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EDUCACIÓN RELIGIOSA CATÓLICA

LOS PATRIARCAS ABRAHAM, ISAAC, JACOB Y LOS HIJOS DE JACOB

LOS PATRIARCAS ABRAHAM, ISAAC, JACOB Y LOS HIJOS DE JACOB

Los Patriarcas son padres en la fe. Lo que caracteriza a estos es su fe, al grado que el pueblo que dirigía compartía su fe en su Dios, de manera que su Dios pasaba a ser el Dios de todo su pueblo. Así, es natural que en la Biblia encontremos los títulos “Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob”.

La grandeza de Abraham, Isaac y Jacob fue su fe, por eso se nos presentan como padres del pueblo creyente.

Abraham y los demás patriarcas, son los elegidos, los depositarios del plan o proyecto de Dios a realizarse en ellos. Dios no les dio una realidad concreta y presente, sino que se la prometió para el futuro. Los patriarcas tuvieron confianza en Dios. Esto fue lo que dio sentido y plenitud a sus vidas. Su fe les dio dinamismo para ponerse en camino a realizar las promesas que Dios les había hecho: una descendencia numerosa, una tierra fecunda que mana leche y miel, la bendición continua de Dios.

En las narraciones del Antiguo Testamento, hay tres figuras principales a las que se nombra una y otra vez. Estas figuras son conocidas como los «patriarcas» tanto del judaísmo como del cristianismo, y fueron de los primeros en seguir obedientemente la voluntad de Dios.
El primer patriarca es ABRAHAM, cuya fe en Dios es exaltada en toda la Biblia. Dios le dijo: “Y ya no te llamarás más Abrám: en adelante tu nombre será Abraham, para indicar que yo te he constituido padre de una multitud de naciones.”(Gn 17, 5)
El segundo patriarca es ISAAC, el hijo de Abraham. Isaac aceptó libremente su destino como sacrificio a Dios y llevó la madera que habría alimentado el fuego debajo de él. Sin embargo, Dios lo salvó por la fiel obediencia de Abraham y lo bendijo con hijos.
El tercer patriarca es JACOB (Israel), el hijo de Isaac. Fue bendecido por su padre sobre su gemelo Esaú, y se convertiría en el padre de doce tribus, formando finalmente la nación de Israel.
Cuando Dios se reveló a Moisés, invocó a estos patriarcas para ayudar a identificar quién era.
Luego siguió diciendo: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Moisés se cubrió el rostro porque tuvo miedo de ver a Dios (Éx 3, 6).
Jesús invocaba repetidamente a los patriarcas, como lo hicieron los primeros cristianos. Ambos trataban de asegurar al pueblo judío que Jesús era el mismo Dios que el Dios de los patriarcas.
El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, glorificó a su servidor Jesús, a quien ustedes entregaron, renegando de él delante de Pilato, cuando este había resuelto ponerlo en libertad (Hch 3, 13).
Es importante conocer las historias de los patriarcas, y recordar el rico patrimonio de la fe cristiana que se extiende miles de años en el pasado.

ABRAHAM

Abraham, patriarca bíblico y según el libro del Génesis (11,27; 25,10) padre de los hebreos, que parece vivió entre los años 2000 y 1500 a. C. Abraham es considerado por los musulmanes, quienes le llaman Ibrahím, como un antepasado de los árabes por medio de Ismael (uno de sus hijos). En otro tiempo se le consideró contemporáneo de Hammurabi, rey de Babilonia. Debido a que el relato bíblico de su vida se basa en tradiciones conservadas por transmisión oral más que en documentos históricos, no puede escribirse una biografía tal y como hoy la conocemos.

Llamado Abram originalmente, Abraham fue el hijo de Tare, un descendiente de Sem, y nació en la ciudad caldea de Ur, donde se casó con su hermanastra Saray, o Sara. Abandonaron Ur junto a su sobrino Lot y su familia, por inspiración divina y se dirigieron a Harán. Al recibir la promesa de que Dios haría de él una ’nación grande’, Abram se trasladó a Canaán, donde vivió como un nómada. El hambre le llevó a Egipto, pero fue expulsado por presentar a Saray, su mujer, como su hermana. Una vez de vuelta a Canaán, Abram y Lot se separaron tras las disputas surgidas entre ellos y sus pastores, quedándose Lot cerca de Sodoma y continuando Abram su vida errante. Más tarde rescató a Lot de la cautividad del rey Cordorlahomor de Elam y fue bendecido por el sacerdote Melquisedec, rey de Salem. Entonces, Dios prometió a Abram un hijo de su esposa Saray, le repitió sus primeras promesas y las confirmó con una alianza.

Cuando Abram renovó esta alianza, se estableció el rito de la circuncisión, su nombre se transformó en Abraham, y el de Saray en Sara. Dios, a través de unos ángeles, volvió a prometerle que tendría un hijo varón de Sara.

Cuando Dios le informó de que iba a destruir las ciudades de Sodoma y Gomorra a causa de la depravación de sus habitantes, Abraham le suplicó que no lo hiciera. Dios le prometió que salvaría las ciudades si pudiera encontrar sólo diez hombres justos. Al no encontrar ninguno Dios cumplió su amenaza.

Ismael, primer hijo de Abraham y de Agar, una esclava egipcia, nació cuando Abraham tenía 86 años. Los musulmanes árabes consideran a Ismael como su progenitor. Isaac, hijo de Abraham alumbrado por Sara cuando éste tenía 100 años, fue el primero de sus descendientes legítimos. Dios exigió que Abraham sacrificara a su hijo, como prueba de fe, aunque por la incondicional obediencia de Abraham, Dios le permitió salvarle y le recompensó con una renovación formal de su promesa.

ISAAC

Isaac (en hebreo, `hará reír’), patriarca del Antiguo Testamento, hijo de Abraham, hermanastro de Ismael y padre de Jacob y Esaú. El nacimiento de Isaac fue prometido por Dios (Gén. 17, 19 y 21) a Abraham y a su esposa Sara, después de muchos años de matrimonio sin descendencia, como señal de que las bendiciones que Dios otorgó en un principio a Abraham tendrían su continuidad en Isaac, heredero de la Alianza. Los acontecimientos de la vida de Isaac son relatados en el libro del Génesis desde el capítulo 21 al 28.

El relato dominante en la narración, que constituye uno de los episodios más conocidos de la Biblia, es la del proyectado sacrificio de Isaac (Gén. 22). Según esta historia, Dios quiso probar la fe de Abraham ordenándole que sacrificara a su amado hijo. En último momento, tras quedar Dios convencido de la incondicional obediencia de ambos, padre e hijo, aceptó un carnero en lugar del joven. Se cree que este relato expresa el rechazo de los hebreos a los sacrificios humanos, practicados por las naciones vecinas. En la sinagoga actual, el carnero es recordado en el ritual de soplar el shofar, o cuerno de carnero, durante los días Solemnes del judaísmo: Rosh Ha-shaná y Yom Kipur.

El Nuevo Testamento alude a Isaac como precursor de Cristo y de la Iglesia (Gál. 3,16; 4,21-31); la obediencia de Isaac a su padre, hasta el punto de estar dispuesto a la inmolación, se asocia con la de Cristo (Heb. 11,17-19). Estos temas fueron desarrollados por varios de los autores patrísticos e Isaac aparece con frecuencia en el arte cristiano, en concreto, asociado a la eucaristía.

Los arqueólogos y demás científicos bíblicos han trazado similitudes entre la narración bíblica de Isaac y la historia de las tribus semitas. Se considera que Abraham constituye el tronco nómada del que surgieron las tribus hebreas e idumeas. Isaac representaría entonces a las tribus que se unieron para constituir la confederación hebrea y obedecer a Dios, Yahvé, una deidad tribal, en origen. Por su parte, Ismael representaría a las tribus de Idumea. Comparado con los otros dos grandes patriarcas bíblicos, su padre Abraham y su hijo Jacob, Isaac aparece como una figura menos importante. Sin embargo, los especialistas ven por una serie de detalles del relato bíblico, en Isaac, más elementos simbólicos importantes. La hipótesis es que la narración de su nacimiento es un intento deliberado, de los primeros escritores israelitas, de modificar la tradición de las tribus semitas a fin de promover la adhesión a la confederación hebrea, una alianza política y militar, al sugerir que dicha alianza estaba inspirada por una poderosa divinidad.

Jacob e hijos

Jacob, en el Antiguo Testamento, uno de los patriarcas hebreos, hijo de Isaac y Rebeca y nieto de Abraham. Tras privar con un engaño a su hermano Esaú de la bendición de su padre y de sus derechos de primogenitura, Jacob huyó a la casa de su tío, Labán, para quien trabajó durante muchos años, y cuyas hijas, Lía y Raquel desposó. Sus esposas y sus esclavas, Zilpá y Bilhá, le dieron 12 hijos, que se convertirían en los patriarcas de las 12 tribus de Israel. Lía dio a luz a Isacar, Judá, Leví, Rubén, Simeón y Zebulón; Raquel, a José y Benjamín; Zilpá a Gad y Aser, y Bilhá a Dan y Neftalí.

El relato de Jacob se narra en Génesis 25-35. Los acontecimientos más sobresalientes de su existencia fueron la visión de la "escalera de Jacob", la bendición que recibió en Betel (Gén. 28,10-22) y la concesión del nombre Israel por un adversario divino tras luchar contra él (Gén. 32,24-32). Así como la figura de Esaú está considerada como la representación de la nación de Edom (Gén. 36,8), la de Jacob, o Israel, personifica a la nación de Israel. Así, el profeta Oseas traza un paralelo entre las experiencias de Jacob y las de su pueblo (Os. 12) hacia el 1700 a. C.

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