vida de la Iglesia.

 

96. ¿Qué es la vida consagrada? ¿Quiénes la conforman?

La vida consagrada surge como un desarrollo legítimo de la vida de santidad de la Iglesia. Está conformada por los fieles que, respondiendo a una vocación particular otorgada por Dios, quieren vivir la perfección de la vida evangélica (algo que es universal) a través de la practica de la pobreza, el celibato por el Reino y la obediencia como forma de vida estable (que constituye su característica especifica).

Esta vida consagrada reviste diversas formas y abarca a distintas personas y vocaciones. Por ejemplo, los religiosos, es decir, aquellos fieles que abrazan la vida consagrada haciendo profesión pública de la pobreza, el celibato y la obediencia, viviendo en comunidad y dando testimonio del Reino de Dios en sus existencias.

También los laicos, sin perder su carácter secular y laical, pueden asumir una vida consagrada, para la mejor realización del apostolado al que son llamados por vocación divina.

 

97. ¿Qué significa la comunión de los Santos?

Esta expresión quiere profundizar en la vida que posee la Iglesia: en efecto, en ella los fieles participamos y tenemos en común las cosas santas (los sacramentos, la fe, la caridad, etc.) pero también existe una relación muy estrecha de unidad y cercanía (comunión) entre todos los creyentes. Entonces, común de los santos quiere decir la unión de los hijos de la Iglesia toda: los que peregrinamos por esta vida (Iglesia terrena); los que ya están en el cielo, viviendo la Comunión plena con Dios Uno y Trino  (Iglesia triunfante) y los difuntos que se hallan purgando sus pecados y esperando alcanzar la comunión definitiva (iglesia purgante). Hay una unión, pues, entre todos, que trasciende incluso la muerte, y que se centra en el amor. Por eso, nosotros que peregrinamos, podemos orar e interceder por los difuntos que purgan sus pecados, así como lo que están participando de la Comunión Divina intercedan ante el Señor por nosotros y nuestras necesidades.

La comunión de los santos significa, además, que tanto los que peregrinamos en esta vida terrena, como aquellos fieles que purgan sus pecados, nos encaminamos al encuentro de los santos, para gozar eternamente de la Comunión con Dios. La meta es el Encuentro Definitivo con Dios Trinidad de Amor. Y María, al vivir esta condición gloriosa de manera perfecta, es imagen de aquello a lo que la Iglesia está llamada. Por eso se dice que María es “icono escatológico de la Iglesia”.

 

98. Y la expresión “…el perdón de los pecados”, ¿a qué hace referencia?

Significa que Jesús dejó a la Iglesia el poder de perdonar los pecados para que los hombres puedan vivir la reconciliación. Para esto, entrego el Espíritu Santo a los apóstoles (ver Jn 20, 21ss).

Y la Iglesia es la que perdona los pecados: en primer lugar, en el bautismo, que constituye así la primera reconciliación. Pero también por medio del sacramento de la penitencia o reconciliación, donde el pecador, al reconciliarse con la Iglesia, se reconcilia con Dios. Los apóstoles y sus sucesores, por encargo de Jesús y por el don del Espíritu, son constituidos “ministros de la reconciliación” (Ver 2 Cor 5, 18ss).

 

99. ¿Por qué decimos “creo en la resurrección de la carne”?

Creer en la resurrección de la carne es afirman nuestra fe en que el Señor Jesús, por su resurrección ha vencido a la muerte y hace posible que nosotros participemos de su triunfo. La muerte, en cuanto es consecuencia del pecado, manifiesta una ruptura que se produce en el hombre: su unidad de cuerpo, alma y espíritu se quiebra, y el cuerpo se corrompe y desaparece. El que muere queda separado del mundo de los vivos. Pero la resurrección de la carne significa que, gracias a Jesús y su resurrección, recuperaremos nuestra realidad humana integral: cuerpo, alma y espíritu será nuevamente nuestra humanidad unida e integrada, pero ahora gozaremos de la Gloria de Dios en nuestro cuerpo (cuerpo glorioso). Nuevamente nos uniremos con aquellos de quienes la muerte nos había separado. Y estaremos viviendo para siempre en comunión con Dios Trino y con todos los santos.

 

  1. 100.        ¿Qué características presenta la resurrección?

Podemos señalar algunos elementos característicos de la resurrección, tal como nos lo muestra la fe de la Iglesia:

  1. La resurrección es universal: todo los que hayan muerto resucitarán; quienes hicieron el bien, para la vida eterna; quienes hicieron el mal, para la condenación (Ver Jn 5, 29).
  2. Resucitaremos con nuestros propios cuerpos; el cuerpo que tendremos será nuestro, pero no tal como el que ahora tenemos; será un cuerpo glorioso, a semejanza del cuerpo glorioso de Jesús resucitado. El cómo pueda ser nuestro cuerpo pero al mismo tiempo una realidad distinta de la que ahora poseemos es un misterio (ver 1Cor 15, 39ss).
  3. El momento de la resurrección será en el último día, al fin del mundo, cuando el Señor Jesús venga en la Gloria por segunda y definitiva vez en su Parusía (Ver 1Cor 15, 51ss).

 

Sin embargo, aún cuando todo esto ocurrirá al final, en cierto modo ya estamos viviendo la resurrección: los sacramentos son un anticipo de ella. Y por el bautismo, participamos sacramentalmente de la muerte y resurrección de Jesús; de igual manera, la Eucaristía es comunión con el Cuerpo glorioso del Señor resucitado, que es prenda y garantía de nuestra propia resurrección.

 

  1. 101.        Pero para resucitar hay que morir. Nosotros católicos, ¿cómo entendemos la muerte?

La muerte es la ruptura íntima que afecta al ser humano, que desintegra su unidad constitutiva de cuerpo, alma y espíritu. Aunque puede considerarse natural en un sentido, la muerte es consecuencia del pecado original. Es la ruptura que destruye la unidad íntima del sujeto: el cuerpo inerte se descompone, corrompe y desaparece mientras que su espíritu pervive. Es la ruptura que separa al hombre de sus semejantes: el que muere ya no pertenece al mundo de los vivos; es la ruptura con el mundo creado: morir significa “salid de este mundo”; y por ultimo, implica la ruptura con Dios, que es “Dios de vivos, no de muertos” (ver Mt 22, 32). Es el final –dramático, lleno de sufrimientos- de la vida terrena.

Sin embargo, para nosotros, creyentes, la muerte ha sido vencida por el Señor Jesús: ya no es el punto final de la existencia; ahora es el comienzo de la vida eterna, en comunión con Dios. Gracias a Jesús, la muerte, que aparecía como absurdo, ahora tiene sentido: en ella ha de comenzar el Encuentro permanente con el Señor. Por eso la Iglesia nos enseña a prepararnos para este momento, con esperanza y confianza en el Señor.

 

  1. 102.        Si la muerte no es el punto final de la existencia, ¿qué hay después de ella?

Luego de la muerte, el ser humano comienza una nueva dimensión de su existencia, en la que perviviendo en espíritu, se pone en presencia de Dios (juicio particular) para recibir la gloria y la comunión con Dios y los santos (cielo), asume una espera que lo ha de purificar de las huellas de sus pecados (purgatorio) o como consecuencia de su rechazo del amor de Dios vive para siempre la ruptura y la separación divinas (infierno). Pero la realidad definitiva de la humanidad está en la Resurrección universal y el Juicio Final, donde el gozo de la Comunión será absoluto y se alcanzará la vida eterna en el Reino prometido.

 

  1. 103.        ¿Qué es el cielo”?.

Es haber alcanzado al Señor Jesús para siempre, y vivir con El por toda la eternidad, junto con el Padre y el Espíritu y todos los santos. Es gozar de la Comunión perfecta, la dicha y felicidad absolutas del ser humano, contemplando a Dios Amor, amándolo y amando a todos los que participan de esa dicha.

Quien muere en gracia y amistad con Dios “va al cielo”. Y al vivir en comunión con Dios, somos “semejados” a El, participamos de su gloria (ver 1Cor 3, 12; 1 Jn. 3, 2). Ver a Dios tal cual es (visión beatifica) y vivir en plenitud el amor divino en todas sus dimensiones (Comunión) con los ángeles, los santos y los bienaventurados: eso es el “cielo”. Es la meta definitiva y el destino supremo al que Dios ha invitado al ser humano.

 

  1. 104.        ¿Qué es el purgatorio?

Es la purificación por la que habrán de pasar todos aquellos que han muerto en gracia y en comunión con Dios, pero sin haber logrado la santidad plena. Por tanto, requieren de una purificación, mediante la espera del momento en que alcanzarán la comunión definitiva y total con Dios Amor.

Quienes viven esta purificación, aún no ven a Dios, pero ya poseen la seguridad plena de la salvación y al término de su proceso purgativo (que será en el momento de la Resurrección y el Juicio Final) podrán gozar de la dicha del encuentro definitivo con el Señor. El dolor que se produce ante la secuencia-transitoria-de Dios purifica a la persona hasta que alcance la meta. Y esta realidad del purgatorio, la Iglesia la encuentra referida de manera  clara en algunos textos de la Sagrada Escritura, como por ejemplo en 2 Mc 12, 42ss, 1Cor 3, 15 y 1 Pe 1, 7. Esto, más la antiquísima costumbre de orar por los difuntos y ofrecer misas y suplicas por su salvación, muestran que el Purgatorio ha sido considerado como una verdad de fe desde el principio de la vida de la Iglesia.

Podemos ayudar a nuestros hermanos que se hallan en esta situación por medio de nuestras oraciones, de las indulgencias obtenidas por sus intenciones, y sobre todo con el ofrecimiento de la Santa Misa en su nombre.

 

  1. 105.        ¿Qué es el infierno?

Es el estado de separación y ruptura eterna y total del hombre respecto a Dios, a causa de su pecado y de haber permanecido en el, sin arrepentimiento ni deseo de conversión. Cuando el hombre, de manera libre pero equivocada, decide rechazar el amor de Dios, y vive la dinámica de ruptura propia de pecado, apartándose de Dios, viviendo de manera inauténtica, despreciando y pecado contra los hombres, sus hermanos, y dilapidando el don de la creación, y esto de manera definitiva, la consecuencia es la pérdida definitiva de Dios y su amor. Es la infelicidad absoluta, el fracaso total de una existencia creada para amar, el hundimiento de la vida en la muerte.

El infierno es el sufrimiento eterno y absoluto del hombre al haber perdido a Dios, en quien debía encontrar la felicidad plena. Y por eso constituye un llamado a la responsabilidad del hombre, para usar bien de su libertad y un llamado apremiante a la conversión. Ese es el sentido de las palabras del Señor Jesús cuando habla del infierno, p.ej. en Mt 7, 13-14; Mt 10, 28. Y es cierto que Dios no ha creado a nadie con la intención de enviarlo al infierno, pues “Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1Tim 2 4). El infierno no es obra de Dios, sino –desgraciadamente- obra de los hombres malos.

 

  1. 106.        ¿Qué sucederá en el Juicio Final?

Precediendo al Juicio final, se producirá la resurrección de los muertos; toda la humanidad se hallará ante el Señor Jesús, que vendrá en toda su gloria para instaurar el Reino Definitivo. A este momento lo llamamos la parusía, la segunda venida del Señor Jesús glorioso, con la que culminará esta historia terrena.

En el Juicio Final, todos los hombres estarán delante de Jesús y su amor, que será para cada uno la medida de su propia existencia: aquellos que a lo largo d su vida respondieron al amor de Cristo de manera total, o bien aceptaron su amor en medio de sus debilidades y se purificaron de ellas, participarán de la gloria de Dios para siempre en el Reino, gozando esta dicha en toda su realidad humana. Pero aquellos que vivieron negando siempre el amor de Dios y el amor a sus hermanos, los hombres ante el amor de Jesús que se presenta glorioso, experimentarán la pérdida total de ese Amor para siempre, y su sufrimiento abarcará toda su realidad humana. Pues la dicha celestial que nunca acaba, y el sufrimiento eterno del infierno, serán vividos por hombres en toda su integridad humana, no solo por una dimensión parcial.

El juicio final nos habla de la esperanza ante el encuentro final con el Señor Jesús. Por eso, debemos esforzarnos por ser santos, acogiendo el don del amor divino, convirtiéndonos de nuestros pecados y buscando cumplir el Plan de Dios en todo momento.

 

  1. 107.        ¿Y qué significa “…vida eterna” que aparece al final del Credo?

La vida eterna o Reino de Dios, es la realidad definitiva a la que se llegará gracias a la salvación lograda por el Señor Jesús. No solo los hombres, sino también el universo, será renovado, transformado y glorificado. En este momento, viviremos en toda su plenitud la reconciliación con Dios; en efecto allí Dios será todo en todo (ver 1Cor 15, 28) porque Jesús habrá recapitulado y reconciliado todas las cosas con el Padre (ver Ef 1, 10; Col 1, 20). Al estar en la condición de resucitado, participando de la gloria de la Trinidad en nuestra humanidad completa (cuerpo, alma y espíritu) viviéremos la reconciliación con nosotros mismos, sin ruptura posible por el pecado o la muerte, que ya no existirán. Todos los hombres estaremos unidos por el amor y por la participación común en la felicidad eterna: será la realización plena de la reconciliación con los hermanos humanos. Y por último, el mundo mismo, que habían sido afectado por el pecado del hombre (ver Gén 3, 17; Rom 8, 20-21) participará de la salvación: es la reconciliación con el mundo creado.

La Sagrada Escritura nos habla de estas realidades (ver Ap. 21-22; 2Pe 3, 13) pero no sabemos ni cuándo será este momento, ni tampoco sabemos exactamente cómo se realizará. Por eso, cuando al terminar el credo, decimos amén, expresamos nuestra fe y nuestra certeza de que todo esto se cumplirá, pues así nos lo ha revelado Dios mismo. Decir amén es decir que creemos lo que Dios nos ha dicho; pero más aún, es creer en el Amor del Padre que se ha manifestado en Jesús y que podemos vivir hoy por el Espíritu Santo.

 

SEGUNDA PARTE

LA CELABRACION DEL MISTERIO CRISTIANO

 

PRIMERA SECCION

LA ECONOMIA SACRAMENTAL

 

LA LITURGIA

 

En la primera parte, vimos lo que cree un cristiano. En esta segunda parte, revisaremos lo que celebra el creyente. Y es que la fe profesada se hace vida y culto a Dios cuando es celebrada, y ello ocurre en la Liturgia.

 

  1. 108.        ¿Qué es la liturgia?

La liturgia es la acción sagrada, hecha por medio de símbolos y signos sensibles eficaces, a través de la cual la Iglesia, realizando la obra sacerdotal de Jesús, rinde culto y alcanza su santificación, llevando a los hombres al encuentro con Él. En la liturgia se actualiza la obra de la reconciliación realizada por Dios Uno y Trino a favor de los hombres

 

  1. 109.        ¿Por qué decimos que la liturgia es actualización de la obra de la reconciliación?

En la liturgia, por medio de los signos y símbolos sagrados (especialmente por los sacramentos) se hace presente y actuante en nuestro tiempo la reconciliación que es Padre ha querido para nosotros desde toda la eternidad; se actualiza también el sacrificio reconciliador con el que el Hijo nos ha otorgado la salvación; y podemos interiorizar y vivir en plenitud estos dones gracias a la acción del Espíritu Santo.

 

  1. 110.        ¿Qué son los sacramentos?

Los sacramentos son signo-símbolos sensibles y eficaces, instituidos por el Señor Jesús y entregados a la Iglesia, a través de los cuales se realiza la santificación del hombre y el encuentro con Dios.

 

  1. 111.        ¿Qué características poseen los sacramentos?

Señalamos las siguientes características:

 

  1. Los sacramentos son signos y símbolos sensibles: esto quiere decir que son elementos (agua, pan y vino, etc.) y acciones (imponer las manos, dar un consentimiento) explicitadas por las palabras, que puede ser percibidas por los hombres.
  2. Los sacramentos son signos y símbolos sensibles eficaces: no solo representan la gracia, sino que la producen realmente, y ello en virtud de la propia acción sacramental realizada, sin depender de la santidad de quien realiza el sacramento o de quien lo recibe. A esta característica se le llama eficacia ex opere operato. Esto se debe a que en un sacramento es Jesús mismo quien obra, en la persona del celebrante.
  3.  Los sacramentos han sido instituidos por Cristo. Mediante ellos, el Señor Jesús nos alcanza la reconciliación y hace posible que vivamos la comunión con Dios y con nuestros hermanos.
  4. Los sacramentos son de la Iglesia, pues Jesús los entrego a ella, y es la Iglesia quien los celebra en su nombre. La celebración sacramental de la Iglesia es siempre comunitaria.

 

  1. 112.        ¿Qué otros aspectos podemos observar en la celebración de la Liturgia?.

En la celebración de la liturgia, se pueden apreciar los siguientes aspectos esenciales:

-          Quién celebra.

-          Cómo se celebra.

-          Cuándo se celebra.

-          Dónde se celebra

 

 

  1. 113.        ¿Quién celebra la liturgia?

La liturgia, en cuanto acción que glorifica a Dios Padre, es celebrada por Jesucristo, nuestro sumo Sacerdote, junto a los ángeles y los santos. La Iglesia participa de esta celebración eterna cuando, a través de los signos y símbolos sagrados, realiza la liturgia sacramental. Por eso, se puede decir que la liturgia es obra del Cristo total, esto es, de la Cabeza (Jesucristo) y del Cuerpo (la Iglesia).

 

  1. 114.        En la celebración de la liturgia, ¿todo hacemos lo mismo?

No. Es cierto que por el bautismo, todos participemos del sacerdocio de Cristo como miembro de su Cuerpo (sacerdocio común), y por tanto tenemos un papel activo en la liturgia. Pero la dirección de la celebración corresponde a quienes por el sacramento del Orden están unidos a Cristo-Cabeza (sacerdocio ministerial). En la asamblea litúrgica, cada uno tiene su función, pero todo concurre a la unidad del Cuerpo de Cristo.

 

  1. 115.        ¿Cómo se celebra la liturgia?

La liturgia se celebra:

  1.  Mediante signos y símbolos que pertenecen a la experiencia humana universal. Estos elementos (p.ej. el agua, el fuego, el pan, etc.) han sido asumidos por el Señor Jesús para expresar y transmitir la reconciliación a todos los hombres.
  2. A través de acciones y palabras que hacen presente la salvación dada por Dios y la respuesta de fe de los creyentes. Destaca la proclamación de la Palabra de Dios como parte muy importante de la liturgia.
  3. Utilizando cantos y música sagrada, que expresan con su belleza el espíritu de oración, alabanza y adoración que toda liturgia debe tener.
  4. Utilizando imágenes sagradas, que nos ayudan a profundizar en el Misterio de Jesucristo, alimentan nuestra piedad y son una valiosa ayuda para la catequesis. Las imágenes de Cristo nos llevan a la adoración de quien está allí representado. Mientras que las imágenes de María y de los santos, nos llevan a venerarlos y pedir su intercesión.

 

  1. 116.        ¿Cuándo se celebra la liturgia?

La Iglesia celebra la liturgia en todo momento, hasta que se encuentre definitivamente con el Señor Jesús en el último día. Todo el año la Iglesia conmemora los misterios reconciliadores de Jesús: este es el Año Litúrgico. Y dentro de la semana, destaca la celebración del Domingo.

 

  1. 117.        ¿Qué es el Año Litúrgico?

Es el ciclo anual en el que la Iglesia presenta todo el misterio del Señor Jesús desde la Encarnación y la Navidad, teniendo como eje la Pascua (Pasión, Muerte y Resurrección) hasta Ascensión y Pentecostés, y la expectativa de la Venida Gloriosa del Señor, culmen de nuestra esperanza.

El Año Litúrgico está dividido en dos grandes ciclos, que a su vez se subdividen en tiempos:

 

  1. 1.     Ciclo de Navidad.
    1. Tiempo de Adviento: se inicia el Primer Domingo después de la Solemnidad de Cristo Rey (Fines de Noviembre) hasta el 24 de diciembre).
    2. Tiempo de Navidad: Desde las vísperas del 24 de Diciembre hasta el Domingo siguiente a la Epifanía.
    3. 2.     Ciclo De Pascua
      1. Tiempo de Cuaresma: Desde el Miércoles de Ceniza hasta la misa vespertina del Jueves Santo.
      2. Triduo Pascual: Se ubica en la Semana Santa, en la que se celebra la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Su centro es la vigilia Pascual.
      3. Tiempo Pascual: Dura cincuenta días: desde el Domingo de Resurrección hasta Pentecostés. El día 40 se celebra la Ascensión del Señor.
      4. Tiempo Ordinario: Dura 33 o 34 semanas del ciclo total anual. Tiene dos etapas: la primera (6 ó 7 semanas) va desde el domingo después de Epifanía hasta la Cuaresma.  La segunda (el resto de semanas) después del domingo de Pentecostés hasta Adviento. El último domingo del tiempo ordinario se celebra la solemnidad de Cristo Rey.

 

Durante el Año Litúrgico, la Iglesia conmemora a los Santos que ya están gozando de la Comunión plena con Dios Amor. De esta manera se expresa la unidad de la Liturgia celeste con la liturgia que celebramos aquí en la Tierra.

 

  1. 118.        ¿Por qué es importante el Domingo?

En el Domingo, “Día del Señor”, los cristianos celebramos a Jesús Resucitado, que así nos ha obtenido la reconciliación. Es el día más importante de la semana, el momento por excelencia para la reunión de la asamblea cristiana, en el que se celebra la Eucaristía.

 

  1. 119.        ¿Qué es la Liturgia de las Horas?

Es la oración pública y común de la Iglesia, que a lo largo de todo el día, consagra el tiempo. Mediante la Liturgia de las horas, los momentos de cada día, desde el amanecer hasta el anochecer, se convierten en alabanza, adoración y suplicas a Dios. Cada miembro de la Iglesia participa de esta oración según su lugar propio y sus circunstancias.

 

  1. 120.        ¿Dónde se celebra la Liturgia?

La liturgia es celebrada principalmente en edificios destinados al culto divino, y adecuados especialmente para ello. Estos edificios son los templos o iglesias. En estos lugares se ora, se escucha la Palabra de Dios y se celebran los sacramentos, especialmente la Eucaristía.

 

 

SEGUNDA SECCION

LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA

 

  1. 121.        ¿Cuántos y cuáles son los sacramentos de la Iglesia?

Los sacramentos son siete: bautismo, confirmación, eucaristía, penitencia o reconciliación, unción de los enfermos, matrimonio y orden.

Haciendo una analogía con los momentos más importantes de la vida humana, se pueden dividir los sacramentos en:

-          Sacramentos de Iniciación cristiana: Con ellos se origina, se afianza y se sustenta la vida cristiana. Son el bautismo, la confirmación y la Eucaristía.

-          Sacramentos de Curación: Nos permiten recuperar la gracia santificante cuando la hemos perdido o al hallarnos en peligro. Son la penitencia o reconciliación y la Unción de los enfermos.

-          Sacramentos al servicio de la comunidad: Se llaman así porque están especialmente ordenados a la salvación de los demás. Son el matrimonio y el orden.

 

LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACION CRISTIANA

EL BAUTISMO

 

  1. 122.        ¿Qué es el Bautismo?

Es el sacramento que, por medio de la ablución con agua y la formula sacramental, nos borra el pecado original, nos otorga la gracia santificante convirtiéndonos en nuevas creaturas, y nos hace hijos de Dios e hijos de la Iglesia.

El bautismo es el primero de los sacramentos, y también es como la “puerta” que abre el acceso a los otros sacramentos. Es el inicio y el primer paso de nuestra vida cristiana.

 

  1. 123.        ¿Qué nos dice la Biblia acerca del Bautismo?

En la Biblia encontramos prefigurado el bautismo a través de ciertas figuras y hechos del Antiguo Testamento. Así, por ejemplo, el Arca de Noé en medio del Diluvio (Gén 6-8) y el paso del Mar Rojo por los israelitas al salir de Egipto (Ex 14-15) simbolizan la salvación que nos viene por e agua. En el Nuevo Testamento, vemos a Juan el Bautista que da el bautismo como signo de arrepentimiento. Jesús fue bautizado por Juan (Mt 3, 13ss) y torga a los Apóstoles la misión de dar el verdadero bautismo “en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19-20). San Pablo nos explica que el bautismo es participación en la muerte y resurrección del Señor Jesús (Rom 6, 1ss). San Pedro enseña que por el bautismo se nos perdonan los pecados y se nos da el don del Espíritu Santo (Hch 2, 38).

 

  1. 124.        ¿Es necesario el bautismo para la salvación?

Si. El Señor Jesús lo afirma cuando dice: “El que no nace del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3, 5). Por eso envía a sus apóstoles a bautizar a todos los hombres. No obstante, hay muchas personas que no pueden recibir el bautismo por razones ajenas a su voluntad. La Iglesia sabe que aquellos que sin estar bautizados han dado su vida por la fe en Jesús, han sido bautizados por su Pasión reconciliadora (bautismo de sangre).

Los catecúmenos que mueren sin haber recibido el bautismo, por su deseo de ser de Cristo han recibido los efectos del bautismo (bautismo de deseo). En el caso de los que, sin culpa propia, nunca han oído hablar de Jesucristo y de la Iglesia, pero que viven buscando hacer el bien y según la verdad, podemos suponer que habrían deseado el bautismo de haberlo conocido (deseo implícito). Respecto a los niños que mueren sin bautismo, la Iglesia, sabiendo que “Dios quiere que todos los hombres s salven” (1Tim 2, 3ss) y viendo el ejemplo de Jesús que dijo: “Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis” (Mc 10, 14), confía en la misericordia de Dios y ruega por la salvación de estos pequeños. No se salvaría, en cambio, quien sabiendo la necesidad del bautismo, y pudiendo bautizarse, se niegue obstinadamente a recibir este sacramento.

 

  1. 125.        ¿Cuál es el rito esencial del bautismo?

El rito esencial del bautismo consiste en sumergir en el agua a la persona tres veces, o también en derramar tres veces el agua sobre su cabeza, al mismo tiempo que el ministro dice: N (nombre de la persona), yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”.

 

  1. 126.        ¿Cuáles son los efectos del bautismo?

Señalamos los siguientes:

  1.  El bautismo nos perdona los pecados. Borra el pecado original con el que venimos al mundo, y perdona cualquier pecado personal que el hombre haya podido cometer.
  2. Se nos da por este sacramento la “vida nueva”, la gracia santifica que nos hace “nuevas creaturas”. El bautizado es ahora hijo adoptivo del Padre, hermano de Jesucristo y templo del Espíritu Santo. Gracias al bautismo, el cristiano puede indicar su proceso de conformación con el Señor Jesús.
  3. El bautismo nos da las virtudes teologales: la fe la esperanza y la caridad. En la medida en que se nos da la fe, este sacramento nos hace miembros de la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo.
  4. El bautismo imprime en el cristiano el “carácter sacramental”: un sello espiritual imborrable que lo signa como perteneciente a Cristo y lo habilita a participar en la liturgia. El bautismo no se puede repetir.

 

  1. 127.        ¿Quiénes pueden administrar el bautismo?

Los ministros ordinarios de este sacramento son aquellos que poseen el sacramento del Orden: obispos, presbíteros y diáconos. Pero dado que el bautismo es necesario para la salvación, cualquier persona, incluso un no bautizado, puede administrarlo, siempre y cuando tenga la intención de hacer lo que hace la Iglesia, utilizando el agua y la formula sacramental.

 

  1. 128.        ¿Quiénes pueden recibir el bautismo?

Puede ser bautizada cualquier persona que aún no haya recibido el bautismo. Los adultos que aún no han recibido este sacramento deben pasar por un proceso de educación en la fe llamado catecumenado, a cuyo término reciben los sacramentos de la Iniciación cristiana. La Iglesia exhorta bautizar a los niños para que, desde los primeros momentos de su existencia, queden libres del poder del pecado, puedan vivir la gracia de ser hijos de Dios y participar de la reconciliación que el Señor Jesús nos ha obtenido.

 

LA CONFIRMACION

 

  1. 129.        ¿Qué es la confirmación?

Es el sacramento por el que el cristiano, a través de la Unción con el Santo Crisma, recibe la plenitud de la gracia bautismal y el Don del Espíritu Santo que lo une de manera más fuerte a la Iglesia, lo compromete a participar de su misión y apostolado y lo hace testigo de Cristo en medio del mundo.

 

  1. 130.        ¿Qué nos dice la Biblia acerca de la Confirmación?

Ya en el Antiguo Testamento se anuncia que Dios derramará su Espíritu sobre su pueblo elegido (Joel 3, 1ss). El Espíritu de Dios estará sobre el Mesías (Is 61, 1ss) y será el sello de la Nueva Alianza (Jer 31, 31) que transformará los corazones de piedra en corazones de carne (Ez 36, 25ss). Esta promesa se cumple cuando el Señor Jesús envía el Espíritu Santo sobre María y los Apóstoles en Pentecostés (Hch 2, 1ss). Desde ese momento, los Apóstoles – y posteriormente sus sucesores- imponían las manos y otorgaban el Don del Espíritu que completa la gracia bautismal (Hch 8, 15-17). Es en esta práctica apostólica –que actualiza la promesa del Espíritu Santo hecha por el Señor Jesús- donde encontramos los orígenes del sacramento de la Confirmación.

 

  1. 131.        ¿Cuál es el rito esencial de la Confirmación?

El rito esencial de este sacramento lo constituye la unción con el Santo Crisma, junto con la imposición de la mano del ministro y las palabras: “Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo”. Simboliza el hecho de que la persona, al recibir el Espíritu Santo, queda consagrado (esto significa precisamente la unción) para vivir la misión a la que Jesús lo llama, y que realiza con y en la Iglesia.

 

  1. 132.        ¿Cuáles son los efectos de la Confirmación?

Los principios efectos son:

  1. La efusión plena del Espíritu Santo, que perfecciona y completa la gracia bautismal, permitiendo que el cristiano pueda vivir su fe de manera madura y responsable. Por eso se dice que la Confirmación es el “sacramento de la adultez cristiana”.
  2. Una unión mucho más profunda con el Señor Jesús, y por ende, una vivencia, más profunda de nuestra filiación adoptiva.
  3. El aumento de los dones del Espíritu Santo, que nos ayuda a entender, amar y poner por obra nuestra fe.
  4. La unión más plena y comprometida con la Iglesia. Por esta unión, los cristianos estamos llamados a ser testigos y apóstoles del Señor en medio del mundo.
  5. Así como en el bautismo, la Confirmación produce en la persona que lo recibe, el “carácter” os ello espiritual imborrable que perfecciona el sacerdocio común recibido en el bautismo y le da el poder de confesar la fe de Cristo públicamente. Por lo mismo, este sacramento solo puede darse una vez en la vida.

 

  1. 133.        ¿Quiénes pueden administrar la Confirmación?

Los que ordinariamente administran la Confirmación son los obispos. Ello se debe a que, por ser los sucesores de los Apóstoles, poseen la plenitud del sacerdocio ministerial y pueden unir más estrechamente a los creyentes a la misión apostólica de la Iglesia.

La Confirmación también puede ser administrada por el presbítero, siempre y cuando lo autorice el obispo. En caso de peligro de muerte, el presbítero debe administrar la Confirmación.

 

  1. 134.        ¿Quiénes puede recibir la Confirmación?

Pueden recibirla todos los cristianos bautizados que aún no hayan sido confirmados. Debido a que la Confirmación conlleva la exigencia de un compromiso maduro y responsable con la fe y la misión de la Iglesia, se debe recibir a una edad adecuada (en nuestro medio, la Confirmación se recibe por lo común a la edad de quince años).

 

 

LA EUCARISTIA

 

  1. 135.        ¿Qué es la Eucaristía?

La Eucaristía es el sacramento del Cuerpo y la Sangre del Señor Jesús. En la Eucaristía se hace presente (se “actualiza”) el misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor por el cual nos ha reconciliado. Es Jesucristo mismo quien está realmente presente en este sacramento, para unirse con nosotros, para que podamos asemejarnos con El y alcanzar la Comunión plena.

 

  1. 136.        ¿Qué otros nombres recibe la Eucaristía?

La palabra Eucaristía significa “acción de gracias” y significa que en este sacramento admirable agradecemos a Dios Padre por el don de la reconciliación que nos ha dado en la persona de su Hijo. Se la llama también Cena del Señor porque es la actualización de la Cena que el Señor Jesús celebro con los Apóstoles la víspera de su Pasión; Fracción del Pan, porque hace referencia al gesto de Jesús de partir el pan en la Última Cena, dándonos así su propio cuerpo; Santo Sacrificio porque  en la Eucaristía se realiza, bajo los signos sacramentales, el mismo sacrificio de la Cruz, solo que ahora de manera incruenta; Comunión, porque nos une a Cristo de una manera más intima y nos une también entre nosotros.

Estos nombres, y otros más, nos indican la riqueza que posee este sacramento. No sin razón se le llama también el Sacramento de los sacramentos o el Santísimo Sacramento.

 

  1. 137.        ¿Qué nos dice la Biblia acerca de la Eucaristía?

En el Antiguo Testamento, hallamos ciertas prefiguraciones de la Eucaristía, como p.ej. el ofrecimiento de pan y vino hecho por Melquisedec (Gén 14, 18), o como el maná con el que Dios alimentó al pueblo de Israel durante su marcha por el desierto (Ex 16m, 14-16). El Señor Jesús, luego del milagro de la multiplicación de los panes, se dio a conocer como el verdadero Pan vivo bajado del cielo que da la vida eterna (Jn 6, 51). El mismo, al iniciarse la Pascua Judía, la noche en que iba a ser entregado, instituyo el sacramento de la Eucaristía,  dándonos a comprender que es la Pascua definitiva y la realización plena de la Alianza entre Dios y los hombres (ver Mt 26, 26ss; Mc 14, 22-24; Lc 22, 19-22).

Desde el principio de su existencia, la Iglesia celebró la Eucaristía. Así lo muestra la vida de la primera comunidad cristiana (Ver Hch 2, 42ss) que celebraba este sacramento el día domingo (Hch 20, 7). San Pablo nos recuerda que la Eucaristía es un verdadero sacrificio (1Cor 10, 16-21) donde se hace presente de manera real el Señor Jesús de allí que la celebración deba realizarse con reverencia y caridad (ver 1Cor 11, 23-34).

 

  1. 138.        ¿De qué manera se celebra la Eucaristía?

La celebración de la Eucaristía recibe el nombre de Misa. A lo largo de los siglos, la Misa se ha celebrado siguiendo una misma estructura fundamental.

La Misa está constituida por dos partes que conforman una unidad inseparable: la Liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía. Los ritos iníciales y los ritos de conclusión y cierran –respectivamente – la celebración de la Santa Misa.

Podemos esquematizar de manera completa las partes de la Misa a través del siguiente esquema:

 

  1. Ritos Iniciales: A través de ellos la asamblea es congregada y se prepara para escuchar la Palabra de Dios. Comprende
    1. Entrada
    2. Saludo del celebrante
    3. Ritos penitenciales: Se reconocen los propios pecados y se pide la misericordia del Señor (Kyrie)
    4. Gloria
    5. Oración colecta
    6. Liturgia de la Palabra: Dios habla a la asamblea mediante su Palabra (lecturas). El pueblo responde aclamando la Palabra (Aleluya), meditándola (homilía), expresando su fe (Profesión de fe) y presentando sus necesidades (Oración universal o de los fieles).

Comprende:

  1. Primera Lectura: Dios habla por su profeta. De allí que por lo común se toma del Antiguo Testamento.
  2. Salmo Responsorial
  3. Segunda Lectura: Dios habla por medio de su Apóstol.
  4. Aleluya: La Asamblea aclama a Jesús que se hará presente en su Evangelio (se omite en cuaresma).
  5. Evangelio: Dios habla por medio de su Hijo.
  6. Homilía.
  7. Profesión de fe.
  8. Oración Universal.

 

  1. Liturgia de la Eucaristía: El Señor Jesús, que por su Palabra está entre sus fieles, se hace presente de manera real en la Eucaristía. Comprende:
    1. Presentación de dones.
    2. Oración eucarística: Conformada por el Prefacio y el Santo, y el momento central que es la Plegaria eucarística. Es aquí donde se realiza la consagración.
    3. Ritos de comunión:

3.1.  Oración del Padre Nuevo.

3.2.  Signo de la paz

3.3.  Fracción del pan, que a su vez comprende:

3.3.1.      Agnus Dei (oración “Cordero de Dios…”).

3.3.2.      Oración “Señor, no soy digno” como acto de humildad ante el Señor Jesús que viene a nosotros.

3.3.3.      Comunión

3.3.4.      Oración final.

 

  1. Ritos de Conclusión: También llamados “Ritos de despedida”

Es la culminación y punto final de la misa.

Incluye:

  1. Bendición final.
  2. Despedida de los participantes.

 

  1. 139.        ¿Qué aspectos o dimensiones presenta la Eucaristía?

Podemos señalar básicamente tres aspectos de este maravilloso sacramento: la Eucaristía es sacrificio; la eucaristía es la presencia real del Señor Jesús; la Eucaristía es Comunión con Jesucristo y entre nosotros.

 

  1. 140.        ¿Por qué decimos que la Eucaristía es sacrificio?

Porque en la Eucaristía se hace presente en nuestro hoy el único sacrificio del Señor Jesús que se realizó en el Gólgota. Por eso decimos que la Eucaristía es actualización de la entrega reconciliadora de Cristo, y Memorial de su Pascua.

Debe quedar bien claro que la Eucaristía NO es otro sacrificio distinto al sacrificio de la cruz. Es el mismo sacrificio, y aquel es el mismo Jesús quien se entrega por nosotros, con la única diferencia que en este sacramento El se halla en su estado glorioso de resucitado, y por ello no puede sufrir. Por eso se dice que la Eucaristía es sacrificio incruento.

 

  1. 141.        ¿Por qué hablamos de “presencia real” del Señor Jesús en la Eucaristía?.

Porque en la Eucaristía Jesús está realmente presente. No es solo un recuerdo, ni tampoco un símbolo de su presencia: por el sacramento, el Señor Jesús está entre nosotros de manera enteramente real, en su Cuerpo y Sangre, humanidad y divinidad.

Esta presencia singular nos habla del gran amor que Jesús nos tiene. No solo nos ha reconciliado por su muerte en la cruz, sino que ha querido quedarse con nosotros para ser nuestro alimento y fortaleza en nuestra vida cristiana.

 

  1. 142.        ¿De qué manera se hace presente realmente Jesús en la eucaristía?

Cuando en la Misa, el sacerdote pronuncia las palabras de Jesús en la última Cena: “Tomad y comed, esto es mi cuerpo”; “Tomad y bebe, esta es mi sangre…” entonces la sustancia del pan y del vino se convierten en el cuerpo y la sangre del Señor, permaneciendo las apariencias de pan y de vino. A este hecho maravilloso se le llama transubstanciación. Esta es la parte más importante de la misa, y por lo mismo, constituye el rito esencial de la Eucaristía.

De esta manera, Jesús está presente entre nosotros bajo las especies del pan y del vino. Por eso nuestra actitud ante la Eucaristía es de adoración, pues la fe nos muestra allí al miso Señor. Los creyentes expresamos nuestro amor a Jesús sacramentado mediante nuestros gestos (p.ej. arrodillarnos), en las visitas al Santísimo Sacramento, y en el Culto solemne a la Eucaristía.

 

  1. 143.        ¿Por qué decimos que la Eucaristía es comunión?

Al decir que la Eucaristía es comunión, señalamos uno de los aspectos más importantes de este sacramento, que es el de realizar un encuentro y una unión plenas entre Jesús y cada uno de nosotros. En efecto, quien comulga, se une de manera más intima con el Señor, que “me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2, 20). Gracias a la Eucaristía, Jesús vive en nuestro interior, y así podemos ir configurándonos con El con más intensidad.

Pero la Eucaristía realizar además la comunión de los creyentes entre sí. Al comulgar y unirnos al Señor Jesús, todos formamos parte de un solo Cuerpo, el de Cristo, y de una única Iglesia. De allí que a la eucaristía se le llame también” sacramento de unidad” y “vinculo de caridad”.

 

  1. 144.        ¿Cuáles son los efectos de la Eucaristía?

Podemos señalar los siguientes:

 

a)     Mediante la Eucaristía, el Señor Jesús habita en nuestro interior, y nos da la gracia santificante por la que podemos vivir santamente.

b)     La Eucaristía acrecienta nuestro amor. Gracias a ella, podemos amar más intensamente a Dios nuestro Padre y también a nuestros hermanos los hombres, especialmente a los más pobres y a aquellos que más sufren.

c)     La Eucaristía borra los pecados veniales y nos preserva de cometer pecados mortales. Esto se debe a que en el sacramento experimentamos el amor de Jesús, lo que nos lleva a responder amándolo con todo nuestro corazón, mientras que el pecado es el rechazo del amor del Señor.

d)     La Eucaristía hace la unidad de la Iglesia, ya que nos une en el único Cuerpo de Cristo y nos hace participes de la fe, esperanza y caridad que se viven en la Iglesia.

e)     Por último, la Eucaristía es prenda de la gloria eterna: en ella, el Señor Jesús nos garantiza que resucitaremos con El y tendremos una humanidad gloriosa semejante a la suya: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo le resucitaré el último día” (Jn 6, 54).

 

  1. 145.        ¿Quiénes pueden consagrar la Eucaristía?

Los únicos que pueden consagrar la Eucaristía son aquellos que han recibido el sacramento del Orden y poseen el sacerdocio ministerial (presbíteros y obispos).

 

  1. 146.        ¿Quiénes pueden recibir la Eucaristía?

Puede recibirla todo bautizado que pueda reconocer en el sacramento la presencia del Señor y se halle en estado de gracia. La Iglesia llama vivamente a sus fieles a confesarse – si se hallan en estado de pecado mortal- antes de acercase a la Eucaristía, y exhorta a su recepción frecuente. Es precepto de la Iglesia comulgar por lo menos una vez al año, si es posible, en tiempo pascual.

 

LOS SACRAMENTOS DE CURACION

LA RECONCILIACION

 

  1. 147.        ¿Qué es la penitencia o reconciliación?

Es el sacramento por el que, mediante la confesión de los pecados y la absolución conferida por el sacerdote, se nos da el perdón de los pecados cometidos después del bautismo y se restablece la amistad con Dios, perdida por la ruptura generada por el pecado.

Los nombres dados a este sacramento nos indican claramente sus diversas dimensiones. Se le llama penitencia para indicar los actos con los que el pecador expresa su arrepentimiento al recibir el perdón divino; reconciliación, ya que Dios, al perdonarnos, repara la ruptura producida por el pecado; confesión, porque la manifestación de los pecados al sacerdote es parte esencial del sacramento.

 

  1. 148.        ¿Qué nos dice la Sagrada Escritura acerca del sacramento de la reconciliación?.

El Señor Jesús ha venido al mundo para salvarnos del pecado (ver Mt 1, 21) y a lo largo de su vida terrena perdonaba los pecados de los hombres (ver Mc 2, 5-12). Es el mismo Jesús quien encargó a los apóstoles el perdonar así como El nos perdonaba: “Como el Padre me envió, también yo os envío... Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se les retengáis, les quedan retenidos” (Jn 20, 21-23). Por eso, en el ejercicio de su ministerio, los apóstoles trasmitirán a los hombres el perdón y la reconciliación: “Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación. Porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación. Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: reconciliaos con Dios!” (2 Cor 5, 18-20).

 

  1. 149.        ¿Por qué es importante este sacramento?

Porque al perdonarnos los pecados cometidos después del bautismo, nos ayuda a convertirnos de modo más pleno. Por el pecado, nuestra condición humana ha quedado debilitada. Necesitamos la ayuda de Dios para vivir santamente y luchar contra nuestras inconsistencias y faltas personales.

 

  1. 150.        ¿Cuáles son los elementos constitutivos del sacramento de la reconciliación?

Los elementos constitutivos de este sacramento son, por una parte, los actos del penitente, y por otra, la acción de la Iglesia que otorga el perdón sacramental.

Los actos del penitente son:

a)     la contrición, esto es, el dolor por los pecados cometidos unido a la resolución de no volver a pecar. Es el amor a Dios y el temor a la condenación eterna lo que nos mueve al arrepentimiento y nos lleva a buscar la reconciliación.

b)     La confesión de los pecados al sacerdote, es elemento central de este sacramento. Se deben confesar los pecados mortales, previo examen de conciencia, e incluso los veniales (cosa que la Iglesia recomienda vivamente). Es precepto de la Iglesia el confesarse por lo menos una vez al año, o cuando se está en peligro de muerte.

c)     la satisfacción es la reparación que el penitente realiza con sus actos para eliminar los daños causados por el pecado, tanto en otras personas (por ejemplo, restituir lo robado) como en uno mismo (p. ej. Purificar el propio interior a través de oraciones, obras de misericordia etc). A la satisfacción que impone el confesor, se le llama también penitencia.

 

La acción de la Iglesia que nos da la reconciliación recibe el nombre de absolución. La da el sacerdote a través de la fórmula sacramental, que expresa el perdón otorgado por Dios Uno y Trino mediante la Iglesia: “Dios Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y resurrección de su Hijo, y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

 

  1. 151.        ¿Quién es el ministro de la reconciliación?

El ministro de este sacramento es el Obispo, y su colaborador en el sacerdocio, es decir, el presbítero. Solo ellos pueden administrar la reconciliación.

Es importante recordar que el ministro que recibe las confesiones está obligado a guardar absoluto secreto sobre los pecados de los penitentes. Este secreto, que no admite excepción alguna, recibe el nombre de “sigilo sacramental”.

 

  1. 152.        ¿Cuáles son los efectos del sacramento de la reconciliación?

Podemos señalar los siguientes efectos:

a)     Por este sacramento somos reconciliados con Dios. Si nuestros pecados nos alejaron de El, la gracia del sacramento restablece la amistad perdida y nos permite vivir la Comunión con el Señor.

b)     Nos devuelve la gracia santificante, así como nos brinda la tranquilidad de espíritu y la paz interior.

c)     Nos reconcilia con la Iglesia. En efecto, el pecado es también ruptura de la comunión fraterna, y ésta es resanada por el sacramento. Incluso se puede afirmar que la reconciliación con la Iglesia es inseparable de la reconciliación con Dios.

 

En un texto admirable, el Papa Juan Pablo II nos  dirá lo siguiente: “Hay que añadir que tal reconciliación con Dios tiene como consecuencia, por así decir, otras reconciliaciones que reparan las rupturas causadas por el pecado: el penitente perdonado se reconcilia consigo mismo en el fondo más íntimo de su propio ser, en el que recupera la propia verdad interior; se reconcilia con los hermanos, agredidos y lesionados por él de algún modo; se reconcilia con la Iglesia, se reconcilia con toda la creación” (Exhort. “Reconciliación y Penitencia” n.31).

 

  1. 153.        ¿Qué son las indulgencias?

Para entender esto, debemos explicar primero lo que ocasiona el pecado que cometemos. Cuando pecamos gravemente, rompemos la comunión con Dios, nos partamos de Él y quedamos incapacitados para la vida eterna: estamos en situación de culpa ante Dios y merecemos la pena eterna por nuestro alejamiento. Pero en nuestro pecado hay otra consecuencia: el apego desordenado a las cosas que nos impide amar correctamente a Dios, y nos hace merecedores de la pena temporal.

El sacramento de la reconciliación elimina la culpa y la pena eterna, frutos del pecado: reconciliados, ya no somos culpables, sino hijos de Dios, y estamos unidos nuevamente con El. Pero permanece la pena temporal, que es borrada por las indulgencias. Decimos, pues, que las indulgencias consisten en la remisión de la pena temporal de los pecados que el penitente, cumpliendo ciertas condiciones, obtiene por mediación de la Iglesia, encargada por el Señor Jesús de administrar en su nombre la gracia del perdón. La indulgencia puede ser plenaria o parcial según borre complemente o en parte la pena temporal de los pecados.

 

  1. 154.        ¿Quiénes pueden ganar las indulgencias?

Los fieles pueden ganar las indulgencias para sí mismos cumpliendo los requisitos que pone la Iglesia (confesión, peregrinación a determinado lugar, participación en la Eucaristía, oración, realizar obras de misericordia). Pero pueden aplicarlas también a los fieles difuntos, y de esa manera, en virtud de la comunión de los santos, pueden ayudarlos a su purificación plena, hasta alcanzar la gloria.

 

  1. 155.        ¿Cómo se celebra el sacramento de la reconciliación?

La manera ordinaria de celebrar este sacramento es la confesión y la absolución personales. Esto tiene una razón muy profunda: el Señor Jesús se dirige personalmente a cada uno de los pecadores para perdonarlos y devolverles la amistad con Dios.

 

LA UNCION DE LOS ENFERMOS.

 

  1. 156.        ¿Qué es la Unción de los Enfermos?

La Unción de los enfermos es el sacramento que fortalece al cristiano que sufre de enfermedad grave o de vejez, lo une más al Señor Jesús y le procura alivio y bienestar en medio de sus dolores y padecimientos.

 

  1. 157.        ¿Qué nos dice la Sagrada Escritura sobre la Unción de los Enfermos?

La Sagrada Escritura nos presenta la enfermedad y el sufrimiento como males de los que Dios nos salva: “Tú me curarás, me darás la vida. Entonces mi amargura se trocará en bienestar, pues tú preservaste mi alma de la fosa de la nada” (Is 38, 16-17). Jesús, al curar a los enfermos, muestra que ha venido para sanarnos de la enfermedad más grave: el pecado: “… Jesús dijo al Paralitico: Hijo, tus pecados te son perdonados… A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa” (Mc 2, 5.11). El mismo Señor Jesús envió a los apóstoles “a curar enfermos” (Mt 10, 8). Y es así como los apóstoles y sus seguidores, siguiendo el mandato de Jesús, administraban el sacramento de la Unción de los enfermos.

Un ejemplo lo tenemos en la carta de Santiago: “¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecado, le serán perdonados” (Stg 5, 14-15).

 

  1. 158.        ¿Quiénes pueden recibir este sacramento?

La Unción de los enfermos pueden recibirla aquellos fieles que se hallan padeciendo alguna enfermedad grave, o que son de edad avanzada y pueden, por ello, hallarse en peligro de muerte, y puede además, administrarse repetidas veces. No es conveniente dar este sacramento instantes antes de la muerte, ya que de ese modo se evita la participación activa del fiel.

 

  1. 159.        ¿Quiénes administran la Unción de los enfermos?

Solamente los sacerdotes (obispos, y presbíteros) pueden administrar este sacramento.

 

  1. 160.        ¿Cuál es el rito esencial de la Unción de los enfermos?

El rito esencial de este sacramento consiste en ungir al enfermo con el aceite consagrado en la frente y en las manos, mientras el sacerdote pronuncia las palabras: “Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad”.

 

  1. 161.        ¿Qué efectos produce la Unción de los enfermos?

La celebración de este sacramento produce los siguientes efectos:

a)     Da al enfermo una gracia especial por la que el Espíritu Santo lo conforta en su situación de enfermedad grave o de vez, brindándole la salud espiritual, e inclusive la curación corporal, si conviene a su salvación.

b)     Perdona los pecados, si es que el enfermo no ha podido recibir el sacramento de la reconciliación.

c)     Une al fiel enfermo con la Pasión del Señor Jesús, para que, ofreciendo sus sufrimientos con espíritu de oblación, pueda contribuir a su santificación y a la de sus hermanos en la fe.

d)     Prepara a la persona para el momento en que se encuentre definitivamente con Dios Uno y Trino y pueda vivir la Comunión plena, amando al Señor por toda la eternidad.

 

LOS SACRAMENTOS ALS ERVICIO DE LA COMUNIDAD

EL ORDEN

 

  1. 162.        ¿Qué es el sacramento del Orden?

El Orden es el sacramento que transmite la misión y la autoridad que Jesús confió a sus apóstoles para que dirijan la Iglesia. Comprende tres grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado.

 

  1. 163.        ¿Qué nos dice la Sagrada Escritura acerca de este sacramento?

Ya desde el Antiguo Testamento, Israel aparece como “reino de sacerdotes” (Ex 19, 6). Pero dentro de Israel, Dios eligió algunos hombres para que realizaran las funciones del culto divino: los levitas. Aarón, hermanos de Moisés, es llamado al sacerdocio por Dios mismo (Ex 28, 1). Posteriormente, Israel poseerá Sumos Sacerdotes que hagan de mediadores entre Dios y el pueblo.

Todo esto prefiguraba a Jesús, Sumo Sacerdote (Hbr 5, 10), y único mediador entre Dios y los hombres (1Tim 2, 5) que con su sacrificio en la cruz nos ha conseguido la reconciliación (Ef 2, 14ss; Col 1, 20). Pero el Señor Jesús ha querido que su ministerio sacerdotal sea continuado por sus apóstoles, que deben seguir ofreciendo9 su sacrificio a los hombres hasta el fin de los tiempos: “Haced esto en recuerdo mío…”. En la Última Cena, los apóstoles fueron constituidos sacerdotales, para celebrar de manera sacramental los misterios de nuestra salvación, especialmente la Eucaristía (Ver 1Cor 11, 23-26). Y a su vez, los apóstoles trasmitieron su sacerdocio a sus sucesores, los obispos, e hicieron participes de él a os presbíteros, sus colabores en el ministerio (ver 2Tim 1, 6; Tito 1, 5).

 

  1. 164.        ¿Existen diversas participaciones en el sacerdocio de Jesucristo?

Si. El Señor Jesús ha hecho de la Iglesia un pueblo sacerdotal (ver 1Pe 2, 9). Sin embargo, no todos en la Iglesia participan del sacerdocio del Señor de la misma manera. Todos los fieles, por su bautismo, poseen el sacerdocio común, por el que se unen a Cristo sacerdote como miembros de su cuerpo y pueden tener un papel activo en el culto. Pero el sacerdocio ministerial lo poseen solamente aquellos que han recibido el sacramento del Orden, por el cual se unen a Cristo-Cabeza, y tienen la función de santificar al cuerpo, especialmente por la administración de lso sacramentos, y guiarlos, ejerciendo la autoridad. Téngase en cuenta que el sacerdocio ministerial es diferente del sacerdocio común, de modo esencial, no sólo gradual, y ambos conforman el único sacerdocio de Jesucristo, tal como se vive en la Iglesia.

 

  1. 165.        ¿Cuántos grados posee el sacramento del Orden?

Este sacramento posee tres grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado. De éstos, dos de ellos (episcopado y presbiterado) son participación del sacerdocio ministerial del Señor Jesús. El tercero (diaconado) no hace participes del sacerdocio de Cristo. Está dado en orden al servicio y ayuda de los sacerdotes y de la Iglesia.

 

  1. 166.        ¿Quiénes poseen el Episcopado?

Lo poseen los Obispos. Ellos, en cuanto sucesores de los apóstoles, han recibido la plenitud del sacramento del Orden, precisamente para cumplir su misión de santificar a la Iglesia.

 

  1. 167.        ¿Quiénes poseen el presbiterado?

Lo poseen los presbíteros, que han recibido una participación del sacerdocio pleno del obispo y ejercen su ministerio sacerdotal colaborando con la función santificadora y de gobierno propia del Obispo. Como colaboradores, celebran el culto y administran los sacramentos, así como conducen con autoridad a la porción del Pueblo de Dios que su Obispo les encomienda.

 

  1. 168.        ¿Quiénes poseen el diaconado?

Lo poseen los diáconos, que reciben el Orden no para el sacerdocio, sino para el servicio. En este sentido, los diáconos tienen la función de ayudar a los obispos y presbíteros, así como servir al Pueblo de Dios.

  1. 169.        ¿Cuál es el rito esencial de este sacramento?

El rito esencial de este sacramento lo constituyen – en los tres grados- la imposición de las manos por parte del ministro sobre la cabeza del ordenando, a la que acompaña la oración consecratoria propia de cada ministerio conferido.

 

  1. 170.        ¿Quiénes pueden conferir el sacramento del Orden?

Son los Obispos, en cuanto sucesores de los apóstoles, los que pueden conferir válidamente el Orden en sus tres grados.

 

  1. 171.        ¿Quiénes pueden recibir el sacramento del Orden?

Solamente los varones bautizados pueden recibir el sacramento del Orden. Con esto, la Iglesia sigue el ejemplo del mismo Señor Jesús, que solamente llamo a varones para ejercer este ministerio.

En la Iglesia Católica de rito latino, el Orden es conferido a los varones que quieren vivir el celibato por amor del Reino y para servir a los hombres. La única excepción a esta norma eclesial es la de los diáconos permanentes, que pueden recibir este ministerio siendo casados.

 

  1. 172.        ¿Cuáles son los efectos del sacramento del Orden?

Son los siguientes:

a)     Una gracia particular que configura al ordenado con Jesucristo Sumo Sacerdote, y lo hace partícipes de su

b)     El Orden produce un carácter sacramental indeleble e irreiterable, que no se borra nunca.

c)     Por este sacramento, el ordenado (sea obispo, presbítero o diacono) puede realizar las tareas propias de su ministerio. Con la gracia particular propia del sacramento, se le otorga también la gracia santificante que le permite realizar santamente sus funciones.

 

 

EL MATRIMONIO

 

  1. 173.        ¿Qué es el matrimonio?

El matrimonio es el sacramento por el cual, el hombre y la mujer se entregan el uno al otro, para crear una comunión de vida que los realice plenamente como personas en el amor mutuo y en la formación y el cuidado de un hogar.

 

  1. 174.        ¿Qué nos dice la Sagrada Escritura sobre el Matrimonio?

Ya desde el relato de la creación, vemos cómo Dios mismo ha querido la unción del hombre y la mujer: “Creó pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó” (Gén 1, 27). El matrimonio es bendecido por Dios, que lo quiere como parte de su Plan para el hombre: “Y bendíjolos Dios y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos y llenad la tierra y sometedla” (Gén 1, 28). Y la esencia del matrimonio es el amor del hombre y la mujer, amor que supera cualquier otro tipo de amor humano y que debe llevar a al unidad entre ambos: “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen los dos una sola carne” (Gén. 2, 24).

El pecado de los primeros padres deformó y distorsionó el matrimonio: el amor es reemplazado por el egoísmo, y las relaciones de afecto y comunión se tocan en dominio y opresión (ver Gén 3, 16). Sin embargo, Dios no va a negar su Plan; antes bien, toma la figura del matrimonio para expresar su amor reconciliador por los hombres. En efecto, la Alianza es presentada muchas veces como un matrimonio (ver Os 1-3; Is 54, 1ss; Is 62, 1ss), figura del amor y de la unidad que Dios quiere vivir con la humanidad. Será el Señor Jesús quien restaure la dignidad del matrimonio “como era en el principio” (ver Mt 19, 8) y enseñe que hombre y mujer deben vivir en comunión fiel e indisoluble, porque ese es el Plan de Dios. Más aún: Jesús, al entregar su vida por nuestra reconciliación, se ha unido a la Iglesia como un esposo a su esposa, realizando así la Alianza Plena y definitiva. Por eso, porque la unción del hombre y la mujer es símbolo de la unción de Jesús con su Iglesia (Ver Ef 5, 25-32), es que el matrimonio es considerado un sacramento cristiano.

 

  1. 175.        ¿Cuál es el elemento central de este sacramento?

El elemento central del matrimonio lo constituye el consentimiento mutuo, que es el acto de la voluntad por el cual el hombre y la mujer se entregan y se reciben el uno al otro para toda la vida. Tal consentimiento debe ser libe, y es expresado por los esposos durante la celebración del matrimonio, que-por lo común- se realiza durante la misa.

 

  1. 176.        ¿Quiénes administran el matrimonio?

En este sacramento, los “ministros” son los mismos contrayentes, es decir, el hombre y la mujer que por su mutua entrega, se unen en el Señor. Pero el matrimonio, por ser sacramento, se celebra en la Iglesia, ante un testigo cualificado que acepta y bendice el consentimiento mutuo de los cónyuges, y que puede ser el sacerdote o el diacono.

 

  1. 177.        ¿Cuáles son los efectos del Matrimonio?

Podemos señalar los siguientes:

a)     El matrimonio crea un vínculo que une indesligablemente al hombre y a la mujer, mientras vivan. Esto nos lo recuerda el Señor Jesús, cuando, hablando del matrimonio, die que: “ya no son dos, sino una sola carne” (Mt 19, 6).

b)     El matrimonio da una gracia sacramental propia, por la cual los esposos viven el misterio del amor de Cristo y de la Iglesia (ver Ef 5, 25-32). De esta manera es perfeccionado el amor conyugal, que se convierte en signo y testimonio del amor con que el Señor Jesús ha amado a los hombres.

c)     Otorga, además, la gracia santificante y todos los auxilios necesarios para que los esposos puedan cumplir con los deberes propios de su estado y alcancen la conformación plena con Jesucristo.

  1. 178.        ¿Qué características posee el matrimonio cristiano?

Son características propias del matrimonio cristiano:

a)     Unidad: Pues el matrimonio implica la entrega mutua de un hombre a una mujer. Es la misma naturaleza del amor, que es exclusivo y total, lo que excluye la multiplicidad de esposas (poligamia) o de esposos (poliandria).

b)     Indisolubilidad: El matrimonio, una vez realizado y consumado, no se puede disolver.  No existe poder humano que pueda separar a dos esposos válidamente casados. En esto, la Iglesia sigue fielmente las palabras de Jesús cuando dijo: “Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre” (Mt 19, 6). De allí que la Iglesia rechace el divorcio, por ser una realidad negativa que destruye a la familia y banaliza el amor conyugal, que está llamado a ser permanente, precisamente porque es amor.

c)     Apertura a la vida: Pues todo matrimonio está abierto al don de la vida, que se plasma en los hijos. En efecto, los hijos son como la prolongación del amor de los esposos y la expresión de una vida común que no se plasma en los hijos. En efecto, los hijos son como la prolongación del amor de los esposos y la expresión de una vida común que no se cierra egoístamente sobre sí misma, sino que se abre a la existencia de otro ser. En ese sentido, el que los esposos, a través de medios ilícitos, se cierren a la posibilidad de tener hijos, desfigura y perturba la vida matrimonial.

 

  1. 179.        ¿Qué papel deben cumplir los hogares cristianos?

Los hogares cristianos (llamados también “Iglesias domésticas”) cumplen un papel muy importante: por medio de ellos la Iglesia da testimonio del amor del Señor Jesús desde el centro mismo de las estructuras del mundo. Es en el hogar donde los creyentes reciben su primera educación en la fe; y el hogar cristiano está llamado a desempeñar una tarea apostólica fundamental en la Nueva Evangelización a la que el Señor nos convoca.

 

OTRAS CELEBRACIONES LITURGICAS

 

  1. 180.        ¿Qué otros elementos posee la liturgia de la Iglesia?

La liturgia de la Iglesia abarca también los sacramentales. Estos son signos sagrados instituidos por la Iglesia, que preparan a los fieles para la recepción de los sacramentos y santifican las diversas circunstancias de la vida. Sacramentales son las bendiciones, que pueden ser de personas (por ejemplo, una profesión de votos de un religioso o una religiosa, una consagración apostólica laical, la entrega de ministerios laicales, como el acolitado, etc.); de cosas (por ejemplo, la bendición de una nueva iglesia, de los objetos sagrados, de una casa, etc.) de situaciones (por ejemplo, la bendición de la mesa).

 

  1. 181.        ¿Qué características poseen los sacramentales?

Podemos señalar las siguientes:

a)     Han sido instituido por la Iglesia – a diferencia de los sacramentos, que fueron instituidos por el Señor Jesús – como elementos de intercesión y de santificación en todos los momentos cotidianos de la existencia.

b)     Por lo común, constan de una oración sencilla, por la que se solicita el auxilio y la bendición del Señor, así como de un signo particular (imposición de la mano, aspersión con agua bendita, señal de la cruz).

c)     Poseen eficacia, en virtud del poder intercesor de la Iglesia – y no por sí mismo, como es el caso de los sacramentos-. Los sacramentales nos disponen a recibir la gracia santificante de modo más provechoso.

 

  1. 182.        ¿Qué es la religiosidad popular?

Es un conjunto de ritos, símbolos y costumbres con las que el pueblo cristiano vive su fe de manera sencilla, inculturada en los diversos ambientes y pueblos. La religiosidad popular es prolongación de la vida litúrgica de la Iglesia; y las diversas expresiones de la religiosidad popular (vía crucis, procesiones, fiestas religiosas, el rosario, las peregrinaciones, etc.) manifiestan la experiencia del encuentro con Dios propia de las masas creyentes. En nuestro medio, un hermoso ejemplo de religiosidad popular lo constituyen las procesiones.

 

 

 

TERCERA PARTE

LA VIDA EN CRISTO

 

PRIMERA SECCIÓN

LA VOCACION DEL HOMBRE:

LA VIDA EN EL ESPIRITU

 

La fe cristiana es profesada mediante la proclamación del Símbolo de fe o Credo. Y la fe profesada es celebrada en la liturgia por la que damos culto y alabanza a Dios Uno y Trino, y se actualiza nuestra reconciliación. Esto ocurre específicamente en los sacramentos.

La fe es también una nueva vida, que consiste en seguir a Jesús y conformarnos con El a través de nuestros actos. La fe que profesamos y celebramos es vivida por medio de a moral cristiana y concretamente, a través de los mandamientos. De esta manera, el hombre responde a sus dinamismos más profundos y a su vocación definitiva.

 

  1. 183.        ¿Cuál es la vocación del hombre?

El hombre ha sido creado por Dios para vivir la comunión plena de amor con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, en unión con sus hermanos humanos y con la creación entera. Hecho a imagen y semejanza de su Creador, el hombre, mediante sus dinamismos fundamentales de permanencia y despliegue, busca la felicidad que solo en Dios puede encontrar de manera absoluta.

Por ser creatura espiritual, el hombre busca a Dios y quiere unirse a Él. En su realidad más profunda, la persona humana siente una “sed de Dios” que es constitutiva de su ser (permanencia). Y buscará planificar su ser más profundo en el encuentro y la comunión con Dios (Despliegue). A través de sus afectos, pensamientos y acciones externas, el hombre responde a la gracia divina y realiza así la vocación a la que ha sido invitado.

 

  1. 184.        ¿Quién revela al hombre su vocación?

Nos dice el Concilio Vaticano II que: “Cristo manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación” (Gaudium st spes n.22). En efecto, es el Señor Jesús quien nos muestra que hemos sido creados para ser hijos adoptivos de Dios Padre y hermanos de Jesús. Para realizarnos plenamente como hombres debemos asemejarnos con Jesús, el hombre perfecto. Y para que pudiéramos alcanzar nuestra meta, el Señor Jesús nos reconoció, muriendo por nosotros para darnos la vida eterna.

Jesús nos enseña que nuestra vocación última es la bienaventuranza: la humildad, la misericordia, la pureza de corazón, la paz, la mansedumbre, son las actitudes que nos llevarán a la comunión plena con Dios Amor, que es el Reino.

 

  1. 185.        ¿y es difícil para el hombre vivir esta invitación a la comunión plena y a la felicidad?

Sí. Ello se debe a que el hombre, haciendo mal uso de su libertad, peca y se aparta de Dios. Entonces, las acciones humanas no reflejan ya este deseo de comunión con Dios, sino más bien la ruptura con nuestro Creador, y por lo mismo, esto nos lleva a la infelicidad y al fracaso. De allí que sea necesario para el ser humano la ayuda de Dios: que nos dé la fuerza interior necesaria para llegar hasta El (gracia) y nos indique cómo debemos vivir en respuesta fiel a su amor (Ley).

 

  1. 186.        ¿Qué es la libertad? ¿Por qué decimos que el hombre es libre?

La libertad es el poder propio del hombre por el cual opta de manera voluntaria y responsable por aquello que lo realiza y lo lleva a ser más persona. Libertad es optar por el bien, respondiendo a los dinamismos fundamentales.

La libertad presupone la capacidad del hombre de elegir entre diversas opciones (libertad de elección). Por la libertad, rectamente empelada, el hombre, cooperando con la gracia de Dios, puede alcanzar su plenitud y felicidad. En la libertad, el hombre refleja la dignidad que le es propia. Dios mismo, que ha creado al ser humano, a tal punto respeta su libertad, que nuca lo obliga ni lo fuerza a cosa alguna.

 

  1. 187.        ¿Y qué hizo el hombre con su libertad?

Dios otorgó al hombre la libertad para que pueda acercarse a Él, y ser feliz en comunión con su Creador. Pero el hombre usó mal de su libertad, eligió el mal y perdió el amor de Dios, introduciendo el pecado y la muerte en el mundo. Desde este momento la libertad humana se halla debilitada, inclinada al mal y afectada por el pecado. Pero sabemos que “para ser libres nos ha liberado Cristo” (Gal 5, 1).

 

  1. 188.        ¿Qué características poseen los actos humanos libres?

Los actos humanos libres constituyen propiamente actos morales. Por sus actos libres, hechos voluntarias y responsables, el hombre se acerca a Dios y cumple el bien, o por el contario, comete el mal, apartándose de Él.

 

  1. 189.        ¿De qué depende la moralidad de los actos humanos?

La moralidad de los actos humanos depende:

a)     De objeto elegido;

b)     Del fin buscado o la intención;

c)     De las circunstancias de la acción.

 

A estos tres elementos se les llama fuentes de la moralidad.

 

  1. 190.        ¿Qué es el objeto de un acto moral?

Objeto de un acto moral es el bien hacia el cual tiende la voluntad de la persona que elige. Constituye la materia del acto humano y cualifica moralmente dicho acto (es decir, si se elige algo bueno, el acto moral será bueno; si se elige algo malo como bueno, el acto moral será malo). Existen actos morales que son en sí mismos malos por razón del objeto, por ejemplo: la fornicación, el adulterio. No está permitido hacer el mal para obtener un bien.

 

  1. 191.        ¿Qué es la intención?

Es el movimiento de la voluntad que apunta hacia un fin. Toda acción moral humana posee siempre una intención, que puede ser la misma para varias acciones, incluso puede orientar toda la vida hacia su fin último.

La intención, por ser una cualidad de la persona que actúa, es importancia y cualifica la acción moral. Pero una intención buena no hace bueno un comportamiento en sí mismo malo: el fin no justifica los medios. De igual manera, una intención mala puede malograr un acto que de suyo es bueno: por ejemplo, dar limosna (que en sí es algo bueno) se vuelve una acción viciosa y mala cuando se hace por vanagloria (el caso de los fariseos criticados por el Señor Jesús, ver Mt 6, 2-4).

 

  1. 192.        ¿Qué son las circunstancias?

Son las situaciones que rodean y acompañan al sujeto y a sus acciones, así como las consecuencias de estas acciones. Contribuyen a gravar o disminuir la bondad o malicia moral de los actos humanos (por ejemplo: no es lo mismo robar 10 que robar 1 millón). Las circunstancias no pueden, por sí mismas, hacen ni buena ni justa una acción que de suyo es mala.

 

  1. 193.        ¿Cuándo un acto humano es moralmente bueno?

Un acto humano será moralmente bueno cuando el objeto, el fin y las circunstancias sean buenos. Hay actos cuyo objeto los cualifica directamente, y que, por lo tanto, no podrán nunca ser buenos aunque se realicen con las mejores intenciones y en circunstancias especiales.

 

  1. 194.        ¿Qué es la conciencia moral?

La conciencia es el juicio interior por el que el hombre reconocer la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, eta haciendo o ha hecho. Es la conciencia la que impulsa al hombre a hacer el bien y evitar el mal. Mediante el dictamen de su conciencia, el ser humano reconoce la ley divina, presente en lo profundo de su corazón (ver Rom 2, 14). La conciencia moral abarca la percepción de los principios de la moralidad, su aplicación a las circunstancias concretas mediante un discernimiento práctico, y por último, el juicio de valor sobre los actos concretos que se van a realizar o se han realizado.

 

  1. 195.        ¿Qué significa “formar nuestra conciencia”?

Es la responsabilidad que tiene toda persona de educar su conciencia, para que a la hora de optar, pueda elegir según la verdad, buscando siempre lo bueno. La conciencia debe ser formada teniendo al Plan de Dios como su criterio orientador, para que, en la vida concreta, se vea libre del error y de las inclinaciones negativas a las que el pecado muchas veces conduce. De allí que los medios adecuados para formar nuestra conciencia sean, entre otros, la Palabra de Dios, la práctica de las virtudes, el consejo de personas que nos puedan ayudar, y las enseñanzas de la Iglesia.

 

  1. 196.        ¿La conciencia siempre discierne correctamente?

La conciencia, a veces, puede estar afectada por la ignorancia, y por tanto, puede formar juicios erróneos sobre actos por hacer o ya hechos: puede juzgar como correcto algo que no lo es. En este caso, se llama conciencia errónea. Cuando una persona obra así, creyendo que es lo correcto, con ignorancia invencible y sin malicia propia, no puede ser considerada culpable, aunque su acción sea objetivamente mala. Sin embargo, la persona será culpable si la ignorancia que condicionó su conciencia pudo ser corregida y eliminada (ignorancia vencible).

Esto nos muestra lo importante que es formar nuestra conciencia. Lo ideal es llegar a tener una conciencia recta y verdadera, iluminada por la fe y que nos lleva a un encuentro pleno con Jesús, que es la Verdad (ver Jn 14, 6).

 

 

 

LAS VIRTUDES

 

  1. 197.        ¿Qué son las virtudes?

Las virtudes son disposiciones, actitudes y hábitos que regulan los actos humanos, ordena las facultades y potencialidades de la persona humana y la llevan hasta la plenitud de su ser, disponiéndola para el encuentro pleno con Dios.

Podemos distinguir entre virtudes humanas, que el hombre consigue y vive por sí mismo, y virtudes teologales, que son dadas por Dios para vivir la comunión con El.

 

  1. 198.        ¿A qué se llaman virtudes cardinales?

Se llama así a cuatro virtudes humanas que orientan y guían de manera principal la acción humana y agrupan en torno así a las demás virtudes. Ellas son: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.

La prudencia es la virtud que ayuda a discernir en toda circunstancia el verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. Gracias a la prudencia, el hombre puede aplicar sin error los principios morales a cada caso concreto y deja de lado las dudas sobre lo que debe o no debe hacerse.

La justicia es la constante y firme voluntad de dar a cada uno lo que le es debido (sea a Dios y al prójimo). Referida a Dios, es llamada “virtud de la religión”. Y en las relaciones con los hermanos humanos, debe llevar al respeto a los derechos de las personas, así como a vivir en armonía y paz.

La fortaleza es aquella virtud que nos da la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien, y nos reafirma en la lucha contra las tentaciones así como en la renovación de nuestros buenos propósitos, superando los obstáculos en la vida moral.

La Templanza modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Nos ayuda a vivir sobriamente, ejerciendo el señorío sobre nosotros mismos y sobre las cosas.

 

  1. 199.        ¿Qué son las virtudes teologales?

Son aquellos dones dados directamente por Dios y que nos permiten vivir la comunión sobrenatural con nuestro Creador. Mediante las virtudes teologales, Dios nos da su misma vida y posibilita nuestra respuesta de adhesión, de confianza y de amor. Son: la fe, la esperanza y la caridad.

 

  1. 200.        ¿Qué es la fe?

La fe es el don sobrenatural dado por Dios por la cual nosotros creemos y nos adherimos a Él y a todo lo que nos ha revelado. La fe es un acto de entrega al Señor, así como el inicio de la comunión con El (ver en la Primera Parte, Primera sección, El hombre responde a Dios que se revela: la Fe).

 

  1. 201.        ¿Qué es la esperanza?

Es la virtud teologal que nos da confianza y certeza en las promesas divinas, aguardando la llegada gloriosa del Señor Jesús y la instauración plena del Reino de los Cielos. Mediante la esperanza, somos fortalecidos en la espera, y ello debe llevarnos a cooperar con todas nuestras fuerzas a la realización de la promesa.

En el Antiguo Testamento, Abraham es visto como modelo de esperanza, a partir de su fe: “Esperando contra toda esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas naciones” (Rom 4, 18). Pero es María, la madre de Jesús, el modelo perfecto de la esperanza. En el cántico del Magnificat expresa la esperanza del pueblo de Israel que se cumple con Jesús (Lc 1 46-55); orando con los apóstoles, espera la manifestación del Espíritu Santo en Pentecostés, como cumplimiento de la promesa del Señor Jesús (Hch 1, 14).

 

  1. 202.        ¿Qué es la caridad?

Es el don divino por el cual amamos a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. La caridad nos permite amar con el mismo amor con el que Dios ama, y de esa manera, posibilita que alcancemos nuestra plenitud, ya que hemos sido creados para vivir el amor.

La caridad es el centro de la vida enseñanza de Jesús. El nos enseña que el amor a dios Padre está por encima de todo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el mayor y el primer mandamiento” (Mt 22, 37-38). Jesús ama a los suyos hasta el fin (ver Jn 13, 1) y muestra con su propia entrega que “nadie tiene mayor amor que aquel que da la vida por sus amigos”. El mandamiento de Jesús es el mandamiento del amor: “Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15, 12). Debemos amar a todos, sin excluir a nadie, incluyendo a los enemigos (Mt 5, 44). Y el amor se vive de manera concreta en el servicio (ver 1Cor 13, 4-7). Por todo esto, la caridad es la mayor de todas las virtudes: “Ahora subsiste la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad” (1Cor 13, 13).

 

  1. 203.        ¿Qué otros dones y virtudes nos regala Dios?

Dios nos otorga también los dones del Espíritu Santo, que son disposiciones permanentes que nos ayudan a seguir dócilmente el Plan de Dios. Son siete: Sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Y están además los frutos del Espíritu Santo, que son: caridad, gozo, paz, paciencia, bondad, mansedumbre, fidelidad, modestia, castidad, etc.

Por medio de las virtudes, estamos invitados a vivir santamente, respondiendo desde nuestra libertad al amor de Dios. Pero no siempre respondemos como es debido, sino que a veces preferimos rechazar el amor de Dios y apartarnos de El. Esto este el pecado.

 

  1. 204.        ¿Qué es el pecado?

El pecado es la ruptura con Dios, fruto del egoísmo del hombre y del mal uso de la libertad. Es toda acción, palabra o deseo que lleva al hombre a apartarse de Dios y romper la comunión de amor con Dios, pero también es romper la unidad y armonía consigo mismo, con los demás hombres y con la creación.

El pecado es el rechazo del amor de Dios, que es nuestra felicidad y realización plenas. Pro eso, el primer y mayor perjudicado por el pecado es el mismo hombre que peca. El pecado es un acto suicida ya que nos conduce a la desdicha y a la muerte. Y desgraciadamente, porta la división y el mal que causaría sufrimiento a otros: el pecado, por más personal que sea, siempre tiene consecuencias sobre los demás.

 

 

  1. 205.        ¿Todos los pecados son iguales?

No. Existen diversidad de pecados, algunos más graves que otros. Podemos distinguir, según la Tradición de la Iglesia, entre pecados mortales y pecados veniales.

 

  1. 206.        ¿Qué es el pecado mortal?

Viene a ser la falta que destruye el amor de Dios en el hombre y nos aparta del Señor. El pecado mortal implica cometer una acción muy grave y contraria a la ley de Dios, con pleno conocimiento de que se está obrando mal y con el consentimiento deliberado de la persona. Son pecados mortales, por ejemplo, los actos graves contrarios a los mandamientos de la Ley de Dios, así como los pecados que llamamos capitales: soberbia, vanagloria, avaricia, envidia, ira, lujuria, gula y pereza.

Las consecuencias del pecado mortal son: la pérdida de la caridad, la privación de la gracia santificante y – si no produce una actitud de conversión y arrepentimiento- la exclusión del Reino y la condenación eterna.

 

  1. 207.        ¿Qué es el pecado venial?

Es la falta que debilita el amor de Dios en el corazón de los hombres, sin llegar a romper la comunión con El. En la medida en que debilita el amor a Dios, poco a poco va predisponiendo al hombre a cometer el pecado mortal.

Hay pecado venial cuando no se cumple –en materia leve- lo que nos pide Dios, o cuando se comete una falta grave, pero sin pleno conocimiento o sin pleno consentimiento. No obstante, el pecado venial no nos priva de la gracia santificante ni de la unión con Dios, y puede ser limpiado por la misma gracia que ya poseemos, si nos arrepentimos de ellos.

Somos pecadores, pero no debemos perder la confianza en la misericordia divina. Dios Padre nos ha reconciliado por medio de su Hijo el Señor Jesús (ver 2 Cor 5, 18ss) y gracias a El podemos vernos libres del pecado y viviendo santamente. Esta salvación la vivimos mediante la Ley Moral y la gracia.



LEY MORAL Y LA GRACIA

 

  1. 208.        ¿Qué es la Ley Moral?

Ley moral viene a ser como una instrucción paternal, que brota del amor de Dios y que es dada al hombre para que pueda alcanzar su fin: la comunión de amor y la felicidad eterna con Dios. Nos dice cómo llegar hasta Dios y nos enseña lo que debemos evitar par ano apartarnos de su amor.

La ley moral, que es un regalo de Dios, no nace de su capricho o arbitrariedad. Dios no nos manda lo que quiere, sino lo que es lo mejor para nosotros; y porque es lo mejor para nosotros, por eso lo quiere. La ley moral es el camino de realización del Plan de Dios para cada ser humano.

La ley moral tiene diversas expresiones: la ley eterna, fuente en Dios de toda ley; la ley natural; la ley revelada, que abarca la Ley Antigua  o la Ley nueva o evangélica; y por ultimo, las leyes civiles y eclesiásticas.

 

  1. 209.        ¿Qué es la ley moral natural?

Es una participación en la sabiduría y bondad de Dios, por parte del hombre, por la cual se conoce lo que es el bien y lo que es el mal, la verdad y la mentira, así como los principios básicos del recto obrar.

La ley natural está inscrita en el corazón de todo hombre. Ella nos remite a Dios, quien la ha colocado allí. Es universal, ya que se extiende a todo hombre; e inmutable, porque su esencia se mantiene siempre la misma, en medio de la diversidad de tiempos, culturas, situaciones, aunque las normas que la expresen puedan variar. Por lo mismo, es principio común que une a todos los hombres.

 

  1. 210.        ¿Qué es la Ley Antigua?

Es el primer estado de la Ley Revelada. Dios enseña al pueblo elegido, Israel, las prescripciones morales que deben seguir para vivir en comunión con Dios y en armonía y paz entre sí mismos y con los otros hombres.

La Ley Antigua está resumida en los Diez mandamientos, dados por Dios Moisés (ver Ex 20, 1ss). Por tener su origen en Dios es buena y santa (Rom 7, 12.16), muestra que es lo que debe y no debe hacerse, es imperfecta y ha sido planificada por el Señor Jesús, que vino no a abolir la Ley, sino  ad arle cumplimiento pleno (ver Mt 5, 17). Por eso decimos que la Ley Antigua es una preparación para el Evangelio.

 

  1. 211.        ¿A qué llamamos Ley Nueva?

La Ley Nueva o evangélica es la perfección de la ley divina que el hombre está invitado a vivir en eta vida terrena. Ha sido dada por el Señor Jesús y está contenida en el Sermón de la montaña. Es además, obra del Espíritu Santo y se expresa en la ley interior o ley de la caridad.

La ley nueva es la plenitud de la Ley; es la ley del amor y de la libertad. Todo aquel que cree en Jesús está llamado a vivir el amor, para el amor y por el amor: “Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su hijo Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó” (1Jn 3, 23).

 

  1. 212.        ¿Cuál es la característica principal de esta Ley Nueva?

La característica principal de esta Nueva Ley es la gracia que nos es dada por el Espíritu Santo, mediante la fe, y que nos justifica, haciéndonos libres y capaces de alcanzar la santidad plena. Por ello, conviene ahora profundizar sobre la gracia como medio para vivir la salvación de Dios.

 

  1. 213.        ¿Qué es la gracia?

La gracia es Dios mismo que se da al hombre como don, como regalo, para que pueda vivir participando de su amor y de su felicidad. La gracia es, por tanto, la participación en la vida divina (ver 2Pe 1, 4) que surge como consecuencia de la donación de Dios mismo al ser humano.

El Señor Jesús, nuestro Reconciliador, nos ha conseguido toda la gracia necesaria para nuestra salvación. Por su muerte en la cruz y por su resurrección gloriosa, posibilita que recuperemos la comunión perdida por el pecado, amando a Dios Padre y siendo sus hijos adoptivos (ver Gal 4, 4). Y es el Espíritu Santo el que derrama la gracia en nuestros corazones, justificándonos y santificándonos.

 

 

  1. 214.        ¿A qué llamaos gracia santificante?

Precisamente, llamamos gracia santificante al don de Dios que nos convierte en nuevas creaturas (ver 2Co 5, 17), nos hace santos y nos otorga la vida propia de los hijos de Dios, que es la vida de la caridad sobrenatural. La gracia santificante nos es dada mediante los sacramentos.

 

  1. 215.        ¿Y qué son las gracias actuales?

Son los auxilios o ayudas que Dios nos otorga para llevarnos a la comunión y a vivir con intensidad la gracia santificante. Las gracias actuales se hallan en el origen de la conversión, y también en el curso de la santificación del hombre.

 

  1. 216.        ¿Qué es la justificación?

Es el proceso por el cual el hombre pasa de una situación de pecado y de lejanía de Dios, a la salvación y comunión con Dios. La justificación del hombre es fruto de la gracia de la reconciliación obtenida por el Señor Jesús, mediante su pasión.

El hombre se apropia de esta justificación mediante la fe en Jesucristo. Por la fe, y por la gracia que nos es dada, somos transformados interiormente, de pecadores en justos; recibimos la gracia santificante que nos hace hijos del Padre y nos convertimos en hermanos de Jesús y templos del Espíritu Santo.

 

  1. 217.        ¿Cómo debe responder el hombre a la gracia de Dios?

La respuesta del ser humano a la gracia misericordiosa de Dios debe ser la de cooperación plena y activa con el don entregado. Esto implica que Dios nos salva (con su gracia); pero quiere que nosotros tengamos también una parte imprescindible en nuestra propia salvación, a tal punto que si el hombre no responde a la gracia, no podrá salvarse.

El hombre, una vez justificado, puede optar radicalmente por aceptar y vivir el Plan de Dios y orientar sus acciones concretas según esta opción. Esta opción fundamental, que es la opción de la fe, brota como respuesta libre del hombre, y apunta a vivir la santidad, que es la vocación a la que está llamado todo cristiano.

 

  1. 218.        ¿Quién nos enseña a vivir correctamente la moral cristiana?

Ha sido la Iglesia, quien por encargo de Jesús, ha recibido la potestad para enseñar cómo deben vivir los fieles a la fe cristiana y sus exigencias morales. Para ello, la Iglesia propone la práctica de los mandamientos y de los preceptos de la Iglesia.

 

  1. 219.        ¿Qué son los preceptos de la Iglesia?

Son leyes que la Iglesia promulga y que garantizan la práctica sacramental necesaria para vivir el mandamiento del amor a Dios y al prójimo. Los preceptos de la Iglesia son cinco:

  1. Oír misa entera los domingos y fiestas de guardar
  2. Confesarse por lo memos una vez al año y en peligro de muerte.
  3. Comulgar por Pascua de Resurrección
  4. Guardar ayuno y abstinencia según lo mande la Iglesia.
  5. Ayudar a la Iglesia en sus necesidades materiales.

 

 

LA COMUNIDAD HUMANA

 

  1. 220.        ¿Existe relación entre vida moral, personal y sociedad?

Si. Porque el hombre no ha sido creado por Dios para vivir solo, sino en sociedad. La vida social es esencial al ser humano, ya que mediante ella se realiza como persona. Y por esto, la vida moral implica también una serie de deberes con respecto al prójimo, y por ende, a la comunidad. De aquí se sigue que todo cambio personal ayuda a un cambio social, y todo esfuerzo personal por ser santos puede llevar a un mejoramiento de la convivencia social: “La primera tarea social es la santidad propia”.

 

  1. 221.        ¿Qué es la sociedad?

Una sociedad es un conjunto de personas ligadas de manera orgánica por un principio de unidad que supera a cada una de ellas. La sociedad es a la vez visible y espiritual; en ella el hombre encuentra el ámbito donde pueda realizar su vocación a ser persona humana. De allí que se puede decir que el principio, sujeto y fin de toda sociedad es y debe ser la persona humana.

 

  1. 222.        ¿Qué es el Estado?

El Estado es la sociedad orgánica políticamente. Es la estructura social que, por el ejercicio de la autoridad, busca la consecución de los fines de la sociedad: la realización integral de las personas que la conforman, y el bien común. Todo Estado, por definición, se halla al servicio de las personas y de las sociedades, pero para conseguir sus metas puede solicitar, e incluso exigir, la participación de sus miembros.

 

  1. 223.        ¿Qué implica el ejercicio de la autoridad?

La autoridad es la cualidad por la que personas o instituciones dan leyes y ordenes a los hombres y esperan la correspondiente obediencia. La autoridad es inherente a la naturaleza humana, y a la misma vida social, y es necesaria para la recta convivencia. Por eso, en la medida que pertenece a la condición humana creada por Dios, la autoridad tiene un origen divino: “Sométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas” (Rom 13, 1).

Al ejercer la autoridad, los gobernantes sirven a la comunidad y procuran el bien común. Pero la autoridad no puede ni debe ejercerse arbitrariamente. Cuando busca intereses propios,  ajenos al bien común, entonces pierde legitimidad. Incluso, cuando obliga a las personas a aceptar o realizar acciones inmorales y malas, pierde el derecho a ser obedecidas.

 

  1. 224.        ¿Qué es el bien común?

Es “el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección” (Const. Pastoral Gaudium et spes n. 26). No es solo la suma de los bienes particulares de cada sujeto; implica la referencia del bien personal al bien del grupo; y viceversa.

 

 

  1. 225.        ¿Qué elementos esenciales abarca el bien común?

Abarca tres elementos esenciales:

a)     En primer lugar, el respeto a la persona humana, concretamente a sus derechos fundamentales.

b)     También exige el bienestar social y el desarrollo del grupo mismo. Todo hombre debe contar con lso bienes materiales y espirituales que necesita para vivir dignamente y realizarse como persona.

c)     Por último, el bien común implica la paz. Por eso, la autoridad debe asegurar, por medios honestos, la seguridad de la sociedad y la de sus miembros. El bien común fundamenta el derecho a la legítima defensa individual y colectiva.

 

 

SEGUNDA SECCION

LOS DIEZ MANDAMIENTOS

 

  1. 226.        ¿Qué es el Decálogo?

El Decálogo es el conjunto formado por los Diez mandamientos de la Le de Dios, que entregó a Moisés en el monte Sinaí y que constituyen el corazón de la Antigua Alianza.

 

  1. 227.        ¿Cuáles son los Diez Mandamientos?

Son los siguientes:

  1. Amarás a Dios sobre todas las cosas.
  2. No tomarás el nombre de Dios en vano.
  3. Santificarás las fiestas.
  4. Honrarás al padre y a la madre.
  5. No matarás.
  6. No cometerás actos impuros.
  7. No robarás.
  8. No dar falso testimonio ni mentir.
  9. No consentir pensamientos ni deseos impuros.
  10. No codiciar los bienes ajenos.

 

  1. 228.        ¿Por qué son importantes los Diez mandamientos?

Son importantes porque constituyen el modo concreto de seguir al Señor Jesús y alcanzar la comunión plena con Dios. Cuando el joven rico le pregunta a Jesús qué debe hacer para tener vida eterna, Jesús le responde: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mt 19, 17). Al darnos  el mandamiento del amor, que es la plenitud de la Ley de Moisés, el Señor Jesús no ha eliminado, sino llevado a su perfección los Diez mandamientos, que siguen siendo válidos y vigentes para hoy.

 

  1. 229.        ¿De qué manera se dividen los Diez mandamientos?

Si bien es verdad que los mandamientos constituyen una unidad orgánica, de tal manera que incumplir uno equivale a incumplir la Ley (Ver Stgo 2, 10), sin embargo podemos distinguir dos grupos: aquellos que se refieren a laos deberes para con Dios (primero, segundo y tercer mandamiento) y los que se refieren a los deberes para con el prójimo (los restantes).

 

  1. 230.        ¿Es posible que el hombre, siendo de condición pecadora y débil, pueda cumplir los mandamientos?

Si. En primera lugar porque Dios nunca nos pide aquello que no podemos cumplir. Y sobre todo, porque El mismo nos da la gracia que necesitamos para guardar los mandamientos. El Señor Jesús nos recuerda que “El que permanece en mí como yo en él, ése da mucho fruto; porque sin mí, no podéis hacer nada” (Jn 15, 5).

 

1.- AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS

 

  1. 231.        ¿Qué nos dice el primer mandamiento de la Ley de Dios?

Nos señala que sólo hay un único Dios al que debemos amar por sobre todo, y al que debemos adorar como es debido. El primer mandamiento nos dice que debemos creer en Dios, poner en El toda nuestra esperanza y amarlo con todo nuestro corazón. Adorar a Dios lleva a rendirle el culto debido, así como reconocer su gloria y nuestra necesidad de El en la oración, y cumplir las promesas que le hacemos.

 

  1. 232.        ¿Solamente las personas individuales están llamadas a cumplir este mandamiento?

No. También la sociedad en su conjunto debe reconocer a Dios como su único Señor, y rendirle adoración. Por eso la Iglesia, con todos sus hijos, quiere hacer presente en medio de la vida pública su amor a Dios y su culto, invitando a todos los hombres a unirse a la fe en Dios Padre, que nos ha reconciliado por Jesucristo y nos santifica con el don de su Espíritu.

 

  1. 233.        ¿Cuáles son los pecados contra el primer mandamiento?

Los pecados que van contra el amor de Dios son, principalmente, la incredulidad (no creer ni aceptar a Dios y a su amor por nosotros); la desesperación (no vivir la esperanza en el amor y la misericordia divinas); la indiferencia, la tibieza, la acedia y el odio a Dios (que se oponen y rechazan de diversas formas al amor divino).

Existen otros pecados por los que desconocemos o ponemos en duda que haya un único Dios. La idolatría es tomar las cosas creadas como lo más importante que existe, dejando de lado a Dios. Hoy en día, los ídolos pueden ser el dinero, el placer, la fama, el mismo mundo, el poder. Los superstición, la magia, la brujería, son actos que piensan someter a Dios y su poder a través de conjuros; todo ello se opone al primer mandamiento. La adivinación, el creer en horóscopos, el espiritismo y el uso de amuletos buscan apropiarse de un poder que solo Dios tiene; constituyen, por eso, pecados contra el primer mandamiento.

La negación de Dios (ateísmo), así como la afirmación dudosa del conocimiento de Dios (agnosticismo) niegan el núcleo de este mandamiento.

 

 

2.- NO TOMAR EL NOMBRE DE DIOS EN VANO

 

  1. 234.        ¿Qué nos enseña el segundo mandamiento?

Nos enseña que debemos respetar el nombre de Dios. Señala la reverencia que debemos tener para con las cosas santas, especialmente cuando hablamos de Dios, de la Virgen María y de los santos.

 

  1. 235.        ¿Por qué es importante el nombre de Dios?

El nombre, en la mentalidad bíblica, representa a la persona misma. Invocar el nombre de Dios es poner a Dios mismo como garante de algo que ha de suceder. Por eso, nombrar a Dios es relacionarse directamente con su persona, a la que se le debe respeto y adoración.

 

  1. 236.        ¿Qué pecados se oponen a este mandamiento?

Al segundo mandamiento se opone la blasfemia, que es injuriar a Dios y/o a los santos, expresando palabras de odio, de reproche o de desafío. También va contra este mandamiento el uso del nombre de Dios con fines mágicos.

El jurar en vano, es decir, afirmar algo poniendo por testigo a Dios, y luego mentir, va contra el respeto que siempre debemos tener contra Dios. Un juramento en falso es una manipulación del nombre de dios.

 

3.- SANTIFICAR LAS FIESTAS

 

  1. 237.        ¿Qué Nos enseña el tercer mandamiento?

Nos enseña que debemos reservar los días consagrados a Dios y celebrar el culto que le es debido. Pero también debemos “consagrar” especialmente esos días a Dios, participando de las celebraciones litúrgicas, la oración, y de todo aquello que nos acerque con más intensidad al Señor.

 

  1. 238.        ¿Cuál es el día dedicado al Señor?

En el Antiguo Testamento, vemos que Dios, luego de crear al mundo en seis días, descansó al séptimo, santificándolo y consagrándolo para sí. Israel, el pueblo de la Antigua Alianza, tenía al día sábado como el día del Señor, el día sagrado de la semana. Sin embargo, Jesús, al resucitar el domingo, “el primer día de la semana” (Mt 28, 1; Mc 16, 2) nos muestra que su salvación es la plenitud que anunciaba el Antiguo Testamento, y que el día santo es ahora el domingo.

Para los cristianos, el domingo es el día consagrado al Señor. Es el día en el que se participa de la santa Misa. Es obligatoria la participación en la misa, y que en ella nos unimos al Señor Jesús de manera incomparable por medio de la Escritura.

Son también días consagrados al Señor los días donde se celebra fiestas religiosas muy importantes (solemnidades). Así por ejemplo: Navidad, Solemnidad de Santa María Madre de Dios, Semana Santa, San Pedro y San Pablo, Inmaculada Concepción, etc. También en estos días rige el precepto obligatorio de participar en la Misa.

 

  1. 239.        ¿Qué acciones se oponen a este mandamiento?

Ya que el domingo y los días de fiesta religiosas se deben dedicar a Dios, se oponen a este mandamiento todas aquellas acciones que impidan esta dedicación. No asistir a Misa, pudiendo hacerlo, es cometer un pecado grave.

El domingo y los días de fiesta están consagrados al Señor, pero también al descanso de las personas, signo y figura del descanso divino (ver Gén 2, 2). No se debe impedir ni recortar el descanso dominical, ni tampoco la celebración de los actos de culto en este día.

 

4.- HONRAR AL PADRE Y LA MADRE

 

  1. 240.        ¿Qué nos enseña este mandamiento?

Nos enseña a venerar y respetar a nuestros padres, a honrarlos y amarlos como es debido. El cuarto mandamiento indica la actitud – y también los deberes- que los hijos deben tener para con sus progenitores, y en sentido amplio, con todos los parientes. El contexto inmediato donde se desarrolla este mandamiento, es, pues, el de la familia

 

  1. 241.        ¿Cuál es el papel de la familia en el Plan de Dios?

Al crear al ser humano como varón y mujer y unirlos en matrimonio (ver Gén 1, 26-27; 2, 18-25) para multiplicarse y llenar la tierra (Gén 1, 28) el Señor quiso que la familia tenga un papel muy importante en su divino plan. La familia –el hombre y la mujer unidos en matrimonio, junto con sus hijos- es reflejo de la comunión trinitaria del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En la familia, las personas están llamadas a vivir el amor y a desarrollarse de manera plena e integral. El Señor Jesús, que es Dios hecho hombre, al encarnarse, quiso vivir en una familia y asumir los deberes de todo hijo hacia sus padres. Por eso la Iglesia reconoce el valor y la dignidad de la familia, que está llamada a ser “Iglesia doméstica”.

 

  1. 242.        ¿Cuáles son los deberes de los hijos para con los padres?

Todo hijo debe amar a sus padres y respetarlos. Dicho amor y respeto se expresa en la obediencia, ya que los padres han recibido de Dios la autoridad y la vocación de cuidar a sus hijos hasta que éstos puedan valerse por sí mismos. Cuando los hijos llegan a ser adultos, cesa la obediencia a los padres, mas no el respeto, que permanece para siempre.

Es deber d elos hijos mayores de edad el cuidado de sus padres en la vejez o enfermedad, así como preocuparse por ellos y ayudarlos en todo lo posible.

 

  1. 243.        ¿Cuáles son los deberes de los padres para con los hijos?

Los padres son los primeros responsables en la educación de sus hijos; deben enseñarle a ser personas en el sentido más pleno de la palabra; asimismo, los padres deben ser los primeros evangelizadores de sus hijos, educándolos con la palabra y el testimonio desde sus primeros años. El cuidado paternal no se reduce solo a las necesidades materiales de los hijos; supone también el cuidado espiritual.

Los padres deben formar y educar para la libertad. No es correcto que los padres impongan a sus hijos la profesión o estado de vida que consideren la adecuada; mucho menos que presión e impongan su criterio en la elección del futuro cónyuge. Pueden y deben ayudar a sus hijos aportando su prudente consejo.

 

5.- NO MATAR

 

  1. 244.        ¿Qué nos enseña el quinto mandamiento?

Nos enseña que la vida humana es sagrada, por ser creación de Dios. Por eso, nadie puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un sr humano inocente.

El Señor Jesús nos pide no solo que no matemos. Él nos dice que toda actitud de ira, de odio y de venganza hacia nuestro prójimo, es pecado porque no respeta la dignidad que es propia de todo ser humano (Mt 5, 21-22).

 

  1. 245.        ¿Qué es la legitima defensa?

Es el derecho a defender la propia vida ante una injusta agresión. Puede ser ejercido por una persona o por la sociedad para proteger su propia existencia, utilizando los medios necesarios para esto, incluso, dando muerte a quien agrede y amenaza mortalmente la propia existencia.

La legítima defensa no constituye una excepción al mandamiento de no matar a un inocente. Es completamente lícito hacer respetar el derecho a la propia vida, y es no solo un derecho, sino incluso un deber para quien es responsable de la vida de otro, del bien común de la familia y/o de la sociedad.

 

  1. 246.        ¿Qué pecados se oponen a este mandamiento?

Se opone a este mandamiento el homicidio directo y voluntario; el aborto director, porque es asesinar a un ser humano indefenso o inocente. La Iglesia condena el aborto como un crimen abominable y lo sanciona con la pena de excomunión.

También se oponen a este mandamiento la eutanasia, que es provocar la muerte a un enfermo o a un moribundo “para que no sufra”. La Iglesia considera esto como un homicidio. De igual manera, el suicidio, al atentar contra la propia vida, es contrario al quinto mandamiento.

El escándalo, que es la actitud o comportamiento de una persona que induce a otro a hacer el mal, es también pecado grave cuando lleva a culpas graves. El Señor Jesús tiene palabras muy duras contra los que provocan escándalos (ver Mt 18, 6).

 

  1. 247.        ¿Qué se puede decir acerca de la guerra?

Toda guerra, en cuanto implica conflicto, destrucción y muerte, es mala y el cristiano debe empeñarse en evitarla. Sin embargo, ante el hecho de la guerra, permanece plenamente válida la ley moral y debe ser cumplida. Se debe respetar el derecho a la vida de los no combatientes, así como llevar el conflicto con la máxima humanidad posible.

 

  1. 248.        ¿Qué debe hacer un cristiano para vivir las exigencias de este mandamiento?

El cristiano sabe que todo conflicto, odio y violencia que lleva a la ruptura nace del corazón pecado (ver Mt 15, 19). Por ello, la paz ha de brotar del don de la reconciliación que el Señor Jesús nos ha concedido y que siembra en los corazones. La defensa de la vida brota de la conversión del hombre a Dios y del esfuerzo por vivir la reconciliación (ver 2Cor 5, 19).

 

6.- NO COMETER ACTOS IMPUROS

 

  1. 249.        ¿Qué nos enseña este mandamiento?

El sexto mandamiento, que en la Sagrada Escritura aparece descrito con las palabras: “No cometerás adulterio” (Ex 20, 14; Dt 5, 17), nos enseña a vivir nuestra sexualidad en el marco de la pureza y de amor, según el Plan de Dios. Y esto lo podemos lograr a través de la virtud de la castidad.

 

  1. 250.        ¿Qué es la castidad?

La castidad es la virtud que permite vivir la sexualidad integrada en el ser espiritual del hombre. Por medio de la virtud de la castidad, el hombre expresa a través de su sexualidad aquello que es lo más propiamente humano: su ser a imagen y semejanza de Dios, y su vocación a vivir el amor.

La castidad implica una educación en el señorío sobe sí mismo, un autodominio que lleva a la posesión de sí, para –llegado el momento- poder donarse totalmente en el amor al otro. En este sentido, la castidad es un ejercicio autentico de la libertad, que apunta a vivir la pureza y que impide que el hombre se convierta en esclavo de sus pasiones y apetitos, muchas veces desordenados y pecaminosos.

Todo cristiano está llamado a vivir la castidad, cada uno según su peculiar vocación y condición de vida: los religiosos y consagrados viven la castidad como celibato, entregados en cuerpo, alma y espíritu a Dios; los novios viven la castidad en la continencia, preparándose para la futura entrega total de sí mismos en el matrimonio; los esposos viven la castidad en el matrimonio, en la pureza de su mutua entrega.

 

  1. 251.        ¿Cuáles son los pecados contra el sexto mandamiento?

Son: la lujuria, que es el deseo o goce desordenado del placer sexual; la masturbación, que es autoprocurarse el placer sexual; la fornicación, o unión carnal entre un hombre y una muer fura del matrimonio; la pornografía, que es dar a conocer actos sexuales reales o figurados, exhibiéndolos deliberadamente; la prostitución, cuya existencia es una lacra social; la violación, que es forzar o agredir con violencia la intimidad sexual de una persona; las practicas homosexuales, es decir, la unión carnal entre personas del mismo sexo. Todas estas acciones constituyen pecados graves.

El adultero, que es tener relaciones carnales con una persona distinta del cónyuge, es un pecado que atenta contra el matrimonio mismo. El Señor Jesús nos enseña que incluso el hombre que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón (Mt 5, 27-28).

 

  1. 252.        ¿Qué medios pueden ayudarnos a vivir en castidad?

Medios importantes para vivir la castidad son: el correcto conocimiento de sí mismo; la amistad sincera; la practica de una ascética adecuada; el recurso constante a la oración y los sacramentos; la intercesión de Santa María, nuestra Madre, modelo de pureza y de entrega a Dios y a los hombres.

 

7.- NO ROBAR

 

  1. 253.        ¿Qué nos enseña este mandamiento?

El séptimo mandamiento enseña que no se deben tomar ni retener injustamente los bienes del prójimo. Indica las relaciones de justicia y de caridad que deben darse en la gestión y posesión de los bienes terrenos.

 

  1. 254.        ¿A quiénes pertenecen los bienes de la creación?

La Iglesia siempre ha enseñado que los bienes creados han sido destinados por Dios para todos los hombres. La propiedad privada es un derecho legitimo que tiene todo ser humano, y debe ser reconocido y respetado; pero el que posee un bien debe ponerlo al servicio de los demás: “las cosas son de uno, pero para todos”.

 

  1. 255.        ¿Qué actitud se debe tener hacia los pobres?

La actitud hacia los hombres debe ser de ayuda solidaria de compromiso amoroso, pues ellos también son invitados a participar de los bienes de la creación. De allí que la ayuda al pobre no sea solamente un acto de caridad, sino también de justicia.

El Señor Jesús declaró bienaventurados a los pobres (Lc 6, 20) y El mismo, siendo rico se hizo pobre (2Cor 8, 9) identificándose con los más necesitados (ver Mt 25, 35-40). El amor de preferencia a los pobres, por parte de la Iglesia encuentra en las obras de misericordia una aplicación concreta. Son siete las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento; dar de beber al sediento; vestir al desnudo; dar techo al que no lo tiene; dar limosna; visitar a los enfermos y a los presos; enterrar a los muertos. Las siete obras de misericordia espirituales son: enseñar al que no sabe; corregir al que yerra; consolar al triste; dar buen consejo; aceptar con paciencia las molestias del prójimo; perdonar las injurias y rezar por los vivos y muertos.

 

  1. 256.        ¿Qué actitud se debe tener ante los bienes creados?

Dado que Dios ha dado la creación a todos los hombres para su recto uso, es tarea de todos el cuidado y la protección de la creación. La explotación indiscriminada de los recursos naturales, así como el maltrato a los animales, es contrario al encargo que Dios le dio al hombre sobre la creación.

 

  1. 257.        ¿Qué cados son contrarios a este mandamiento?

Son contrarios al séptimo mandamiento el robo, que es usurpar el bien ajeno contra la voluntad razonable de su dueño. Pero toda retención abusiva del bien ajeno es una violencia a este mandamiento: el pago de salarios injustos; la especulación y encarecimiento de productos de primera necesidad; la explotación económica; la evasión de impuestos; la falsificación de dinero, cheques y facturas; el despilfarro.

 

8.- NO DAR FALSO TESTIMONIO NI MENTIR

 

  1. 258.        ¿Qué nos enseña este mandamiento?

Nos enseña en primer lugar a vivir según la verdad, entendida como rectitud de la acción y de la palabra (veracidad) evitando la duplicidad, la simulación y la hipocresía, así como nos lo enseñó Jesús cuando dijo: “Sea vuestro hablar “sí, sí”; “no, no”, que lo que pasa de aquí viene del Maligno” (Mt 5, 37).

 

  1. 259.        ¿De qué manera se debe vivir según la verdad?

El cristiano vive según la verdad cuando ajusta su propia existencia, su conducta y sus palabras con el Modelo pleno que es Jesucristo. En este sentido, la coherencia de vida entre lo que se cree y lo que se hace, debe brotar del proceso constante de conformación con el Señor Jesús.

El martirio, es dar testimonio de Jesús hasta la entrega de la propia vida; constituye la máxima expresión de atestiguar la verdad que es Jesucristo y su Evangelio.

 

  1. 260.        ¿Qué pecados atentan contra el octavo mandamiento?

Atenta directamente contra el octavo mandamiento la mentira, que es decir falsedad con la intención de engañar. Mentir es hablar u obrar contra la verdad para inducir al error, y es tanto más dañina cuanto que en ella se sigue el influjo del Diablo, que es el “Padre de la mentira” (ver Jn 8, 44).

También el dar falso testimonio es la violencia del octavo mandamiento. Cuando el falso testimonio se da bajo juramento se llama perjurio y constituye una falta grave. La calumnia, la maledicencia, el juicio temerario y el chisme son también faltas contra la verdad. Lo mismo se debe decir de la vanagloria o jactancia, así como de la ironía.

 

  1. 261.        ¿Qué aplicaciones sociales importantes pueden tener este mandamiento?

En la vida social, algunas profesiones tienen la exigencia de mantener en secreto ciertas informaciones a ellas confiadas (por ejemplo, en la medicina; en la jurisprudencia, etc). Tal secreto debe ser siempre guardado, salvo el caso excepcional en que no hacerlo implique un daño gravísimo al que lo ha confiado, al que lo ha recibido o a terceros, y solo  pueda evitarse divulgando la verdad.

Los medios de comunión social deben respetar la verdad en sus informaciones y emisiones. Es inmoral explotar estos medios para dañar la imagen de las personas, o para difundir antivalores (violencia, hedonismo, indiferencia, etc.) como medio de captar audiencia y aumentar sus ganancias. Es inmoral también la manipulación de la opción pública a través de estos medios.

 

9.- NO CONSENTIR PENSAMIENTOS NI DESEOS IMPUROS.

 

  1. 262.        ¿Qué nos enseña este mandamiento?

Es la Sagrada Escritura, este mandamiento está descrito con palabras: “No desearás la mujer de tu prójimo” (ver Ex 29, 17; Dt 5, 21). Nos enseña la necesidad de mantener la pureza del corazón, porque como dice el Señor Jesús: “Del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones…” (Mt 15, 19). No basta el no cometer actos impuros. Es necesaria la purificación del pensamiento y de los deseos que puedan llevarnos a cometer pecados carnales.

 

  1. 263.        ¿Qué es la pureza del corazón?

La pureza del corazón es la virtud que lleva al hombre a orientar y ajustar todo su ser con la santidad de Dios, de manera particular en tres áreas: la caridad, la castidad o rectitud sexual y el amor de la verdad y la recta fe.

Todo ser humano está llamado a vivir esta pureza del corazón. El Señor Jesús nos recuerda: “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8). Crecer en la pureza del corazón es aumentar la caridad, la castidad y la vida de fe, e ir desterrando los efectos de la concupiscencia de la carne (ver Gál 5, 16ss).

 

  1. 264.        ¿Qué acciones son contrarias a este mandamiento?

Son contrarios al noveno mandamiento el consentir y recrearse en pensamientos impuros; las miradas indecorosas; la impudicia, es decir, la falta desvergonzada de pudor; el frecuentar espectáculos lascivos y obscenos; el uso de ciertas modas en el vestido y las costumbres que fomentan la permisividad y la excitación sensual.

 

  1. 265.        ¿Qué medios permiten adquirir la pureza del corazón?

Es la cooperación activa con la gracia de Dios la que permite que el hombre triunfe sobre la concupiscencia y pueda acrecentar la pureza del corazón. Entre los medios más adecuados están: la virtud de la castidad; la pureza de intención; la pureza de la mirada, que existe disciplina en los sentidos y en la imaginación; el rechazo de todo pensamiento impuro; la oración fervorosa y constante.

 

10.- NO CODICIAR LOS BIENES AJENOS

 

  1. 266.        ¿Qué nos enseña el decimo mandamiento?

Nos enseña a mantener una actitud sobria ante los bienes materiales, sin apegarnos a ellos, y sobre todo, a no desearlos hasta el extremo de poner nuestro corazón en ellos, sufriendo porque no los tenemos y otros sí los tienen. Este mandamiento nos enseña a combatir contra la “concupiscencia del tener” a la que San Juan llama “jactancia de las riquezas” (ver 1Jn 2, 16), así como el noveno mandamiento nos enseña a combatir contra la “concupiscencia de la carne”.

 

  1. 267.        ¿Qué pecados son contrarios a este mandamiento?

Son contrarios al décimo mandamiento la avaricia, que es el deseo inmoderado y desordenado de los bienes terrenos, tanto más grave cuando nos lleva al olvido de Dios. Jesús nos dice: “Mirad y guardaos de toda codicia, porque aún en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes” (Lc 12, 15).

También es contraria a este mandamiento la envidia, que es el sufrimiento por el bien ajeno, y el deseo de poseer ese bien, aunque sea de forma indebida. Tanto la avaricia como la envidia son pecados capitales.

 

  1. 268.        ¿Cuál deben ser la actitud del cristiano ante los bienes terrenos?

El cristiano sabe que los bienes terrenos son un don de Dios, otorgados pro El como un medio de realización plena. En ese sentido, el cristiano valora los bienes y los considera buenos y necesarios. Pero sabe también que los bienes terrenos son medios, no fines en sí mismos, y por eso no los pone por encima de todo.la actitud correcta ante los bienes es la de su legitimo uso, pero con la libertad necesaria que le permita –llegado el caso- de desprenderse de ellos sin perturbarse, sabiendo que Dios es la mayor riqueza y el sumo Bien. A esta actitud se le llama “pobreza evangélica” o también “pobreza de espíritu”. El Señor Jesús y Santa María, su Madre, son modelos perfectos de esta pobreza, que estamos llamados a reproducir en nosotros.

 

CUARTA PARTE

LA ORACION CRISTIANA

 

PRIMERA SECCION

LA ORACION EN LA VIDA CRISTIANA

 

La Fe de la Iglesia es profesada mediante el Credo o símbolo de los apóstoles; es celebrada en la liturgia y, particularmente, en los sacramentos; y es vivida a través de la moral cristiana. Pero también la fe implica una relación personal e intima con Dios Uno y Trino. Esta relación es precisamente la oración.

 

  1. 269.        ¿Qué es la oración?

La oración es la elevación del corazón del Señor. Es el dialogo personal con Dios, en el que se da una entrega amorosa del corazón llena de reconocimiento, gratitud y alabanza.

La oración brota desde lo más íntimo del ser humano, de sus dinamismos fundamentales que expresa su “sed de Dios”, a la que Dios mismo responde. Bellamente dice San Agustín que la oración es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él.

Por medio de la oración, la persona humana vive la experiencia del encuentro con Dios Amor, encuentro de amistad y de comunión. En la oración, el hombre se descubre a sí mismo tal como es porque se ve a la luz de Dios mismo con el que se encuentra. Por ello, la oración es un medio apropiado para conocernos y para conocer a Dios. La oración es necesaria para el hombre.

 

  1. 270.        ¿Qué nos dice la Sagrada Escritura sobre la oración?

La Sagrada Escritura nos muestra cómo el pecado ha roto la comunicación del hombre con Dios. La oración busca recuperar esta comunicación perdida. Dios llama al hombre a la oración y el hombre responde orando. Es el caso de Abraham, que ora al Señor pidiendo el cumplimiento de la promesa (Gén 15, 2ss) e intercediendo por Sodoma (Gén 18, 23-32). Es también la actitud de Moisés, que hablaba cara a cara con Dios como con un amigo (EX 33, 11). David, rey de Israel, nos ha dejado en los salmos la mejor escuela de oración de todo el Antiguo Testamento. Los profetas para hablar de Dios a Israel, primero hablan ellos con Dios en la oración.

Sin embargo, la plenitud de la oración la encontramos en el Señor Jesús. Toda su vida es un ejemplo perfecto de oración: ora antes de elegir a los Doce (ver Lc 6, 12); antes de la transfiguración (Lc 9, 28) y antes de resucitar a Lázaro (Jn 11 41-42). Su oración es intensa en la última Cena (ver Jn 17, 1 ss). En el huerto, oró con fuerza pidiendo que se cumpla el Plan del Padre (ver Mc 14, 32ss). Clavado en la cruz, oró al Padre hasta el momento de su muerte (Lc 23, 46). Con su oración, Jesús nos enseña a orar, a dirigirnos a Dios como a nuestro Padre.

María es también modelo de oración. Su aceptación del Plan de Dios por el que nos llegó la reconciliación se da en contexto de oración (ver Lc 1, 38). Orando, expresa en el Magnificat las maravillas que Dios ha obrado en Ella (Lc 1, 46ss). En Caná, intercede ante Jesús por las necesidades de los novios, y su intercesión lleva a la fe en su Hijo (ver Jn 2, 1ss). Al pie de la cruz, en oración silenciosa, repite el “Hágase” de la Anunciación-Encarnación (Jn 19, 25). En el Cenáculo, junto a los Apóstoles, María ora esperando la venida del Espíritu Santo (Hch 1, 14).

 

  1. 271.        ¿Quién nos instruye en la oración?

San Pablo nos dice que: “Nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rom 8, 26). Es el Espíritu Santo el que nos enseña a orar, para que podamos vivir la comunión con el Señor y con el Padre. El Espíritu Santo, además, suscita las diversas formas en que podemos orar.

 

  1. 272.        ¿Cuáles son las diversas formas de la oración?

Podemos señalar las siguientes: la oración de bendición, por la que respondemos al don de Dios y lo reconocemos bendito por sobre todas las cosas; la oración de adoración, por la que reconocemos la grandeza, la gloria y la majestad de Dios desde una actitud humilde y reverente; la oración de petición, en la que expresamos nuestra  dependencia de Dios y le solicitamos todo aquello que necesitamos: su perdón, su gracia, su ayuda, los bienes materiales para subsistir, la salud, etc.; la oración de  intercesión, es la petición a favor de otro o de otros, para que el Señor les alcance los dones necesarios para su salvación; la oración de acción de gracia, ante los dones que Dios nos ha dado, particularmente ante el don de la reconciliación; la oración de alabanza, en la que reconocemos y damos gloria a Dios, no solo por lo que ha hecho o hace, sino sobre todo por lo que El es.

 

  1. 273.        ¿Cuáles son las fuentes de la oración?

Llamamos “fuentes de la oración” a las instancias desde las cuales podemos orar o extraemos el contenido de nuestras oraciones. Son: La Palabra de Dios; la liturgia de la Iglesia; las virtudes teologales. La misma existencia cotidiana puede y debe ser una instancia desde la cual oremos constantemente.

 

  1. 274.        ¿A quién se dirige la oración cristiana?

La oración cristiana es trinitaria. Se dirige principalmente al Padre, por medio de Jesucristo y gracias al don que el Espíritu derrama en nosotros. Nuestra oración se dirige también a Jesús, ya que El es nuestro Mediador por excelencia (1Tim 2, 4ss). También el Espíritu Santo puede ser adorado e invocado, para que nos enseñe a orar y para que El nos lleve a la comunión con la Trinidad que es Amor.

 

  1. 275.        ¿Se puede orar a la Virgen María?

Por supuesto. María es nuestra Madre espiritual, y como hijos suyos, debemos dirigirnos a ella, solicitando su ayuda para que podamos conformarnos con el Señor Jesús, asemejándonos a Él. La Iglesia ve en María su modelo de oración, y pide su intercesión y su protección. Para nosotros, cristianos, la piedad filial mariana se ejercita por medio de dos oraciones muy conocidas: el Ave María y el Rosario.

 

 

  1. 276.        ¿Se puede invocar también a los santos?

Sí. Los santos, que se encuentran gozando de la comunión plena de amor con Dios Uno y Trino, pueden interceder por nosotros y procurarnos de parte de Dios, las gracias que necesitamos para santificarnos. En la oración que dirigimos a los santos, alabamos a Dios mismo que manifiesta su gloria en ellos.

 

  1. 277.        ¿A través de quiénes aprendemos a orar?

Aprendemos a orar, en primer lugar, por medio de la familia, que es la primera escuela de oración. También los sacerdotes y diáconos tienen un papel muy importante en la correcta enseñanza de la oración cristiana. De igual manera los religiosos, catequistas, los grupos de oración y otros, pueden ser auténticos guías y educadores para la vida de oración. Todos ellos expresan la dimensión educativa de la Iglesia que se prepara para orar.

 

  1. 278.        ¿Cuáles son los lugares más favorables para orar?

El lugar propio de la oración es el templo, o la capilla, que es como la casa de Dios. Pero son también lugares muy apropiados los oratorios, sean privados o públicos; los santuarios y lugares de peregrinación y los monasterios.

 

  1. 279.        ¿De qué manera puede expresarse la oración?

Dentro de los muchos modos en que se expresa la oración, destacan: la oración vocal, la oración mental y la contemplación.

 

  1. 280.        ¿Qué es la oración vocal?

Es el modo por el que el hombre se dirige a Dios expresando en palabras todo lo que experimenta en lo profundo de su corazón. La oración vocal se fundamenta en la realidad del ser humano como unidad biopsicoespiritual: el anhelo de comunión con Dios y la necesidad que siente el hombre en su espíritu, tiende a expresar por medio de sus palabras. La oración vocal es la más extendida de todos los modos de orar, por ser tan connatural a la experiencia religiosa de todo hombre.

 

  1. 281.        ¿Qué es la oración mental?

La oración mental, o meditación, consiste en dirigirse a Dios a través de la reflexión de los misterios divinos. Por lo común, la matera de reflexión es la Sagrada Escritura. En este tipo de oración, se busca comprender qué dice el Señor en su palabra, y además que me dice de manera personal; ello debe llevar al que ora a transformar su corazón, amando a Jesús y apropiándose de los sentimientos del Señor, y a poner por obra los criterios de conducta que El le muestra. En la oración mental intervienen la inteligencia, los afectos, la voluntad.

 

  1. 282.        ¿Qué es la contemplación?

Es la oración que consiste en la mirada de fe dirigida al Señor, por la cual el orante es llenado del conocimiento de los misterios de Dios, y recibe el amor que Dios concede expresarle. La oración contemplativa es un don, que debe ser recibido con humilde y sencillez.

 

  1. 283.        ¿Cuáles son las dificultades más comunes de la oración?

Si bien es verdad que la necesidad de la oración brota desde lo más profundo del hombre, desde su mismidad, también es cierto que rezar supone muchas veces un esfuerzo consciente. Nuestra debilidad, fruto del pecado, nos lleva a veces a apartarnos de Dios, en vez de buscarlo. El Diablo, por medio de las tentaciones, busca alejarnos del Señor. La perseverancia en la oración es parte importante del combate espiritual.

 

  1. 284.        ¿Y cuáles son las principales tentaciones que amenazan a la oración?

Una de las dificultades más comunes es la distracción. En ella, el hombre se descubre alejándose de Dios, con el que debería estar unido. La distracción en la oración muestra al hombre cual es el objeto de su apego. Otra dificultad de la oración es la sequedad: la sensación de aridez, de poco gusto en la oración. Este puede ser un momento oportuno para una purificación y renovación en la vida de oración.

 

  1. 285.        ¿Y cuáles son las principales tentaciones que amenazan a la oración?

Señalamos dos: la falta de fe, que se expresa muchas veces de manera solapada, en el relegar la oración, prefiriendo otro tipo de actitudes consideradas más urgentes. Esto es muy grave porque el abandono de la oración es el inicio de la muerte del espíritu. La otra tentación es la acedia, que es el disgusto el rechazo por las cosas espirituales, debido al descuido o relajo. La acedia lleva al endurecimiento del corazón (esclerocardia), y es también muerte para la persona.

Ante esto, es necesario estar siempre alerta. Se impone la advertencia del Señor Jesús: “Velad y orar para que no caigáis en tentación” 8Mt 26, 41); y la exhortación de San Pablo: “Orad constantemente” (1Tes 5, 17).

 

  1. 286.        ¿Cuál es la principal oración del cristiano?

La principal oración del cristiano es aquella que el Señor Jesús nos enseñó y que se reconoce como el Padre Nuestro.

 

SEGUNDA SECCION

LA ORACION DEL SEÑOR:

EL PADRE NUESTRO

 

  1. 287.        ¿Por qué nos dejó Jesús la oración del Padre Nuestro?

El Señor Jesús nos entregó la oración del “Padre Nuestro”, respondiendo al pedido de sus discípulos: “Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos”. El les enseño la oracin que ahora rezamos:

 

Padre Nuestro, que está en el cielo,

Santificado sea tu Nombre.

Venga a nosotros tú Reino;

Hágase tu Voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

Perdona nuestras ofendas, como también

Nosotros perdonamos a los que nos ofenden;

No nos dejes caer en la tentación.

Y líbranos del mal. Amén.

 

El “Padre Nuestro” es la respuesta de Jesús a nuestra necesidad de orar. Es el Señor quien nos muestra cómo dirigirnos al Padre, y qué es lo que debemos pedirle. Ninguna otra oración alcanza la sencillez, la perfección y la belleza del “Padre Nuestro”. Y a lo largo de los siglos, éste ha sido el modo como han rezado millones de cristianos de toda raza, idioma y nacionalidad. El “Padre Nuestro es la oración de los hijos de Dios.

 

  1. 288.        ¿Cuál es el uso que hace la Iglesia de esta oración?

Desde el inicio de su existencia, la Iglesia ha empleado la oración del “Padre Nuestro” siguiendo fielmente la enseñanza de Jesús. Rezada incansablemente por todos los fieles, ha sido recogida además por la liturgia de la Iglesia, que la emplea especialmente en los tres sacramentos de iniciación cristiana: bautismo, confirmación y eucaristía. El “Padre Nuestro” tiene, además, un puesto permanente en la celebración de la Santa Misa.

 

  1. 289.        ¿Qué características posee el “Padre Nuestro”?

El “Padre Nuestro” es el prototipo y modelo de la oración cristiana. Por ello, combina las dos formas más importantes que puede asumir una oración: la alabanza y la petición. En efecto: las dos primeras frases de nuestra oración constituyen un reconocimiento y alabanza a Dios: El es nuestro Padre celestial y nos llama ser sus hijos. Mientras que el grueso de la oración está constituido por siete peticiones, donde presentamos al Padre nuestras necesidades, tanto materiales como espirituales.

 

  1. 290.        ¿Qué queremos decir cuando llamamos a Dios “Padre Nuestro”?

Al llamar a Dios “Padre Nuestro”, reconocemos a Dios como nuestro Padre: El nos ha dado la existencia al crearnos, y nos llama a una vida autentica y plena. Pero reconocemos a Dios como nuestro Padre gracias a que Jesús nos lo ha manifestado. En Jesús, Dios Padre nos ha hecho sus hijos adoptivos, y nos presenta a Jesús como el medio para llegar hasta El: “Nadie va al Padre sino por mí” (Jn 14, 6).

Cuando decimos “Padre Nuestro”, siguiendo las enseñanzas de Jesús, estamos reconociendo quien es Dios para nosotros: nuestro Padre amoroso. Pero estamos reconociendo también quienes somos nosotros para Dios: sus hijos, elegidos y amados en Jesucristo (ver Ef 1, 5). Decir “Padre Nuestro” es conocer a Dios y conocernos a nosotros mismos.

 

  1. 291.        Al decir “que estás en el cielo”, ¿qué cosa queremos indica?

El “cielo” no indica el lugar, sino la condición misma de Dios, que es plenamente Santo. El “Cielo” es la comunión de amor que vive en sí misma la Trinidad Santa: El Padre el Hijo y el Espíritu Santo.

Al decir “que está en el cielo”, reconocemos al Pare como Dios Santo, que por medio del Señor Jesús y con el poder del Espíritu nos invita a participar de su vida, es decir, nos invita “al cielo”. Es por eso que el “cielo” es la meta definitiva a la que el hombre ha sido invitado (ver numeral 103 ¿Qué es el cielo?).

 

  1. 292.        ¿Cómo se articulan las siete peticiones del “Padre Nuestro”?.

Las tres primeras peticiones se halla referidas a Dios Padre: tu “Nombre”; tu “Reino”; tu “Voluntad”. Mediante ellas, pedimos que El sea glorificado y se cumpla su Divino Plan. Es el reconocimiento de la grandeza divina y la humilde suplica de poder participar en ella. Las otras cuatro, se hallan referidas a nuestras necesidades humanas, tanto materiales (el pan de cada día) como espirituales (la reconciliación por el perdón y la ayuda que nos impida caer bajo el poder del Maligno).

 

  1. 293.        ¿Qué quiere decir la primera petición: “Santificado sea tu nombre”?

El nombre de Dios expresa su ser propio, su santidad y su amor. Dios reveló su nombre a Moisés (Ex 3, 14) para que Israel sepa quién lo llamaba a la salvación y a la Alianza. Por eso para los judíos, el nombre de Dios es santo (Sal 92, 2; Sal 111, 9). Santa María, la Madre de Jesús, proclama la santidad del nombre de Dios (Lc 1, 49). Jesús nos ha dado a conocer el nombre de Dios Padre: “He manifestado tu Nombre a los hombres que Tú me has dado” (Jn 17, 6).

Cuando decimos “Santificado sea tu nombre” pedimos al Padre que nos haga participes de su santidad y de su amor. Jesús hace posible esta comunión pro medio del nombre del Padre: “Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que le amor con que Tú me has amado esté en ellos, y yo en ellos” (Jn 17, 26).

 

  1. 294.        ¿Qué quiere decir la segunda petición: “Venga a nosotros tu Reino”?

El Señor Jesús nos hablaba del Reino en parábolas: es como un grano de mostaza, como un campo de trigo, como un rebaño de ovejas, etc. (ver Mt 13, 3ss; Lc 15, 4). Con estas figuras nos quiere indicar que el Reino es el Amor de Dios que se hace presente en el mundo Amor al que están invitados a vivir todos los hombres, y que glorificará al mundo, transformándolo. Jesús es la presencia anticipada de este Reino (ver Mt 12, 28). Cuando venga en su gloria, habrá llegado la Plenitud del Reino (Mt 25, 31.34).

Al decir “Venga a nosotros tu Reino” pedimos al Padre que llegue este momento, en el que Jesús venga de manera definitiva e instaure su Reino de Amor, donde “no habrá ya muerte ni habrá llanto ni gritos  ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado” (Ap. 21, 4). Será la felicidad completa para los hombres porque viviremos en Dios, por Dios y para Dios. Mientras llega ese momento, debemos trabajar activamente por nuestra propia santificación y por hacer que nuestro mundo refleje el amor al cual está destinado.

 

  1. 295.        ¿Qué quiere decir la tercera petición: “Hágase tu Voluntad en la tierra como en el cielo”?

San Pablo nos enseña: “Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación” (1Tes 4, 3). Y también: “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de Verdad” (1Tim 2, 4). La Voluntad de Dios es su Plan de Salvación sobre el hombre. Dios nos ha creado por amor para que vivamos unidos a Él, rechazando el pecado. El Señor Jesús ha venido al mundo para cumplir el Plan Divino y reconciliar al hombre caído en el pecado, y nos enseña la obediencia y el cumplimiento del Plan de Dios: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado” (Jn 4, 34). Y ha obedecido hasta el extremo: “obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz” (Flp 2, 8).

Cuando decimos “Hágase tu Voluntad en la tierra como en el cielo”, pedimos a nuestro Padre que se realice su Divino Plan, en primer lugar sobre nosotros, para que, santificados en Jesús con el don de Espíritu, podamos vivir la plenitud del Reino.

Pedimos también que se cumpla el Plan de Dios sobre todos los hombres y sobre el mundo. Pero esto debe movernos al compromiso de trabajar por nuestra salvación y la de los demás, cooperando activamente con la gracia, en obediencia y disponibilidad a lo que Dios nos pide.

 

  1. 296.        ¿Qué quiere decir la cuarta petición: “Danos hoy nuestro pan de cada día”?

El pan es el alimento universal; expresa la necesidad del sustento cotidiano. Pero es también signo de fraternidad y de comunión entre los hombres: “partir el pan”, “compartir el pan” son figuras que hablan de hermandad y de paz. El Señor Jesús, durante su predicación pública, realizó el miagro de la multiplicación de los panes para alimentar a las multitudes hambrientas (ver Mt 14, 15ss; Jn 6, 1ss). El mismo quiso quedarse entre nosotros como Eucaristía bajo la apariencia del sencillo pan (Mt 26, 26).

Al decir “danos hoy nuestro pan de cada día” reconocemos nuestra dependencia de Dios, y expresamos nuestra confianza en su Providencia amorosa. El nos da el alimento y todo don necesario para nuestro bien. Y no solo nos da el pan terreno, sino que además nos ha dado a su Hijo, el Señor Jesús, que es “El Pan vivo bajado del cielo” (Jn 6, 51), alimento perenne que nos da la vida eterna.

 

  1. 297.        ¿Qué significa la quinta petición: “Perdona nuestras ofendas, como también nosotros

         perdonamos a los que nos ofenden”?.

Dios Padre es “rico en misericordia” (Ef 2, 4) y muestra su misericordia hacia los hombres perdonando sus pecados. La reconciliación realizada por Jesús es expresión del amor misericordioso del Padre: “La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo todavía pecadores murió por nosotros (…) Si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida!” (Rom 5,8.10). El mismo Jesús, clavado en la cruz, es el mejor ejemplo de perdón: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34).

Al pedirle a nuestro Padre: “Perdona nuestras ofendas” imploramos su misericordia y su perdón ante nuestros pecados. Pero para que el perdón divino se haga vivo y provechoso en nosotros, debemos perdonas así como hemos sido perdonados. Ese es el sentido de la segunda parte de la petición: “como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. La reconciliación que hemos recibido como don de parte de Dios Padre, debe llevarnos a vivir la reconciliación con nuestros hermanos, perdonándonos de corazón. No hacerlo, será vivir en la incoherencia y en la falsedad. El Señor Jesús nos lo recuerda con suma claridad: “Si al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano” (Mt 5, 23-24).

 

  1. 298.        ¿Qué quiere decir la seta petición: “No nos dejes caer en la tentación”?

La tentación es la invitación a pecar, que hace Satanás para apartar al hombre de los caminos de Dios. Adán y Eva sucumbieron a la tentación (ver Gén 3, 1ss), dejando por herencia a la humanidad el mal y el pecado, Israel, el pueblo de Dios, fue tentado en el desierto (Ex 17, 1ss;  Sal 95, 8-9) y a lo largo de su historia, y muchas veces cayó en pecado. Pero Jesús, al ser tentado en el desierto, muestra que podemos vences a la tentación si nos mantenemos unidos a Dios Padre, siendo fieles a su Palabra y rechazando todo dialogo con el Tentador (ver Mt 4, 1ss; Mc 1, 12-13; Lc 4, 1-13.).

Al pedir “no nos dejes caer en la tentación”, imploramos la fortaleza y la gracia que necesitamos para mantenernos fieles   y seguir por los caminos del Señor. Es el Espíritu Santo el que nos mantiene firmes y nos da las fuerzas necesarias para rechazar la tentación. San Pablo nos dice que; “Fiel es Dios que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito”. (1Co 10, 13). Al medio para resistir y vencer las tentaciones. Es también un medio muy oportuno la huida de las tentaciones, y de toda ocasión que pueda llevarnos al pecado.

 

  1. 299.        ¿Qué quiere decir la séptima petición: “Líbranos del Mal”?

El Mal al que aquí se hace referencia no es algo abstracto; se refiere a su ser personal, el Diablo, el Maligno. Fue por envidia del Diablo que entró el pecado en el mundo (Gén 3, 1ss; Sab 2, 24). El es “homicida desde el principio, mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8, 44). Pero el Señor Jesús, con su Pasión y muerte derrotó el poder del Diablo, de tal manera que ahora ya no ejerce su nefasto dominio sobre el hombre. Todo el que cree en Jesús y guarda su Palabra, ha vencido al Maligno (1Jn 2, 13-15). El Apóstol San Juan describe en su visión la derrota de Satanás por Jesucristo y su Madre (Ap 12, 1ss). Al final de los tiempos, el Diablo será reducido para siempre y ya no ejercerá su maligno influjo.

Al pedir al Padre: “Líbranos del Mal” le rogamos que nos guarde de las asechanzas del Diablo y que nunca nos apartemos del amor divino. Si Jesús ha derrotado al Demonio, nosotros, en la medida en que estemos más unidos al Señor, podremos actualizar su victoria en nuestras propias existencias.

Los cristianos rezamos el “Padre Nuestro” convencidos de que Dios nos escucha y nos da lo que necesitamos para nuestra salvación. Esta confianza y seguridad es expresada por la palabra que cierra nuestra oración: Amén: Así sea.

 

 

 

 

 

 

INDICE

 

Presentación

Decreto

 

Primera Parte

LA PROFESION DE LA FE

Primera Sección

CREO – CREAMOS

EL HOMBRE SU BÚSQUEDA DE DIOS

DIOS SALE AL ENCUENTRO DEL HOMBRE:

LA REVELACIÓN

EL HOMBRE RESPONDE A DIOS

QUE SE REVELA: LA FE

Segunda Sección

LA PROFESION DE LA FE CRISTIANA

CREDO DE LOS APÓSTOLES

CREDO NICENO CONSTANTINOPOLITANO

CREO EN DIOS PADRE

CREO EN JESCRISTO, HIJO UNICO DE DIOS

CREO EN EL ESPIRITU SANTO

 

Segunda Padre:

LA CELEBACION DEL MISTERIO CRISTIANO

Primera Sección

LA ECONOMIA SACRAMENTAL

LA LITURGIA

Segunda Sección:

LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA

LOS SACRAMENTOS DE

LA INICIACION CRISTIANA

EL BAUTISMO

LA CONFIRAMCION

LA EUCARISTIA

LOSSACRAMENTOS DE CURACION

LA RECONCILIACION

LA UNCION D ELOS ENFERMOS

LOS SACRAMENTOS AL SERVICIO

DE LA COMUNIDAD

EL ORDEN

EL MATRIMONIO

OTRAS CELEBRACIONES LITURGICAS

 

Tercera Parte:

LA VIDA EN CRISTO

Primera Sección

LA VOCACION DEL HOMBRE

LA VIDA EN EL ESPIRITU

LAS VIRTUDES

EL PECADO

LA LEY MORAL Y LA GRACIA

 LA COMUNIDAD HUMANA

 

Segunda Sección

LOS DIOS MANDAMIENTOS

1.- AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS

2.- NO TOMAR EL NOMBRE DE DIOS EN VANO

3.- SANTIFICAR LAS FIESTAS

4.- HONRAR AL PADRE Y A LA MADRE

5.- NO MATAR

6.- NO COMETER ACTOS IMPUROS

7.- NO ROBAR

8.- NO DAR FALSOS TESTIMONIOS NI MENTIR

9.- NO CONSENTIR PENSAMIENTOS NI DESEOS IMPUROS

10.- NO CODICIAR LOS BIENES AJENOS

 

Cuarta Parte:

LA ORACION CRISTIANA

Primera Sección

LA ORACION EN LA VIDA CRISTIANA

Segunda Sección:

LA ORACION DEL SEÑOR:

EL PADRE NUESTRO

 

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