Blogia
EDUCACIÓN RELIGIOSA CATÓLICA

Sacramentos al Servicio de la Comunidad

 

EL SACRAMENTO DEL ORDEN

 EL SACERDOCIO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO.

La historia de las civilizaciones atestigua que todos los pueblos han tenido sacerdotes, es decir, personas dedicadas al culto sagrado. También el pueblo de Israel tuvo sacerdote a partir de la época de Moisés, quien por orden de Dios, encargó a Aarón y a sus descendientes desempeñar las funciones del culto sagrado.

El sacerdote en Israel alcanzó su máximo esplendor en la época de Salomón con la construcción el magnífico templo de Jerusalén que se convirtió en el centro de la vida religiosa de los israelitas.

La Biblia nos cuenta con detalle cómo fue edificado el templo: la nave central estaba revestida de madera de ciprés, recubierta de oro puro y piedras preciosas. El lugar santísimo (en cuyo interior se coloco el Arca de la Alianza) fue revestido de oro puro. Fuera de este lugar santísimo se colocó al altar de bronce para los sacrificios, de diez metros de largo y cinco de alto. Todas las demás cosas dedicadas al culto eran de oro puro: los candelabros, las lámparas, los utensilios, los cuchillos para los sacrificios, etc.

Cuando estuvo terminada esta magnífica obra, el rey Salomón reunió a todo el pueblo de Israel y ofreció como sacrificio al Señor la inmolación de millares de toros, vacas y ovejas.

 JESUCRISTO ES EL SACERDOTE POR EXCELENCIA.

En el Antiguo Testamento existieron muchos sacerdotes que ofrecían, como hemos visto abundante sacrificios para dar culto a Dios: animales degollados, alimentos, lavatorios, etc. Sin embargo, todos esos sacrificios eran imperfectos y eran anuncio de un nuevo sacrificio perfecto y de valor infinito. Este sacrificio perfecto fue ofrecido por Jesucristo, el Hijo eterno de Dios, al morir en la cruz entregando su vida por la salvación de todos los hombres y mujeres de la humanidad.

Jesucristo, al ofrecer este sacrificio de su Cuerpo y de su Sangre en la cruz, pone fin al sacerdocio imperfecto del Antiguo Testamento y los sustituye por un “sacerdocio nuevo”, el suyo, y por un sacrificio también nuevo: el de su Cuerpo y de su Sangre. Por eso Jesucristo es el Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza, pues Él nos reconcilió para siempre con Dios por medio de su Sangre derramada en la Cruz.

Todos los bautizados, en cuanto estamos unidos a Cristo, participamos de su único sacerdocio. Sin embargo es preciso distinguir dos tipos diferentes de participación en el sacerdocio de Jesucristo:

a)  El sacerdocio común de los fieles, que es el que reciben todos los cristianos por

      medio del bautismo. 

b)  El sacerdocio ministerial, que es el que Jesús confirió a los Doce Apóstoles y

     que algunos varones reciben en la Iglesia por medio del sacramento del Orden.

     Les llamamos sacerdotes o presbíteros. 

 JESUCRISTO INSTITUYE LOS SACERDOTES DE LA NUEVA ALIANZA.

El sacerdocio de Jesucristo es un “sacerdocio para siempre”. Para que fuera así, Jesús estableció la forma en que se había de prolongar su sacerdocio hasta el fin del mundo. Veámoslo:

Durante la Última Cena, los Doce Apóstoles fueron consagrados sacerdotes por Jesús cuando, después de convertir el pan y vino en su Cuerpo y en su Sangre, les dio el siguiente mandato: Haced esto en memoria mía. (Lc 22,19)

Con estas palabras Jesús otorgó a los Apóstoles el poder de consagrar y de ofrecer su Cuerpo y su Sangre, tal como Él lo había hecho. Y de esta manera, Jesús instituyó, junto con el Sacramento de la Eucaristía, e inseparablemente unido a Él, el Sacramento del Sacerdocio, que es conocido en la Iglesia con el nombre de Sacramento del Orden.

Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “El Sacramento de Orden es aquel, mediante el cual, la misión confía por Cristo a sus Apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos”.

 LOS APÓSTOLES TRANSMITIERON LOS PODERES SACERDOTALES.

A medida que la Iglesia se fue extendiendo por la predicación del Evangelio, los Apóstoles eligiendo representantes suyos, que ponían al frente de las nuevas comunidades. A los que eran elegidos para esta misión se les administraba el sacramento del Orden, que tenía como rito especial la “imposición de las manos”. Veamos algunos testimonios del libro de los Hechos de los Apóstoles.

a)  Haciendo oración, les impusieron las manos. (Hc 6,6) 

b)  Te amonesto, escribe san Pablo a su discípulo Timoteo,

     para que reavives la gracia de Dios que está en ti por

     la imposición de las manos. (2Tim 1,6) 

Por este rito de la imposición de las manos hecha por los Apóstoles (o los obispos, sucesores suyos), Cristo comunica a quien lo recibe, por medio del Espíritu Santo, una especial consagración y participación de su sacerdocio.

En la Iglesia católica los sacerdotes se obligan libremente a vivir el celibato. Así lo enseña el compendio del catecismo de la Iglesia Católica: “Para el presbiterado, en la Iglesia latina, son ordinariamente elegidos hombres creyentes que viven como célibes y tienen la voluntad de guardar el celibato por el Reino de los cielos” (Mt 19,12) Al diaconado permanente pueden acceder también hombres casados.

 LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO DEL ORDEN SACERDOTAL

(Observa el video)

El sacramento del Orden se confiere, pues, mediante la ordenación sacerdotal.

El sacramento del Orden es conferido por el Obispo mediante la imposición de las manos, seguida de una oración consecratoria solemne que pide a Dios para el ordenando las gracias del Espíritu Santo requeridas para el ministerio.

El sacramento del Orden que presupone la vocación; o sea, la elección divina incluye, al menos, estos cuatro supuestos:

a) Lo confiere el Obispo como sucesor de los Apóstoles. 

b) Se administra con el rito de la imposición de las manos,

    al que acompaña una oración especial al Espíritu Santo. 

c)  Además, el que es ordenado recibe la unción del santo crisma,

     que le hace más semejante a Jesucristo. El carácter sacerdotal

     es imborrable, por lo que el ordenado es sacerdote para siempre.  

d)  A los que reciben el Orden, diáconos, sacerdotes y obispos,

     se les comunica una gracia especial para desempeñar su ministerio

     en nombre de Cristo y como representantes suyos en la Iglesia.  

 LOS TRES GRADOS DEL SACRAMENTO DEL ORDEN (Observa el video)

El sacramento del Orden se compone de tres grados, que son insustituibles para la estructura orgánica de la Iglesia: el episcopado, el presbiterado y el diaconado.

A) Los Obispos: Son los sucesores de los Apóstoles. Desde el día de Pentecostés los Apóstoles llevaron a cabo las misiones que Cristo les confió (predicar, bautizar, perdonar los pecados, regir el pueblo de Dios, etc.) y pusieron obispo al frente de las comunidades cristianas     que iban fundando. El territorio encomendado a un obispo se llama diócesis.

B) Los presbíteros o sacerdotes: Participan de la misión de los Apóstoles pero no son sucesores directos suyos, sino que reciben el sacramento del Orden para ser cooperadores de los Obispos. Su misión principal es triple: predicar la palabra de Dios, celebrar la Eucaristía, y administrar otros sacramentos (Bautismo, Penitencia, Unción de los Enfermos) además de dirigir una comunidad cristiana en nombre de su obispo. Su principal función sagrada es la celebración de la Eucaristía.

C)  Los diáconos: Los Hechos de los Apóstoles nos cuentan cómo se eligieron los primeros diáconos en los inicios de la Iglesia. La misión de los diáconos es ayudar al obispo y a los presbíteros en las funciones sagradas, en el ministerio de la Palabra y en el ejercicio de la caridad.

LAS MISIONES QUE CONFIERE EL SACRAMENTO DEL ORDEN.

El sacramento del Orden confiere unas misiones, que entroncan con las tres misiones de Jesucristo: Profeta (enseñar), Sacerdote (santificar) y Rey (regir o guiar al pueblo de Dios)

 A.  MISIÓN DE ENSEÑAR: Jesucristo confió a los Apóstoles el encargo de continuar la misión de enseñar y predicar el Evangelio a todas las gentes (Mc16,15) Los pastores de la Iglesia, en nombre de Jesucristo enseñan a los bautizados las verdades cristianas. Dice el Concilio Vaticano II que el ejercicio de predicar destaca entre los principales oficios del obispo y del sacerdote. El Papa enseña mediante encíclicas y discursos. Los Obispos por medio de su predicación y escritos pastorales. Los Sacerdotes con sus homilías y catequesis. Los Diáconos también pueden proclamar en Evangelio y predicar.

Debido a la especial asistencia del Espíritu Santo, enviado en Pentecostés por el Padre y el Hijo, la misión de enseñar de la Iglesia goza de la cualidad de la infalibilidad (enseñar la verdad sin error) en determinados casos. Estos son:

1. Cuando todos los Obispos del mundo unidos al Papa enseñan unánimemente una misma verdad, sobre todo en un Concilio ecuménico.
2. Cuando el Papa, como maestro y pastor supremo de la Iglesia, proclama solemnemente como definitiva una doctrina referente a la fe o a la moral.
3. Cuando todo el pueblo cristiano cree una misma verdad de fe, unido a la enseñanza del Magisterio de los pastores de la Iglesia.

B.  MISIÓN DE SANTIFICAR: Los Obispos y sacerdotes tienen la misión de servir a los fieles facilitándoles los medios necesarios para su santificación. Estos medios son principalmente los Sacramentos y en especial, la Eucaristía. La celebración eucarística es el medio de santificación por excelencia, ya que en la Misa se renueva el sacrificio de Jesús en la Cruz por la redención de los hombres y en ella se puede recibir en la comunión al mismo Jesucristo. Por ello, el Concilio Vaticano II insiste en que la Eucaristía es “la fuente y la cima de la vida cristiana” 

Los Obispos son ministros de la Confirmación y del Orden. Los Sacerdotes colaboran también en la santificación de los fieles mediante el sacramento de la Reconciliación o Penitencia. y también administrando, oportunamente los demás Sacramentos que les competen (Bautismo, Matrimonio y Unción de los enfermos) Los diáconos pueden administrar la Eucaristía y asistir a la celebración del Matrimonio.

C. MISIÓN DE REGIR: El Sacramento del Orden confiere a los Obispos la misión de “regir” o guiar al pueblo de Dios. Los sacerdotes y diáconos participan de este oficio colaborando con los Obispos.  Es preciso destacar que en la Biblia el oficio de regir se denomina “pastoreo”. Jesús mismo se declara el “Buen Pastor” y encarga a San Pedro que pastoree su rebaño. Este modo de hablar indica que el gobierno de la Iglesia en un servicio a imitación de Jesucristo que no vino a ser servido sino a servir (Mc 10,45)

 

EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO

"EL MATRIMONIO EN EL PLAN DE DIOS"

EL MATRIMONIO ES UN PROYECTO DIVINO.

La capacidad humana de producir nuevos proyectos e inventos parece carecer de límites. Sin embargo hay cosas que no son frutos de la inteligencia o la imaginación humana, sino de la naturaleza, tal y como Dios la ha creado. Podría decirse que fueron “proyectadas por Dios”. El mismo Matrimonio es una de ellas. El cristiano conoce, por sentido común y por la Biblia, que el origen de esta institución está en Dios, Creador del mundo, del hombre y de la mujer.

En efecto en la primera página de la Biblia se lee que Adán y Eva fueron creados por Dios “el uno para el otro”: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne (Gn2,24)

El cuerpo del varón y de la mujer han sido creados por Dios para el amor esponsal, capaz de expresar el amor personal que se compromete y entrega. La sexualidad, de este modo, no es algo puramente biológico sino que afecta al núcleo íntimo de la persona en cuanto tal. Ella solo se realiza de modo verdaderamente humano cuando se ordena a ese amor entre un hombre y una mujer. De este don recíproco brota de modo natural el don de la fecundidad que da origen a los hijos, y al mismo tiempo, vincula a los hermanos entre sí.   

 

El amor entre los esposos está, por tanto, en el origen de cada familia y ese amor, en el caso de la familia cristiana, lo bendice Dios con el sacramento del Matrimonio.

 EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO.

Jesús al comienzo de su vida pública asistió a las Bodas de Caná e hizo allí su primer milagro. La Iglesia ha visto en este gesto del Señor la confirmación de la bondad del Matrimonio. San Pablo enseña que el Matrimonio cristiano es signo de la alianza, llena de amor y de fidelidad en Cristo y la Iglesia. “Jesucristo no solo restable al orden original del Matrimonio querido por Dios, sino que otorga la gracia para vivirlo en su nueva dignidad de sacramento, que es signo del amor esponsal hacia la Iglesia: Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo ama a la Iglesia”.

Los ritos con que se administra este sacramento expresan la grandeza de la unión matrimonial:

El Matrimonio se constituye por el consentimiento matrimonial, gracias al cual los esposos se entregan el uno al otro libremente y para siempre. “El consentimiento matrimonial es la voluntad, expresada por un hombre y una mujer, de entrega mutua y definitivamente, con el fin de vivir una alianza de amor fiel y fecundo. Puesto que el consentimiento hace que el Matrimonio, resulte indispensable e insustituible. Para que el Matrimonio sea válido, el consentimiento debe tener como objeto el verdadero Matrimonio y ser un acto humano, consciente y libre, no determinado por la violencia o la coacción. Entre católicos solo es válido el Matrimonio sacramentado, porque el llamado matrimonio civil no es el verdadero Matrimonio”.

El sacramento del Matrimonio crea entre los cónyuges un vínculo perpetuo y exclusivo. Dios mismo ratifica el consentimiento de los esposos. Por tanto, el Matrimonio consumado entre bautizados no podrá ser nunca disuelto. Por otra parte, es el sacramento confiere a los esposos la gracia necesaria para alcanzar la santidad en la vida conyugal; además de escoger y educar responsablemente a los hijos.

El Sacramento de Matrimonio produce estos efectos:

  • Da a los esposos la gracia para amarse con el amor con que Cristo ama a su Iglesia.
  • Reafirma su unidad insoluble.
  • Les ayuda a santificarse formando una familia cristiana.

Los esposos cristianos están llamados a santificarse en la vida familiar, mediante el amor mutuo, la fidelidad, la fecundidad y la educación a los hijos.

 

EL MATRIMONIO Y LA FAMILIA.

 LOS FINES Y LAS PROPIEDADES ESENCIALES DEL MATRIMONIO

La alianza matrimonial del hombre y de la mujer, fundada y estructurada con leyes propias dadas por el creador, está ordenada por su propia naturaleza a la comunión y al bien de los cónyuges, y educación de los hijos. Jesús enseña que, según el diseño original divino, la unión matrimonial es insoluble: lo que Dios ha unido, que no lo separé el hombre (Mc10,9)

 De esta enseñanza se deducen fácilmente las propiedades esenciales del Matrimonio:

  • Unidad: El Matrimonio es una “intima comunidad de la vida y amor conyugal” entre un hombre y una mujer. A esta unidad se opone la poligamia.
  • Indisolubilidad: Todo amor verdadero tiene que ser indisoluble, no acepta ser compartido. La indisolubilidad procede del mismo núcleo del amor pleno que implica y proporciona el Matrimonio es algo que viene exigido por el bien de los esposos – pues, al donarse uno es todo del otro – y por el bien de los hijos. El divorcio rompe esta unión.
  • Abierto a la fecundidad: El amor verdadero conyugal tiende naturalmente a ser fecundo es decir, a engendrar vidas humanas. La Iglesia enseña que todo “acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida”, aunque dicha fecundidad, en ocasiones no puede darse.

La moral católica enseña que “los actos con los que los esposos se unen íntima y castamente entre sí son honestos y dignos, y, realizados de modo verdaderamente humano, significan y fomentan recíproca donación, con la que se enriquecen mutuamente con alegría y gratitud”.

RESPONSABILIDAD EDUCATIVA DE LOS PADRES.

En todas las especies animales Dios ha puesto un instinto que le lleva a cuidar de sus crías. En la especie humana los padres tienen esa misma inclinación natural. Ellos son, por ley natural, los primeros y principales educadores de sus hijos los padres cristianos recibe, además, en el sacramento del Matrimonio una especial ayuda de Dios para ayudar cristianamente a sus hijos y para edificar un hogar como una verdadera “Iglesia doméstica”.

Los principales deberes de los padres respecto de sus hijos son:

a) Alimentarlos desde que nacen hasta que pueden valerse por sí mismo.

b)  Educarlos en la fe, enseñando a sus hijos la fe y la piedad cristiana y a

     descubrir su dignidad de hijos de Dios.

c)  Educar en ellos los valores humanos con su ejemplo y con su palabra: el

     amor, el respeto, el dominio de sí, la sinceridad, el espíritu de servicio y 

      solidaridad, etc.

d)  Corregirlos cuando sea conveniente para enseñarles a elegir el bien y a no

     desviarse por el camino del mal.

e)  Respetar el derecho de los hijos a elegir su profesión y su estado de vida

     cuando lleguen a la edad oportuna.

 3. LOS DEBERES DE LOS HIJOS: “HONRAR PADRE Y MADRE”

Muchas veces se ha dicho que la familia es “la primera célula de la sociedad humana”. En efecto: imaginemos una sociedad formada por familias sanas y estables, en la que los padres amen de verdad a sus hijos y se ocupen seriamente de su educación enseñándoles amar a Dios y al prójimo, a usar bien su libertad, a ser ordenados y trabajadores… Y en la que los hijos fueran agradecidos a sus padres, estudiosos y responsables. En una comunidad así las cosas seguramente funcionarían muy bien: Habría más amor mutuo, menos delincuencia, menos drogadicción, más trabajo y más solidaridad.

La formulación del cuarto mandamiento dices así: Honrar Padre y Madre. Este mandamiento está en la Ley de Moisés repetido muchas veces en la sagrada escritura: Honra a tu padre y a tu madre, como te lo ha mandado Yahvé tu Dios, para que se prolonguen tus días y seas feliz en la tierra que Dios te da (Dt 5,16)

El término honrar, tal como aparece en la Biblia abarca varias actitudes muy importante, como el amor, la gratitud, el respeto, la obediencia…, en definitiva vivir la vida de familia con verdadero espíritu de comunión (“común unión”)

EL DIVORCIO Y SU PROBLEMÁTICA

 ¿QUÉ ES EL DIVORCIO? ¿ES LO MISMO DIVORCIO QUE SEPARACIÓN?

El divorcio es la ruptura del vínculo Matrimonio decretada por el tribunal humano. La Iglesia católica enseña que el “Matrimonio - sacramento”, cuando se ha contraído en las debidas condiciones, entraña un vínculo permanente ante Dios, que no puede disolver ninguna autoridad humana.

La Iglesia permite la separación de los cónyuges cuando hay graves causas para ello, pero sin poder volver a casarse cualquiera de los conyugues mientras viva el otro.

¿QUÉ DIFERENCIA HAY ENTRE DIVORCIO Y NULIDAD DEL MATRIMONIO?

A veces sucede que el Matrimonio es declarado nulo ante un tribunal eclesiástico. Pero esto nada tiene que ver con el divorcio. La declaración de nulidad de un Matrimonio significa que este Matrimonio nunca existió por falta de algún requisito esencial para su validez (por ejemplo, si se prueba que uno de los contrayentes carecía de capacidad pare el consentimiento matrimonial). Mientras en divorcio pretende romper el vínculo entre los ya casados la declaración de la nulidad concluye que no ha existido Matrimonio entre esas dos personas.

EL DIVORCIO NO ES UNA SOLUCIÓN

El divorcio hace que se rompan muchos matrimonios con problemas superables, que no deberían haberse roto jamás y causa a la sociedad más daño que beneficio.

El divorcio genera cada vez más divorcios. En EE.UU seis de cada siete matrimonios de divorciados vuelven a divorciarse, según un estudio de la prestigiosa revista Newsweek. En varios países occidentales (Francia, Alemania, EE.UU) ya hay un divorcio por cada dos matrimonios y esta situación está aumentando, como una plaga, cada día más entre las parejas jóvenes.

Los hijos son los principales perjudicados por la plaga de divorcio. Ellos tienen derecho a un hogar estable y a unos padres unidos que los eduquen. El divorcio les priva de ese derecho básico.

ACTIVIDAD 01:

HAZ  UN ORGANIZADORE GRÁFICO O ESQUEMA  SOBRE LOS DIFERENTE PUNTOS LEIDOS (PARA CADA TEMA)

ACTIVIDAD 02: COMENTA LO VISTO EN LOS VIDEOS DE AMBOS SACRAMENTOS

1 comentario

rogelio tavara apolo -

me sirvio mucho tu informacion gracias por todo.... sigue asi ..:)